El 2015 fue un año complicado. Lo recordaremos como un año en el que aumentó la competencia global para influir en los procesos de transición y consolidación del nuevo sistema internacional en marcha. En este sentido, pudimos observar dos estrategias enfrentadas: por un lado, están los intentos de congelar la tendencia objetiva de la consolidación de un sistema internacional policéntrico y más justo, conservar el liderazgo en el escenario mundial, imponer a otros su voluntad; y por otro lado se registraban los esfuerzos de canalizar esta competición en un marco civilizado, dando prioridad a la necesidad de contrarrestar las amenazas comunes.

El año pasado continuaron y se agravaron muchas situaciones conflictivas (en Siria, Iraq, Yemen, Libia, Ucrania). Todo ello sucedía mientras se intensificaba, de una manera sin precedentes, la amenaza terrorista. Todos nosotros fuimos testigos de los ataques del Estado Islámico, violentos e inhumanos, contra los ciudadanos de Rusia, de los países de Europa, de Medio Oriente, África, Estados Unidos y Asia, que provocaron el éxodo masivo de la población hacia, entre otros destinos, el territorio de la Unión Europea. En ese contexto Rusia intentó actuar de forma activa, como miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, una de las mayores potencias del mundo con una política exterior independiente. Actuó no solo para proteger sus intereses nacionales, sino también para cumplir con su responsabilidad por la situación en el mundo.

Uno de los ámbitos clave de nuestros esfuerzos fue la promoción de la iniciativa del presidente de la Federación de Rusia, Vladímir Putin, relativa a la creación de una amplia coalición antiterrorista con base en el derecho internacional y bajo la égida de la ONU. Las acciones de las fuerzas aeroespaciales rusas realizadas a petición del Gobierno sirio han contribuido efectivamente a cambiar la situación en ese país y a reducir la extensión de los territorios controlados por los terroristas. Al mismo tiempo se esclareció el cuadro general del conflicto, se pudo ver quiénes luchan contra los terroristas y quiénes les hacen de cómplices, intentando usarlos para sus objetivos egoístas.    

Está claro que es imposible vencer el terrorismo solo por la vía militar. Es necesario combinar las acciones militares con los procesos políticos destinados a arreglar los conflictos. En septiembre, cuando Rusia ostentaba la presidencia en el Consejo de Seguridad de la ONU, celebramos una reunión especial a nivel de cancilleres para analizar de manera integral todas estas amenazas, así como las medidas que deberían tomarse para superar los conflictos en Oriente Medio y África del Norte.

Basándose en los principios del equilibrio de intereses, de la supremacía del derecho internacional y del papel central de la ONU, la diplomacia rusa contribuyó al éxito de esfuerzos conjuntos contemplados en la agenda internacional. Por caso, el año pasado concluyó el proceso de destrucción del arsenal químico sirio y se llegó a un acuerdo sobre el arreglo de la situación en torno al programa nuclear iraní. Apoyamos enérgicamente ambas iniciativas, al igual que los pasos dirigidos a eliminar obstáculos artificiales para la comunicación internacional y la participación de cualquier Estado en la vida internacional. Seguiremos siendo fieles al arreglo integral y exclusivamente pacífico de la crisis en Ucrania; y continuaremos contribuyendo al restablecimiento del consenso nacional por los ucranianos y su regreso al camino de un desarrollo sostenible.

Además de fomentar paulatinamente nuestra asociación estratégica y la cooperación integral con China, fortalecimos la cooperación con otros Estados de la región de Asia Pacífico, de América Latina y el Caribe.

Por inercia continúan los intentos de disuadir a Rusia, aunque este rumbo debería pasar hace mucho al archivo de la historia. Continúan los intentos de sacar beneficios unilaterales y de castigarnos por aplicar una política exterior independiente. Naturalmente lo tomamos y tomaremos en consideración, al actuar. No es nuestra elección. Estamos dispuestos a desarrollar la cooperación más estrecha y constructiva con nuestros socios occidentales, incluidos Europa y EEUU; estamos abiertos para desarrollar paulatinamente la cooperación con ellos. La política poco constructiva y peligrosa con respecto a Rusia incluye el incremento del poderío militar de la OTAN cerca de nuestras fronteras y la creación de los segmentos europeo y astático del sistema global de defensa antimisiles de Estados Unidos, en que se involucran países europeos y del noreste de Asia. Calificamos tal proceder como desestabilizador y poco perspicaz.

Partimos de que en el siglo XXI la cooperación multilateral puede basarse exclusivamente en la genuina igualdad, el respeto mutuo de los intereses, el trabajo conjunto en aras de alcanzar los objetivos comunes, que solo es posible resolver los complicados problemas internacionales con el apoyo en el derecho internacional, con el respeto a la diversidad cultural y civilizatoria del mundo actual, del derecho de los pueblos a la autodeterminación.