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¿Solidaridad con Siria?

La ayuda de $us 9.800 millones decidida días atrás en la conferencia de Londres por los donantes es una excelente noticia, que demuestra la toma de conciencia de una parte de la comunidad internacional frente a la tragedia de los refugiados sirios. Desde que hace cinco años estalló el conflicto es la primera vez que se prevé actuar con tanta ambición. Pero se trata de una declaración de principios, y siempre hay un abismo entre las promesas y la realización en términos de plazos y de disponibilidad financiera. Además, no sabemos cómo se va a repartir este dinero ni quién lo va a gestionar en el terreno. Es obvio que los países (sobre todo Turquía, Líbano y Jordania) que van a recibir las financiaciones no querrán un control drástico sobre su utilización; las ONG y otras asociaciones de ayuda que se encuentran en el terreno tampoco podrán actuar mucho a este nivel. Sea lo que sea, más allá de esta decisión generosa de ayuda, ninguna solución política parece hoy posible: la comunidad internacional da por hecho el mantenimiento del régimen de Bashar Al Asad como escudo frente a los terroristas del Estado Islámico; la oposición democrática siria está más dividida e impotente que nunca y, sobre todo, incapaz de actuar en el campo de batalla.

En la reunión de Londres, vemos a Kuwait dentro de los donantes, pero hay muy pocos países árabes, y Arabia Saudí no destaca por su generosidad. Además, sigue apoyando al grupo opositor Al Nusra, bombardeado por Rusia, y que representa a Al Qaeda. Ahora bien, si no hay solución a corto plazo, la ayuda actual no bastará para mantener a los 4,6 millones de refugiados, y menos aún a los 5 millones que se encuentran atrapados entre los beligerantes en el territorio sirio.

Las posibilidades de salida del conflicto no son aleatorias: primero hay que liquidar al EI. Eso parece poco factible rápidamente. Los bombardeos lo han debilitado, pero se adapta expandiéndose en el terreno. Los únicos que lo pueden vencer son los soldados de Al Asad, y éste no quiere liquidar ahora al EI. Tiene intereses comunes con esa organización, pues sabe que las poblaciones de estas regiones no aceptarán volver a su dominio. Cuenta además con la garantía de Rusia, cuya estrategia reposa sobre la convicción de que la democracia en Siria es hoy en día imposible. EEUU, por su parte, parece compartir este punto de vista ruso y ha declarado que no apoyará a la supuesta oposición.

Puede que sea esta misma constatación la que ha conducido a los países donantes a actuar a gran escala. Muchos de ellos piensan que la condición actual de los refugiados va a durar y que, para evitar los flujos hacia Europa, hay que estabilizarlos en los países fronterizos. Es, en realidad, la obsesión principal de los países europeos, por lo menos de los que no quieren ver llegar a los refugiados.