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¿Solidaridad con Siria?

/ 8 de febrero de 2016 / 04:00

La ayuda de $us 9.800 millones decidida días atrás en la conferencia de Londres por los donantes es una excelente noticia, que demuestra la toma de conciencia de una parte de la comunidad internacional frente a la tragedia de los refugiados sirios. Desde que hace cinco años estalló el conflicto es la primera vez que se prevé actuar con tanta ambición. Pero se trata de una declaración de principios, y siempre hay un abismo entre las promesas y la realización en términos de plazos y de disponibilidad financiera. Además, no sabemos cómo se va a repartir este dinero ni quién lo va a gestionar en el terreno. Es obvio que los países (sobre todo Turquía, Líbano y Jordania) que van a recibir las financiaciones no querrán un control drástico sobre su utilización; las ONG y otras asociaciones de ayuda que se encuentran en el terreno tampoco podrán actuar mucho a este nivel. Sea lo que sea, más allá de esta decisión generosa de ayuda, ninguna solución política parece hoy posible: la comunidad internacional da por hecho el mantenimiento del régimen de Bashar Al Asad como escudo frente a los terroristas del Estado Islámico; la oposición democrática siria está más dividida e impotente que nunca y, sobre todo, incapaz de actuar en el campo de batalla.

En la reunión de Londres, vemos a Kuwait dentro de los donantes, pero hay muy pocos países árabes, y Arabia Saudí no destaca por su generosidad. Además, sigue apoyando al grupo opositor Al Nusra, bombardeado por Rusia, y que representa a Al Qaeda. Ahora bien, si no hay solución a corto plazo, la ayuda actual no bastará para mantener a los 4,6 millones de refugiados, y menos aún a los 5 millones que se encuentran atrapados entre los beligerantes en el territorio sirio.

Las posibilidades de salida del conflicto no son aleatorias: primero hay que liquidar al EI. Eso parece poco factible rápidamente. Los bombardeos lo han debilitado, pero se adapta expandiéndose en el terreno. Los únicos que lo pueden vencer son los soldados de Al Asad, y éste no quiere liquidar ahora al EI. Tiene intereses comunes con esa organización, pues sabe que las poblaciones de estas regiones no aceptarán volver a su dominio. Cuenta además con la garantía de Rusia, cuya estrategia reposa sobre la convicción de que la democracia en Siria es hoy en día imposible. EEUU, por su parte, parece compartir este punto de vista ruso y ha declarado que no apoyará a la supuesta oposición.

Puede que sea esta misma constatación la que ha conducido a los países donantes a actuar a gran escala. Muchos de ellos piensan que la condición actual de los refugiados va a durar y que, para evitar los flujos hacia Europa, hay que estabilizarlos en los países fronterizos. Es, en realidad, la obsesión principal de los países europeos, por lo menos de los que no quieren ver llegar a los refugiados.

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Hacia el caos

El objetivo de destruir los Estados-nación más o menos progresistas ha tenido un gran éxito

/ 15 de septiembre de 2013 / 04:00

Barack Obama ha decidido pedir al Congreso su autorización para bombardear Siria, tanto porque la negativa del Parlamento británico a apoyarle ha debilitado su postura como por su fracaso ante el Consejo de Seguridad. EEUU no ha declarado formalmente la guerra a Siria; la autorización que Obama requiere es, por tanto, atacar un país soberano fuera de la legalidad internacional. La excusa es el supuesto uso de armas químicas por parte de Al Asad contra los insurgentes.

Todos los argumentos a favor y en contra de la intervención norteamericana son conocidos. Lo que sigue oculto es tanto el telón de fondo de la voluntad guerrera de EEUU como los objetivos a largo alcance de su estrategia.

Primero: es obvio que la autorización que pide Obama le va a proporcionar, violando la ley internacional, la posibilidad de atacar un país extranjero, implicando a demócratas y a republicanos. En lo que respecta a la violación de la legalidad internacional, nada nuevo bajo el sol: desde el siglo XIX, EEUU ha repetido este patrón decenas de veces en América Latina y otras partes del mundo. Sabemos que los “libertadores” desinteresados no existen. Segundo: emerge así la alianza estratégica entre EEUU, Arabia Saudí (que ayuda en el terreno a los insurgentes) e Israel, que busca el debilitamiento del régimen alauí, principal aliado del enemigo número uno de Israel: Irán. Tercero: si el Estado-nación sirio se derrumba, surgirá automáticamente un nuevo arco suní, es decir, la wahabización de Siria frente al arco chií, que agrupa ahora a Irán, Irak y el sur del Líbano. La caída de Al Asad significará el fin de las armas para los chiíes libaneses, el debilitamiento del Hamás palestino. Para Israel, será un golpe decisivo contra sus enemigos.

Cuarto: desde una perspectiva histórica, es impactante el hecho de que, después de la invasión de Kuwait por parte de Sadam Husein en 1990, EEUU y sus aliados no han dejado de actuar para debilitar y finalmente destrozar los Estados-nación seculares árabes, nacidos a partir de 1950. Desde el fracaso del Egipto nacionalista de Nasser, hemos visto caer, siempre con la intervención de Occidente, Irak en 2003, Libia en 2012 y Sudán, que ha sido partido en dos. Ahora es el turno de Siria. El único Estado de esta categoría que sobrevive es Argelia. Y todo ello en nombre de la democracia y del derecho de injerencia humanitaria (específicamente occidental, pues nunca hemos visto a países débiles ejercerlo sobre los más fuertes). Estos Estados sólo son aceptables si actúan bajo las órdenes de las potencias occidentales, tal y como Sadam Husein hacía cuando estaba en guerra con Irán (los documentos desclasificados de la CIA revelan que esta organización facilitó el gas sarín a Irak para emplearlo contra los iraníes; también se sabe que en 2012 Reino Unido vendió este gas a Al Asad). Sea lo que sea, se puede considerar que este objetivo de destruir los Estados-nación más o menos progresistas, seculares y antiimperiales ha tenido un gran éxito, que ha sido, además, incrementado por las propias aberraciones internas de estos Estados.

Ahora, el gran problema regional para EEUU y sus aliados es Irán; puede que sea el objetivo oculto de la estrategia americano-wahabita en Siria, pues Irán quiere obtener armas nucleares. Lo cierto es que ningún país árabe de la región, empezando por Arabia Saudí y el Egipto de los militares, lo puede aceptar. ¿Será Siria sólo un eslabón en la cadena que conduce a la guerra contra Irán? Se trataría de cortarle a este país el espacio, las alas, haciendo posible (si las negociaciones sobre su uso del material nuclear fracasan) una actuación militar de gran envergadura en su contra.

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