Durante la última década, Bolivia ha logrado un crecimiento económico impresionante y al mismo tiempo ha avanzado de forma importante en los indicadores sociales: la pobreza extrema ha caído en 16 puntos porcentuales y la desigualdad ha disminuido sustancialmente. Pero nubes de tormenta se están formando en la economía global, dando indicaciones que no será fácil para Bolivia sustentar este ritmo de desarrollo en la próxima década.

Como se detalla en el recién publicado informe del Fondo Monetario Internacional (FMI) sobre la economía mundial, todavía se espera un repunte del crecimiento global en 2016, pero la tasa de crecimiento ha sido reducida. Esta revisión refleja un camino lleno de baches marcado por tres grandes transiciones: la desaceleración gradual y el rebalanceo de la economía en China; precios de materias primas más bajos; y la normalización de la política monetaria en Estados Unidos. Estos hechos tienen un gran impacto en la región, y Bolivia no es inmune a los mismos. De la misma manera que Bolivia se benefició de la aceleración del crecimiento mundial y el auge de las materias primas en la primera década de los 2000, ahora va a sentir los vientos en contra que provienen de un entorno externo más adverso.

Pero mientras algunas economías de la región están viviendo un cambio dramático (Brasil por ejemplo está pasando por la recesión más fuerte en décadas), Bolivia está haciendo frente a la tormenta. De hecho, se destaca por haber gestionado su economía de forma prudente en los buenos tiempos, y por haber acumulado amortiguadores fiscales y externos que ahora pueden ser utilizados para suavizar el impacto de un entorno menos favorable. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos de diversificar e industrializar la economía boliviana, la misma sigue siendo alimentada en gran parte por la exportación de gas natural y otras materias primas, con el sector público jugando un papel importante en la redistribución de la renta hidrocarburífera.

Se espera que los precios de las materias primas se mantengan bajos, y que el entorno externo permanezca difícil en los próximos años. Siendo así, un replanteamiento de la política económica parece importante para anclar un crecimiento económico fuerte y duradero, aspecto que sería clave para reducir aún más la pobreza y la desigualdad. El alto nivel de reservas internacionales y la baja deuda pública permiten a Bolivia enfrentar el nuevo entorno de una forma gradual. Así, Bolivia podrá continuar siendo una de las economías con más alto crecimiento en la región.

Para lograr este objetivo, una de las principales prioridades es reducir gradualmente el déficit fiscal no hidrocarburífero y así evitar el aumento de la deuda pública a niveles indeseables. Esto requiere reducir la brecha entre los ingresos no hidrocarburíferos y el gasto público. Estimamos que esta brecha se sitúa actualmente cerca al 11% del PIB. Lograr esta reducción requeriría incrementar otros ingresos y priorizar gastos. Por ejemplo, la baja del precio del petróleo ofrece una oportunidad para reducir los subsidios a los combustibles. Los recursos disponibles permiten un abordaje gradual, pero es importante tomar las decisiones ahora para evitar posibles situaciones en las que la sostenibilidad de la deuda pública pueda llegar a ser cuestionada.

Además, una mayor flexibilidad del tipo de cambio ayudaría a amortiguar el impacto de la caída de los términos de intercambio sobre la economía boliviana, así como a impulsar la competitividad de los productores nacionales y consolidar la bolivianización. Sin duda esta transición tendrá que ser manejada con el cuidado necesario, basándose en un firme anclaje de las expectativas inflacionarias, y asegurándose que los instrumentos de política monetaria y la infraestructura del mercado monetario estén disponibles.

Para sostener un crecimiento robusto más allá del corto plazo, Bolivia tiene que seguir invirtiendo en sus recursos naturales, pero también debe acelerar el proceso de diversificación de la economía. El desafío para el Gobierno es crear un ambiente para que esto suceda y este proceso no puede ser responsabilidad exclusiva del sector público. El sector privado debe asumir su papel también, y asimismo esto requerirá de una mejora en el clima de negocios.

Los logros económicos de Bolivia en la última década son muchos. A medida que la economía mundial pasa por las tres grandes transiciones mencionadas, conservar y expandir estos logros requerirá un cuidadoso manejo de las políticas macroeconómicas y estructurales en los años por venir.

Ravi Balakrishnan

Es el jefe de misión del FMI para Bolivia.

Fabian Bornhorst

Es el representante residente del FMI para Bolivia. El informe del FMI sobre Bolivia fue publicado en diciembre de 2015.