La economía del 1%
Los datos de este estudio son aterradores. Solo 62 personas poseen la misma riqueza que 3.600 millones de personas, las que constituyen la mitad de la población más pobre.
Al igual que el año pasado, Oxfam, que es una confederación internacional de 17 organizaciones que trabajan junto a organizaciones sociales y comunidades locales en más de 90 países, presentó un informe sobre la riqueza y desigualdad en el Foro Económico Mundial, encuentro que se realiza anualmente en Davos, Suiza, con la participación de aproximadamente 2.500 líderes políticos y de negocios de 100 países, y cuyo tema este año se llamó “Dominando la Cuarta Revolución Industrial”.
La entrada para ingresar a este foro cuesta $us 20.000, y una estadía corta en Davos puede costar otros $us 20.000. Tan solo el ticket de entrada para este evento representa 100 veces más que el ingreso per cápita de Malawi, según los indicadores del Banco Mundial, por lo que es un poco difícil que los participantes del Foro de Davos entiendan, o por lo menos escuchen, el informe de Oxfam, que este año se titula: Una economía al servicio del 1%.
En general los informes sobre la desigualdad económica son bien recibidos por todo el mundo, en especial por la comunidad académica, como el best seller de Thomas Piketty El capital en el siglo XXI, que hizo que los economistas digamos: “todos somos Piketty”. Sin embargo, tras su publicación no pasa nada con la realidad, no cambiamos de actitud ni de enfoque para enfrentar el problema de la desigualdad hasta que un nuevo informe nos vuelve hacer remecer, como en esta oportunidad, y volvemos a decir “todos somos Oxfam”.
Los datos de este estudio son aterradores. Solo 62 personas poseen la misma riqueza que 3.600 millones de personas, las que constituyen la mitad de la población más pobre. El problema es que después de la gran crisis financiera de 2008, resulta que la riqueza en manos de esa minoría se incrementó en 44% en cinco años; mientras que la riqueza de esa mayoría de pobres se desplomó en 41%. Desde principios de siglo, el 50% de la población se ha beneficiado solo del 1% del incremento de la riqueza mundial, mientras que el 50% de esa nueva riqueza ha ido a parar al 1% de la población.
Esta es la mejor forma de demostrar que las políticas de ajuste y de austeridad del FMI, destinadas a salvar a los países en crisis, beneficiaron a los más ricos y desfavorecieron a los más pobres. Tremendo déficit fiscal y endeudamiento público para no solo rescatar, sino beneficiar a ese 1%.
El quid del asunto está en que el problema de la desigualdad aparece como un problema ético y moral y no como un problema económico; además figura especialmente como un resultado, deseado o no, de las políticas de ajuste y austeridad aplicadas. Los que tienen que leer el Informe del 1% son los organismos internacionales que asesoran a los países, recomendando reformas estructurales. Así, primero exigen que flexibilicen el mercado de trabajo, para tener bajos salarios y aumentar la competitividad. Segundo, devaluar la moneda para aumentar la competitividad de las exportaciones, logrando que todos devalúen.
Tercero, vender las empresas públicas a precios irrisorios para dar paso a los nuevos emprendedores, sobre todo extranjeros. Después, sugieren bajar los impuestos para fomentar la inversión privada extranjera, resultando que todos los países compiten ofreciendo incentivos tributarios. Terminan recomendando bajar los costos o los gastos de pensiones, aumentando la edad para la jubilación o recortando los beneficios adquiridos. Y al final del día se sorprenden que aumente la concentración del ingreso y que se beneficie a ese 1% a costa de la mayoría de la población. Pareciera que algunos economistas realmente están al servicio de ese 1%.
Es ex-presidente del Banco Central de Bolivia (BCB).