Generación perdida
En nuestro caso fue la política la que se apoderó de nosotros y nos llevó a la militancia
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Getrude Stein calificó como “perdida” a la generación de escritores norteamericanos de la entreguerra. Lo de perdidos tiene que ver con extraviados. Ahí estaban John Dos Passos, Ernest Hemingway, Jhon Steinbeck y alguno más. A veces siento que la mía, como periodistas, también merecería el nombre de generación perdida; pero por otros motivos. En nuestro caso fue la política la que se apoderó de nosotros y nos llevó a la militancia.
No fue el primero, pero sí el más notable. Carlos Mesa nos dejó un hueco muy grande; pero como no hay mal que por bien no venga, salvó al país al reemplazar constitucionalmente a Gonzalo Sánchez de Lozada.
Es lógico que los políticos busquen a los periodistas, sobre todo de televisión, pues tenemos cara conocida y credibilidad. Y es lógica la tentación del poder, esa novia oscura que una vez que te abraza no quiere soltarte nunca más.
El resto lo hizo la situación. Es decir, este país de nuestros desvelos. Porque lo amamos sabemos de qué lado del río estamos, incluso hay periodistas de mi generación que firman manifiestos por el No y estamos los que todo el día amartillamos la palabra como campo de lucha para un futuro para todos.
En el camino destruimos amistades y cariños. No fue la primera vez que me pasó. En mi ya lejana adolescencia fui expulsado del grupo que había creado, el 32 de febrero, pues yo había elegido militar en el trotskismo y Manuel, el otro líder del grupo, pregonaba la guerra popular prolongada y no la insurrección. No hubo ni lo uno ni lo otro; y ya no volvimos a ser amigos. Me ganó el orgullo, estaba tan seguro de mí mismo y de que había elegido el camino correcto. Y ellos también.
Hoy veo la beligerancia de mis amigos o examigos cuando leo, a través de las redes sociales, las barbaridades que escriben, o lo que yo creo que lo son; obsesionados con que gane su posición, pero sobre todo con que pierda la del otro.
Me consuelo pensando que ya vendrán tiempos mejores para el periodismo y nos encontremos enfrentados menos perdidos, más amplios. Sé que frente a un niño de dos años violado no se puede ser neutral, no obstante, se puede ser equilibrado sin fanatismos, pero sin traicionar nuestros principios.