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El legado de Carlos

Hubo un ausente en las celebraciones del décimo aniversario del proceso boliviano, el licenciado Carlos Villegas, quien un año antes perdía la vida víctima de un cáncer agresivo. Conocí a Carlos cuando era ministro de Planificación. Eran las semanas posteriores a la crisis financiera del subprime, una de las más fuertes del capitalismo internacional, y ambos fuimos invitados por la periodista Amalia Pando a un muy buen programa en Bolivia Tv. Yo era embajador de Bolivia ante la Unión Europea. Como ahora, se hablaba de la posible debacle de nuestra pequeña economía ante, en ese momento, la caída estrepitosa de los bancos de inversión, los gigantes que manejan los hilos del mundo, en paralelo a la bajada de los precios del petróleo.

A modo de diálogo hicimos una puesta en contexto de la economía nacional en esa crisis. Carlos demostró en ese programa la solidez de un economista de clase mundial. Tranquilo, el licenciado Villegas dio una cátedra del porqué Bolivia capearía esa crisis, recordando de paso que el sistema capitalista es por naturaleza cíclico. En otras palabras, las crisis, estos ajustes estructurales, están inscritos dentro del código genético del capitalismo. Meses más tarde, Carlos fue llamado de urgencia por el presidente Evo para tomar las riendas de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB), la nave almirante del proceso, sumida en la peor crisis de su historia.

Lo que Carlos hizo desde ese momento fue sensacional. Tomó una empresa con oficinas en estado lamentable, con un conglomerado desordenado de subsidiarias recién nacionalizadas, con graves problemas de organización y recursos humanos y un desafío pendiente de la Agenda de Octubre. Durante el periodo 2009-2015, la empresa multiplicó su tamaño hasta tener una facturación anual de $us 10.000 millones con una fuerza de trabajo de 4.000 personas. Para ubicarnos, es bueno recordar que el YPFB previo a la capitalización (1995) facturaba $us 600 millones anuales con más de 5.000 funcionarios. En otras palabras, Carlos llevó a YPFB al siglo XXI, con métodos de gestión modernos, juventud y, sobre todo, con la tranquilidad, simplicidad y sonrisa permanente con todos los colegas de yacimientos. Hoy, YPFB es la empresa más grande del país, “la madre de la economía boliviana”, como la llama el vicepresidente Álvaro García Linera y una “multilatina”, una de las empresas latinoamericanas más grandes y rentables de la patria grande.

Listar los logros tomaría mucho tiempo. Tomemos dos: primero el haber hecho que Bolivia, un país enclaustrado injustamente por una guerra de conquista, encare el desafío de la petroquímica (las plantas de separación de líquidos, la planta de fertilizantes y la futura planta de plásticos), cuando la falta de acceso al océano es precisamente una limitante mayor. Así cumplió el mandato de la Agenda de Octubre (industrialización) dando a Bolivia una proyección en la economía regional y mundial. Segundo, el haber cumplido el mandato del presidente Morales de “gas para los bolivianos”. Para ello se cuenta con una red de gasoductos de primera, dedicada exclusivamente al mercado nacional, con un consumo total que se ha multiplicado por cinco desde 2010.

Bolivia es todavía un país donde el culto al “antihéroe” es muy fuerte. Carlos dio su vida para salvar, construir y desarrollar YPFB, consciente del rol de las “industrias industrializantes” (en palabras del economista Samir Amin), a quien el expresidente de Yacimientos citaba. Tal como lo hizo el presidente Evo, es importante recordar a este joven de Villazón, quien un día emigró a La Paz para estudiar una de las carreras más lindas que hay. Sin esa valiente decisión del joven Carlos en los años 70, mucho me temo que la base económica que trajo para Bolivia el joven dirigente cocalero Evo Morales en los años 90 no se hubiese dado nunca. Carlos fue un héroe por donde quiera que se lo mire.