Voces

Thursday 30 May 2024 | Actualizado a 13:38 PM

Que gane la esperanza

Más de 16 millones de bebés nacieron este año en medio de guerras, hambre y desastres naturales

/ 24 de diciembre de 2015 / 05:58

Es muy difícil ser una mujer en tiempos de guerra. No quiero que me obliguen a casarme y que me viole un hombre de 49 años”, dice una joven somalí. Su país está en guerra desde 1991, y como consecuencia del conflicto armado ya son cientos de miles los muertos por hambre. Es uno de los testimonios del millón de refugiados que huye de Somalia, Siria, Afganistán, Eritrea, Nigeria, Pakistán, Irak, Sudán del Sur, Gambia o Bangladesh. Es imposible dejar de pensar en ellos tan cerca de la Nochebuena, cuando el mundo católico recuerda el peregrinaje de María y José en búsqueda de un refugio para que nazca su hijo.

“Tenemos dos opciones: empuñar un arma o morir. Decidimos abandonar nuestro hogar para vivir”, quien lo dijo es sirio y tiene 24 años. Los refugiados de Siria representan el 54% de quienes han cruzado el mar este año rumbo a Europa. Un buen porcentaje de los desplazados, principalmente quienes proceden de Eritrea, son víctimas de las mafias de traficantes de personas, quienes los extorsionan y esclavizan cuando migran hacia el Sinaí. Seres humanos que buscan paz.

Puede ser que estos problemas estén muy lejos de nuestro continente, de nuestro país, pero estoy segura de que aún tenemos la capacidad de conmovernos cuando recordamos la fotografía del niño sirio muerto en una playa de Turquía. Había demasiada desolación en ese cuerpecito tendido en la arena. La desolación de un mundo que necesita cada vez más de consecuencias extremas para reaccionar ante el dolor, la desesperación.

Más de 16 millones de bebés nacieron este año en medio de guerras, pobreza, hambre, desastres naturales. En este diciembre también nos enteramos de que en Estados Unidos cada 19 minutos nace un bebé con dependencia a las drogas que consumieron sus madres adictas durante el periodo de gestación. Estos bebés tiemblan incesantemente, lloran sin parar, tienen diarreas severas, son los síntomas que presentan los recién nacidos con síndrome de abstinencia neonatal.

Más cerca nuestro, en nuestras calles, escuché una conversación entre niños, de esos pequeños que acompañan a sus madres en los puestos de venta callejeros. “Soy mala, bien mala cuando me hacen renegar, cuidadito, cuidadito conmigo (…)”, decía la niña de unos nueve años a los otros cuatro chiquillos que la miraban con los ojos abiertos como platos, siguiendo el dedo amenazante de la que parecía su comandante.

Este es otro síndrome, el de la violencia cotidiana. Ella repetía las palabras que seguramente escuchó cientos de veces en la voz de su madre. Ser mala, muy mala era expuesto como un valor, saber amenazar y asustar, una cualidad.  Estas palabras tienen la intención de despertar nuestra capacidad de conmovernos, de no ser indiferentes y renovarnos en la esperanza. ¡Feliz Navidad!

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Mire la calle

Lucía Sauma, periodista

/ 30 de mayo de 2024 / 00:29

¿Cómo puede usted ser
indiferente a ese gran Río
de huesos, a ese gran Río
de sueños, a ese gran Río
de sangre, a ese gran río?
¿A ese gran río?

(Nicolás Guillen)

Mire la calle, pero véala de verdad, es decir quitándose la rutina de los ojos, unas veces se llenará de asombro ante tanta indiferencia, hay gente que llora y nadie le pregunta qué pasa, o si necesita consuelo o si quiere llamar la atención; ante otras, en cambio, se quedará quieto ante tanto despliegue de violencia, de gritos, de pelea. En las calles hay tanta gente con la mente fuera de este mundo, están en las aceras o cruzan las calles sin ver los semáforos o lo que pisan o lo que les rodea, tienen la mente en otro tiempo, en otro lugar y uno se pregunta cómo serían de niños, si tendrían una casa, una cama, un padre, una madre, si hubo un tiempo en el que iban a la escuela. Ahora de tan idos ni siquiera son mendigos.

Mire la calle, todo se vende, todo se compra, fruta, juguetes, ropa, verduras, dulces, audífonos, todo tipo de quimeras, hierbas para curar o para enamorar, recetas para hechizar, para llamar la plata, para comprar la casa. Cualquier lugar es bueno para improvisar un puesto de venta, para transportar una carretilla, no hay inconveniente si se estorba el paso, los transeúntes están acostumbrados, bajarán de la acera o saltarán por encima del puesto de venta, esquivarán el mantel tendido en la calle o lo pisarán, finalmente todo seguirá su curso.

Mire la calle, está atestada de gente, son ríos humanos, así son las avenidas del centro de nuestras ciudades, unos van y otros vienen, jóvenes, niños que a rastras siguen a los adultos, que de la mano los llevan quién sabe a dónde, los pequeños irán igual. Unos están más apurados que otros, caminan, corren, otros simplemente andan un poco sin rumbo, sin apuro o quizás con desgano, sabiendo que es mejor resignarse.

La calle, las calles están llenas de basura, hay quienes barren en la madrugada, pero al mediodía ya se amontaron las bolsas plásticas, los papeles que envolvieron comida, las cáscaras de frutas, miles de otras cosas desechables se acumulan, si hay viento varias de estas cosas se elevan, por un momento quedan suspendidas en el aíre y vuelven a caer justo en alguna de las cloacas embotadas.

Mire la calle, minibuses, colectivos, taxis, autos, van por las avenidas, las callecitas estrechas, sangran y desangran la ciudad, se amontonan, hacen mucho ruido, se persiguen, se entremezclan, avasallan, crean estrés.

Entre todo ese caos, de repente se escucha una voz pequeñita y dulce que canta la canción que aprendió ese día en el kínder y la calle se ilumina, por un momento deja de lado todo lo gris, uno se deja llevar por el sonido y aunque dure unos segundos tiene el poder de cambiar la soledad, lo gris, lo feo de la calle, aunque sea solo por unos segundos…

Lucía Sauma es periodista.

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No despreciar la oferta

Lucía Sauma, periodista

/ 16 de mayo de 2024 / 07:04

Un festival de cine europeo, otro de teatro (Fitaz), conciertos de música, los habituales martes, viernes o sábados de cine por países proyectados en diferentes salas o centros culturales, cuentacuentos, charlas diversas, presentaciones de libros, talleres y exposiciones de pintura, fotografía para públicos de todas las edades, anuncios de lo que vendrá, como la Larga Noche de los Museos, la entrada del Gran Poder, estrenos de musicales, espectáculos de danza clásica y moderna, etcétera, es decir, una actividad cultural en gran número gratuita, deslumbrante, apabullante, diversa, tentadora, la que se ofrece este mayo en la ciudad de La Paz.

Consulte: ¡Qué triste espectáculo!

Uno se pregunta si hay público para tanta y tan variada actividad y la respuesta la encontramos en las puertas, por ejemplo, del Centro Cultural de España, donde la gente hace fila, sin importar el tiempo que permanezca parada, para ingresar a la película que se anuncia para ese día: Ramona, dentro del Festival de Cine Europeo. La curiosidad hace que quiera ver quiénes están en su biblioteca, en su mediateca, o su ludoteca. La sorpresa es alucinante cuando vemos todas sus estancias abarrotadas de jóvenes, adolescentes y niños. Están escribiendo a mano o en una computadora, buscando entre los estantes de libros aquellos que se podrán llevar a casa o quedarse a leer allí mismo. El lugar tiene además un precioso patio con sillas donde se realizan actividades de cine, teatro, etc.

Ese mismo día había un concierto de guitarra en el patio del Hotel Torino. Sobrepasando lo imaginado, la escenografía fue de un gusto exquisito, el sonido fantástico, la música rendía homenaje a la obra completa de Alfredo Domínguez. El público, muy variado en edad, llenó el patio que había sido preparado para el evento, incluidas estufas que gratamente calentaron el ambiente.

Al día siguiente se inauguraba el festival de teatro y el aforo en el Municipal estuvo colmado, lo que se repitió en todos los otros escenarios preparados para ese encuentro internacional, en los días sucesivos.

La ciudad tiene teatros nuevos, con elencos que van desde el monólogo hasta la ópera, pasando por los musicales. Grupos orquestales de todo tipo, desde la sinfónica hasta una orquesta de cámara que suele tocar los sábados en el mercado Achumani, con obras de Vivaldi, Mozart, todos los clásicos para deleite de quienes pasan por allí y rompen su rutina auditiva con una hermosa melodía. Contamos con una orquesta para ópera, lo que hace que de verdad podamos disfrutar de composiciones tales como Cavallería Rusticana o Il Pagliacci.

Uno piensa que no hay público, que la gente está ocupada solo en ver telenovelas o estar pendiente de lo que dicen las redes sociales, y no es así. Es necesario salir de la modorra y aventurarse en las ofertas que tiene la ciudad para darse un baño de actividad cultural. La sorpresa más bonita es que ahí están los jóvenes, organizando, ensayando, presentando, discutiendo, creando, imaginando, inventando. Nos queda fomentar, apoyar, incentivar, participar, aprender y podríamos seguir con estos verbos, pero es mejor entrar en acción y estar allí ocupando un espacio y participando, disfrutando del arte, la lectura, el teatro, el cine, la música…

(*) Lucía Sauma es periodista

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¡Qué triste espectáculo!

Lucía Sauma, periodista

/ 2 de mayo de 2024 / 06:55

Hace unos días, la BBC publicó la lista de las 100 mejores universidades del mundo, entre las que figuran tres de Latinoamérica: la Universidad de Sao Paulo (Brasil), la Universidad Nacional Autónoma de México y la Universidad de Buenos Aires, de Argentina. Además de ocupar un lugar entre ese prestigioso centenar, en la de México se graduaron tres premios Nobel y en la de Argentina, cinco de sus egresados fueron galardonados con ese premio. ¡Qué privilegio! ¡Qué honor! Las tres son universidades públicas y gratuitas. En las tres, la exigencia es muy alta y el esfuerzo que hacen los estudiantes para aprobar las materias y concluir la carrera es también muy alto porque saben que cuanto mejor sea su rendimiento y cuanto antes finalicen, mayores serán sus oportunidades de trabajo. 

Revise: Dejarlos ser

Por esas casualidades que a veces uno no termina de entender, en el preciso instante que estaba pensando en ese ranking de universidades, el taxi en el que me transportaba pasaba por un costado de la UMSA, cuando finalizaba uno de los actos de fin de campaña por la elección de rector, la máxima autoridad de la principal universidad de Bolivia. Mientras el taxi redujo al máximo la marcha por la JJ Pérez, pensé tristemente que la San Andrés está a años luz de figurar entre las 1.000 (mil) mejores de Latinoamérica. El espectáculo que ofrecían los estudiantes era degradante. Hombres y mujeres estaban en un patético estado de ebriedad, caminaban por mitad de la calle sin poder mantenerse parados, este era el motivo de la congestión vehicular que ocasionaban a las 10 de la noche. Las aceras o cualquier lugar, y a vista de todos, se convirtieron en baños públicos. La música que se reproducía desde un escenario armado en el atrio universitario invitaba a beber y continuar con la decadencia de los miles de estudiantes que tienen fecha de ingreso pero nunca de salida, de jóvenes que no están dispuestos a leer un libro entero y recurren a los resúmenes que ofrece el internet o “encargan” la lectura, sus tareas e incluso sus tesis a los negocios que frente al Monoblock ofrecen realizar estos trabajos por un monto, generalmente negociable, con los que se obtienen los títulos universitarios.

Por supuesto que no todos los alumnos, ni todos los docentes de la UMSA, están de acuerdo con ese comportamiento, pero qué impotencia la que deben sentir ante tan bochornoso espectáculo. Ese mismo sentimiento de vergüenza e impotencia deben experimentar quienes saben de los casos de acoso, violencia, extorsión que se presentan a diario en las diferentes facultades de esa casa de estudios. Es cierto que en varias oportunidades se hicieron algunos intentos de poner en claro lo que sucede dentro de la universidad pública, pero el sistema que rige tiene un tejido demasiado siniestro y profundamente entramado. Apenas se vislumbra un resquicio de cambio que pretende corregir la desfiguración que sufre la UMSA, salen todos los “defensores” de inconscientes y profanos detractores del saber y el conocimiento que han invadido la universidad. ¡Qué lástima! ¡Qué difícil ser optimista frente a este panorama!

(*) Lucía Sauma es periodista

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Dejarlos ser

Lucía Sauma, periodista

/ 18 de abril de 2024 / 10:02

Niños, niños, niños. Todos fuimos parte de ese mundo que en la adultez, misteriosamente y para nuestra desventura, se convierte en una pócima de olvido, en un laberinto imposible de seguir, se reduce a la búsqueda de un tesoro, sin mapa, sin isla, sin brújula.  Sabemos que vivimos esa etapa en la que unos fueron muy felices, otros no tanto, tenemos flashes de lo que sentíamos, pero ya no está el panorama completo, es un vuelo muy rápido, crecemos demasiado pronto y solemos deshacernos raudamente de la niñez, seguramente por temor a seguir siendo inocentes, francos, despojados del miedo a amar sin medida.   

Cuando la niñez queda en el pasado, buscamos que los niños respondan y actúen como adultos en miniatura, es decir que si nuestro hijo pequeño o nuestro nieto interviene en  una conversación como si sería una persona mayor, inmediatamente lo catalogamos como un ser inteligente, una verdadera lumbrera, un superdotado, es cuando se pone en evidencia que nuestro mayor deseo es tener un hijo o un nieto que no actué como un niño, sino como un ser pequeño, alguien que copia muy bien a sus mayores.

Lea: Mal vestidas

Este 12 de abril, “Día del Niño Boliviano”, se volvió a repetir la historia: sentamos a niños (cuanto más pequeños mejor) para que lean o repitan de memoria lo que sus profesores, o padres, o pastores de iglesias evangélicas, o cualquier otro adulto escribió para poner en la boca de los niños que hicieron de parlamentarios, concejales, repetidores de citas bíblicas u otras autoridades, para que, precisamente el Día del Niño, dejen de hablar, de actuar como niños. ¿Tan mala nos parece la infancia que pedimos a los niños que parezcan grandes para calificarlos de inteligentes?

Los niños debieran actuar, sentir y sobre todo hablar como lo que son: niños. Es un enorme trabajo aprender la vida, verla con ojos de niño, construirla con corazón de niño. Ser niños, esa es su labor. Y a lo que debiéramos dedicarnos los padres, abuelos, tíos… es a facilitarles lo que pueden o deben hacer para crecer sanos y felices. Los adultos tampoco podemos cambiar nuestro verdadero papel pensando en que lo hacemos muy bien cuando muy ufanos decimos: “más que su padre soy su amigo”, olvidando que tu hijo o hija tendrá los amigos que quiera, lo que necesita son padres, que lo quieran y acompañen como padres.

En resumidas cuentas, este mundo, nuestra sociedad, necesita niños que actúen como niños, padres que actúen como padres. Que cada quien cumpla con su papel en el momento que corresponde. Los niños son maravillosos actuando como niños, no tienen por qué cambiar de papel.

(*) Lucía Sauma es periodista

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Mal vestidas

Lucía Sauma, periodista

/ 4 de abril de 2024 / 07:01

¡Qué ridículas! Fue lo primero que escuché mientras veíamos el informativo de un canal nacional. Sonaba a coincidencia de pensamiento, realmente las presentadoras estaban vestidas de vampiresas, con trajes de fiesta, sin fiesta. Hombros desnudos, falda corta muy ceñida, o falda larga con corte en la pierna, paradas, equilibrando sobre tacones un pie delante del otro, modelando, sin pasarela. Con esa indumentaria fiestera caminaban por el set anunciando las catástrofes que ocasionaron las lluvias y saludaban a los reporteros que en traje de batalla, desde el lugar de los hechos reflejaban la tragedia. Así también anunciaron la noticia de uno de los 14 infanticidios este 2024, en manos de su progenitor. Ante la ofensa surgió la frase cargada de indignación: ¡Qué ridículas! ¿Tenían que vestirse de gala para dar a conocer la orgía de sangre? Alguien no se contuvo y dijo a modo de sarcasmo: “Por supuesto que tenían que vestirse así, en el canal están en su auge satisfaciendo el morbo de las personas con el dolor ajeno, cumpliendo con la infalible trica del éxito informativo: sexo, sangre y violencia”.

Lea también: Mediocre política

¿Por qué las minifaldas en los informativos de televisión? ¿Por qué los innecesarios escotes? Por supuesto que no todos los canales de televisión bolivianos usan el cuerpo femenino como recurso machista y mercantilista para subir en el rating. Pero los que lo hacen quieren atraer audiencia, es su as bajo la manga para ofrecer sus anuncios comerciales entre los que se cuenta la noticia y sus presentadoras que sin mayor aviso pasan a ser una mercancía más. Es posible que el tener este tipo de comentarios incentive a los directivos y empresarios de esos medios a continuar, o incluso a empecinarse en el mayor uso de su regla de éxito. Sin embargo, también tendrán que enterarse que hay muchos dispuestos a indignarse y hacer conocer esa indignación. Sabrán que hay mujeres y hombres que nos sentimos ofendidos ante el uso y el abuso del cuerpo femenino.

Algunos dirán que las propias mujeres tienen la culpa porque permiten que las usen y que seguramente hasta se sienten complacidas de mostrarse porque “tienen con qué”, mientras que las que no somos atractivas opinamos mal de ellas por pura envidia. Lo que puedo decir es que no opinaban así varias colegas, que se sentían muy mal porque eran obligadas a usar minifalda, escotes pronunciados, etc. Muchas no tenían elección,  si no les gustaba presentarse así, tenían las puertas abiertas para irse y perder el trabajo. Las que pudieron solventarse económicamente ejercieron su derecho y se fueron de esos medios, otras se quedaron, porque no tienen elección.

De todos modos, si los ejecutivos de esos medios televisivos aún obligan a las presentadoras a mostrar algo más que la imágenes de la noticia, tengan presente que están muy mal vestidas porque están fuera de contexto, se ven ridículas. Estamos en una sociedad donde se idolatra la superficialidad, frívolos ante la grandeza de la vida. ¿Podemos rebelarnos y dejar de ser tan mediocres?

(*) Lucía Sauma es periodista

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