Armando Loaiza
Como diplomático, Armando Loaiza puso en práctica el consejo de construir puentes y no murallas
En nombre de tus compañeros que trabajaron contigo en la Cancillería boliviana, me permito despedirte con gran congoja. Tú fuiste uno de los mejores funcionarios diplomáticos que ha dado el país. En tu larga carrera diplomática, de unos 35 años, siempre demostraste tu honestidad intelectual, tu experiencia y tu excelente preparación. Por ello, tu representación en los países donde ejerciste una misión diplomática fue siempre valorada, porque lo hacías con señorío y dignidad.
Sin embargo, cabe destacar sobre todo tu labor como canciller de la República. Estuviste solo siete meses en el cargo, pero tu función en él ha trascendido, y por eso has sido reconocido como uno de los mejores ministros de relaciones exteriores de los últimos años. Comenzaste tu gestión con un pensamiento fundamental, el de buscar la mejor relación posible con todos los países, especialmente con los fronterizos. Se podría decir que seguiste, sin saberlo, el consejo del papa Francisco de construir puentes y no murallas. Pero lo más destacable de tu labor en ese ministerio fue tu interés en buscar una mayor vinculación con Chile.
Cuando asumiste el cargo, la relación con ese país era fría y casi sin contactos. Parecía que los gobiernos anteriores desearon mantener a los dos Estados de espaldas uno del otro. Y algo incomprensible, querían que el enclaustramiento fuese palpable. De este modo, había muchas trabas para viajar a Chile; se exigían pasaportes y visas permanentemente. Parecía que no se comprendía que nuestros tres puertos principales eran chilenos, Arica, Iquique y Antofagasta. Y había muchísima gente que debía viajar permanentemente a esos puertos por asuntos económicos y comerciales. Pues bien, pronto determinaste que se debía tramitar la eliminación de esas absurdas trabas. Y ahora se puede viajar simplemente con el carnet de identidad, como se hace en la Unión Europea. Además, te preocupaste para que se actualicen los Acuerdos de Complementación Económica (ACE 22), con el fin de que Bolivia tuviese un mayor mercado para sus productos en Chile.
Empero, lo más importante, te esmeraste para que los dos países pudiesen conversar sobre la cuestión marítima. Para ello cultivaste una buena amistad con el canciller chileno de entonces, don Ignacio Walker. Este ministro era nieto de don Horacio Walker Larraín, quien había intercambiado con nuestro embajador don Alberto Ostria Gutiérrez las célebres notas de 1950. Y por este motivo, Ignacio Walker sentía gran aprecio por nuestro país. Es entonces que le pediste que en la reunión de Consultas Políticas que se llevaría a cabo en Iquique se incluyese el tema marítimo.
Vale la oportunidad para destacar la posición del subsecretario de relaciones de Chile, don Cristián Barros. Él expresó en Iquique que desde hacía muchos años su país ya tenía una solución para ese problema: un corredor al norte de Arica, con continuidad territorial desde Bolivia hasta el mar, con plena soberanía; eso sí, agregó, era menester que haya un canje de territorios, porque no habría ningún chileno que aceptara la reducción del territorio de su país. Con este entendimiento, abriste una puerta que nos podía conducir al mar. Y gracias a ella, el presidente Evo Morales fue recibido con gran entusiasmo en Santiago. Lamentablemente, unos imponderables que se sucedieron posteriormente cerraron dicha puerta, y Bolivia se sintió obligada a llevar el tema marítimo a la Corte Internacional de Justicia, en La Haya.
No obstante, tu obra no concluyó cuando dejaste la Cancillería, porque continuaste explicando en los medios de comunicación y en los círculos académicos tu posición integradora. Por ello, querido Armando, tus compañeros de Cancillería siempre te recordaremos con gran cariño y admiración. Pero hay otro grupo que te recordará de igual manera, los de Prometeida, donde también te destacaste por tus excelentes disertaciones sobre temas internacionales, en los cuales demostraste tu gran fe en los destinos de Bolivia. Querido Armando, descansa en paz.