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Como quien oye llover

Ya no nos causa asombro escuchar las noticias que confirman que cada año que pasa batimos un nuevo récord de temperatura a nivel global. Quince de los 16 años más cálidos registrados han ocurrido desde 2001, y, según datos oficiales de la NASA y de la Administración para el Océano y la Atmósfera de Estados Unidos (NOAA), 2015 fue el año más caluroso en todo el registro histórico, superando con un amplio margen el récord de 2014 y situándose 0,9°C por encima de la media del siglo XX.

¿Qué podemos esperar de 2016, un año que comienza con la influencia del fenómeno de El Niño y sigue esta tendencia creciente de calentamiento global? En lo que va del año ya se han reportado pérdidas de cultivos debido a las sequías, fuertes lluvias y olas de calor que están golpeando a distintas regiones del país, poniendo en riesgo a la producción agropecuaria. Persiste la amenaza de inundaciones por el exceso de lluvias que podría presentarse hasta marzo, y existen altas probabilidades de que las condiciones de este año sean favorables para exacerbar los riesgos de incendios forestales en el país.

Tampoco sorprende que a pesar de los aparentes esfuerzos y acuerdos alcanzados a nivel global para luchar contra el cambio climático, las emisiones de gases de efecto invernadero continúen aumentando, al igual que sus impactos, situándonos en un escenario cada vez más alejado de la meta de no superar el incremento de 2°C en la temperatura promedio del planeta por encima de los niveles preindustriales, propuesta en el reciente Acuerdo climático de París. Estamos influyendo en tantos aspectos del planeta con nuestras actividades a un nivel comparable a las fuerzas de la naturaleza, al punto que los científicos consideran que hemos entrado a una nueva época geológica llamada Antropoceno, o edad del hombre.

En ocasión del aniversario de la aprobación de la actual Constitución Política del Estado, más allá del balance de los logros y tropiezos de la última década, preocupan los desafíos que plantea integrar las necesidades de desarrollo y preservación de la naturaleza para alcanzar la visión del Vivir Bien que proclama la Carta Magna en un contexto de crisis climática, conflictos sociales e incertidumbre económica a nivel mundial. Corresponde exigir avanzar de los discursos y planes a acciones que muestren cambios tangibles en nuestro entorno; repensar nuestra forma de vida y ser más conscientes de nuestras elecciones como ciudadanos; salir de esa cómoda indiferencia con la que oímos sin escuchar las voces de alarma del planeta, como quien oye llover.