Clima extremo
Esta visión está pasándoles factura a los países que no supieron cuidar sus bosques.
Mientras en EEUU las tormentas y los tornados están arrasando hogares y carreteras, con un saldo de 43 muertos hasta la fecha, en la región al menos 160.000 personas tuvieron que ser evacuadas por el desborde de los ríos y las inundaciones; fenómenos que en el país han causado ocho fallecidos y, según los pronósticos, van a agudizarse en los próximos días.
Propios y extraños señalan a un fenómeno de El Niño recargado, por efectos del cambio climático, como el principal responsable de estos desastres. Al respecto, no sobra recordar que este fenómeno, que se repite entre tres y siete años, se genera por el calentamiento del océano Pacífico, de allí que a mayores temperaturas, son también mayores los impactos climáticos que provoca: fuertes tormentas en el oeste de Estados Unidos e intensas lluvias en Sudamérica.
Sin embargo, acerca de las inundaciones que actualmente asolan a varias regiones de Paraguay, Argentina, Uruguay y del suroeste de Brasil, los especialistas coinciden en afirmar que éstas se deben no solamente al fenómeno de El Niño, sino también y sobre todo a la pérdida de extensas áreas forestales, que fueron destruidas en los últimos 10 años para habilitar el cultivo de una variedad de soya transgénica, que surgió a principios del nuevo siglo con la particularidad de poder resistir las elevadas temperaturas de aquellas tierras otrora pobladas de bosques nativos.
Según han señalado ecologistas de organizaciones internacionales como Greenpeace, la elevada demanda de soya para la elaboración de productos industriales y de alimentos, junto a esta nueva variedad manipulada genéticamente, dio lugar a un boom de cultivos agroindustriales de soya, que acabaron con gran parte de los bosques, al extremo de que hoy solamente resta el 7% de la superficie original de la Selva Paranaense, o Misionera, atravesada por los ríos Paraná, Iguazú y Uruguay.
De acuerdo con Greenpeace, los bosques nativos fueron prácticamente destruidos en Paraguay y en Brasil, y la poca área forestal que queda se encuentra principalmente en Argentina. Y como era previsible, esta visión distorsionada de desarrollo, promovida por el afán de acumular riquezas en pocos años, ahora está comenzando a pasarles factura a los países que no supieron cuidar sus áreas forestales, fundamentales no solo para preservar la biodiversidad del planeta, sino también para la regulación del clima y la prevención de desastres naturales.
Esto porque los bosques encauzan naturalmente los ríos y almacenan grandes cantidades de agua, evitando inundaciones y desbordes durante las épocas de lluvia y sequías durante los periodos secos; funciones ecológicas que han sido resaltadas en reiteradas ocasiones en este mismo espacio. No obstante, tal parece que los gobiernos de la región aún no han terminado de comprender su importancia.