Los amigos que perdí
Todos los adioses estuvieron marcados por diferencias de ideas que emanan de pensar distinto
Como si hubiera sido ayer recuerdo a Manuel llorando conmigo en los jardines del Instituto Americano. Ahí nos despedimos. Unos minutos antes había sido expulsado del grupo que ayudé a fundar, el 32 de Febrero. La razón: yo había optado por la militancia trotskista. Manuel se disculpaba (por supuesto que él había estado detrás de la determinación de expulsarme), pues creía que mi decisión política ponía en peligro al resto de los chicos, a quienes él quería conducir hacia el guevarismo y la guerra popular prolongada.
Mecano dice que a los 16 años se prueba el agua del río con los dos pies, así que con la arrogancia que da la juventud lloré, pero no me arrepentí del camino que había tomado y les dije adiós. Seguimos compartiendo el curso pero, claro, ya el colegio me sobraba, con decirles que ni siquiera fui a la fiesta de graduación. Recuerdo que me pasé toda la noche imprimiendo el testimonio sobre la huelga de las mujeres mineras que escribió Aurora Villarroel, la por entonces mujer de Andrés Lora, una de las cuatro valerosas féminas que voltearon la dictadura de Banzer.
De ahí a hoy hay una larga lista de amigos que perdí. Y fíjese qué curioso caso, todos los adioses estuvieron marcados por diferencias de ideas y, claro, de acciones que emanan de esas formas de pensar.
Dejé un tendal de amigos cuando me fui del Partido Obrero Revolucionario (POR). Claro que con algunos conservo amistad, particularmente con los que eran parte de mi célula en la Facultad de Humanidades en la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA); casi todos hoy militantes del Movimiento Al Socialismo (MAS) y del proceso de cambio. Pero hay los que ya no me dirigen la palabra. Me imagino que son los daños colaterales de pensar diferente.
De ahí ahora hay más casos. Amigos que perdí porque dirijo ATB o porque pienso que este proceso no es perfecto pero se acerca a lo que soñé de chiquillo cuando rechacé una acción del Club de Tenis porque no quería bañarme en una piscina donde no todos pudieran bañarse.
Crecer duele, dicen los psicólogos. Debe ser, pero pienso que debería haber alguna forma más madura de ver las relaciones y aprender a respetar que pensemos de manera diferente, sin tener que destruir lo que nos une. No lo sé, deben ser las fechas navideñas, que siempre, siempre, me han llevado a la depresión, pero hoy recordé a mis amigos que perdí. Brindaré por ellos.