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¿Por qué me crees tonto?

Una chica joven y bronceada me entrega un volante en la plaza Abaroa. Es mediodía de sábado, hace calor y las campañas por el Sí y por el No elevan la temperatura de las calles paceñas. “El pasado no volverá”, me dice mientras me sonríe. Medio dormido y con ch’aqui fulero, devuelvo la sonrisa y acepto el pasquín, pensando que la vaina es por el Sí. Me siento en la sombra de la plaza y leo: “Los gobernantes del pasado y la vieja forma de hacer política no volverán. ¿Por qué subestiman nuestra conciencia y nuestra memoria? ¿Por qué nos creen tontos? Gracias, pero no siempre”.

La propaganda es de Sol.bo y argumenta su opción por el No en base a conceptos como renovación, transformación, valor de la palabra, conquistas logradas, oportunidades, valores de los pueblos milenarios, ética, derechos humanos, Madre Tierra, conciencia y memoria. Con resaca estoy pero todavía me acuerdo de las campañas exitosas de la derecha en Venezuela y Argentina. ¿No hicieron lo mismo y ganaron mamando al personal? Hace rato que los gurús de la mercadotecnia electoral han dictado sentencia: la derecha volverá enarbolando las banderas históricas de las izquierdas. Y autopresentándose como el cambio, lo nuevo. Y así fue: la derecha travestida y maquillada oculta sus intereses y privilegios de toda la vida y alza nuestras banderas: mujer, indígena, Pachamama, derechos sociales, libertad, soberanía… los de abajo. En su desfachatez mentirosa ayudados por sus “menti-medios” y sus periodistas sicarios “independientes” han redoblado la apuesta y tratan de identificar al presidente Evo y el proceso de cambio con el pasado, con lo viejo, con lo corrupto, con lo soberbio. No tienen sangre en la cara.

La campaña electoral rumbo al 21F (plebiscitario, sin querer queriendo) mira para atrás y el ganador será quien logre adjudicar el pesado fardo del pasado al rival. Los indecisos (entre un 15% y 20% del electorado) tienen la sartén por el mango. Y entre ellos, los nuevos votantes, esos changos que solo han conocido a Evo y a Álvaro, como presidente y vice. La nefasta y larga noche neoliberal suena a aburridas batallitas del abuelo. ¿Cuántos de esos muchachos y muchachas acabarán comprando el marketing electoral de las derechas? En Argentina muchos pisaron el palito del “amor”, la “felicidad” y el “cambio”. Los globitos de colores y los bailes chistosos de Macri sustituyeron a la política. Ahora el lobo muestra su verdadero rostro y los conceptos vacíos han sido reemplazados por 20.000 despidos de funcionarios públicos (más 30.000 en el sector privado), represión, presos políticos (para Milagro Sala, liberación), aumento de precios, subida de la luz en 500%, el regreso del FMI, silenciamiento de periodistas contrahegemónicos… ¿Qué es lo nuevo, viejo?

En Venezuela fueron más lejos aún. La derecha ganó la mayoría de la Asamblea Nacional y lo primero que hicieron fue bajar los retratos de Bolívar y Chávez. En la plaza, Abaroa me apunta con el dedo y me pregunta: ¿a mí también me van a bajar? Macri ha ordenado poner animalitos en los nuevos billetes en sustitución de los próceres. San Martín molesta, Evita jode (otra vez), Juana cabalga de nuevo, Perón da un grito de corazón y Néstor vive. ¿Me prometes, chica joven y bronceada, que no bajarán los retratos del Che, de Túpac Katari y Bartolina Sisa del Palacio de Gobierno cuando algún día vuelvan? Dice la derecha que van a hacer mejor las cosas, que van a respetar lo conquistado. La chica joven y bronceada también me lo dice: el pasado no volverá. Me compro un helado de canela y la busco. Todavía está en la misma esquina de la plaza. Le devuelvo su pasquín “colorinchi” y le digo: tienes razón, el pasado no volverá. Eso solo pasa en las películas gringas. Nuestros héroes y heroínas (de ayer y de hoy) son presente y futuro. ¿Por qué me crees tonto?