Buenas señales

El Gringo González, presidente de la Cámara de Senadores, se calzó una pollera, y Gustavo Torrico, asambleísta departamental de La Paz por el Movimiento Al Socialismo (MAS), denunció la golpiza de una mujer por parte de su pareja, un prominente dirigente departamental de su mismo partido. Ambos, el Gringo y Torrico, defendieron, en los últimos días, la dignidad de la mitad de la población boliviana, la mujer. Y me atrevo a ir más allá: la dignidad del ser humano.
En el caso de la pollera, resultó indignante que autoridades originarias del altiplano optasen como castigo a un alcalde por su mala gestión entre chicotazos o vestirlo con polleras. Al final eligieron la pollera como expresión de castigo, de menos precio, como una sanción mayor que la flagelación. En el otro caso se denunció a un violento que fungía como dirigente del MAS y presidente de la Asamblea Departamental de La Paz.
Tanto González como Torrico tuvieron reacciones obvias; pero lo obvio no ha sido, precisamente, una característica de algunos dirigentes del partido en función de Gobierno. Uno de los episodios más grotescos fue la reacción de dirigentes varones y mujeres miembros del partido oficialista en el episodio del consejero departamental de Chuquisaca que, con ayuda de dos o tres funcionarios (entre ellos una mujer), violó en la sala de sesiones a una señora totalmente inconsciente por el alcohol. El video reveló cómo la mujer-cómplice incluso le consulta al consejero departamental si deseaba violar a la señora desmayada con la iluminación prendida o apagada.
A la indignación obvia respondieron voces de dirigentes del MAS en sentido de que se criticaba al violador porque calzaba ojotas. Mujeres líderes de ese partido llegaron a afirmar que era un montaje de los medios de comunicación. Incluso se llegó a asegurar que se estaba armando un escándalo por racismo, porque el violador era un campesino, un indígena. Finalmente la Fiscalía acusó al violador por abuso y uso inapropiado de una instalación pública, no por violador.
¿Y el caso del diputado acusado de violar a una de sus hijas, una niña? Demoró meses en tramitarse la licencia, e incluso con licencia, se le seguía pagando el sueldo de legislador. Si se hacen comparaciones entre ese pasado tan próximo y las más recientes reacciones (muchas más voces desde el MAS se levantaron contra las últimas afrentas a la dignidad humana), la diferencia es abismal.
Se supone que el líder, la autoridad, el elegido (por voto ciudadano en estos casos) para ocupar un cargo público debe dar ejemplo, es un referente. Si uno de éstos comete delitos tan graves contra la dignidad del ser humano y recibe el poderoso respaldo de otras autoridades por simple solidaridad partidaria, el mensaje es demoledor. En cambio, si los otros líderes condenan el crimen y, además, aportan o por lo menos exigen sancionar el delito, el mensaje también es contundente, pero esta vez, positivo.
No se puede negar, entonces, que son buenas señales, desde el poder, la intolerancia contra la violencia y el rechazo y la condena al hecho de que se pretenda atribuir que el vestir pollera (o ser mujer) es algo vergonzoso, susceptible incluso de castigo. Por eso es imposible dejar de preguntarse: ¿dónde está el Viceministerio de Descolonización ante semejante acto de discriminación por parte de unas autoridades originarias?