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El referéndum y la derecha

Hace pocos días en el (de)curso de la campaña política por el referéndum constitucional del 21 de febrero, los correligionarios del No lanzaron desesperadamente una exhortación a los cuatro vientos para que los líderes más visibles de la derecha boliviana no aparezcan, ni por asomo, en el escenario electoral; y más bien escondan su cabeza en la tierra como si fuesen avestruces.

Por caso, un militante por el No exclamó en su cuenta de Facebook: “Políticos opositores tradicionales: Doria Medina, Tuto Quiroga, Sánchez Berzaín y Reyes Villa, en ese orden; no le hagan el juego al oficialismo, cierren su hocico o desaparezcan hasta después del 21F. ¡Si gana el Sí, ustedes serán los directos responsables!”. En la misma línea, otro partidario del No escribió desesperadamente: “Quítenle el iPhone al Samuel, por favor!”. Y así suman otros clamores.

Estos mensajes en las redes sociales reflejan una característica de la actual campaña electoral promovida a favor del No, donde los sectores articulados a la tradicional derecha boliviana están padeciendo el síndrome de Pedro, personaje bíblico que negó tres veces a Jesús para no perecer. Es decir, esta derecha en esta campaña electoral está obligada a negarse recurrentemente a sí misma.

Entonces, hay una pregunta necesaria: ¿por qué esta derecha boliviana apela a su propia negación? Aquí posiblemente está el nudo gordiano. En la presente campaña política su principal dificultad es intentar encontrarse a sí misma, protagonizando el escenario en un territorio que le es aún bastante agreste. De allí su urgencia se suma a una consigna: el No es básicamente una campaña ciudadana bajo las banderas de la democracia.

La derecha sabe que tiene en este referéndum constitucional un momento decisivo para proyectar el deshacerse de Evo Morales (incluso de las esperanzas populares de un cambio más allá y a pesar de su liderazgo), en su afán de perfilar su retorno al poder en 2019. Sin embargo, aquí está la ironía; para ese propósito tiene que esconder su verdadero rostro conservador, y para eso cuentan con la complicidad de la izquierda opositora al Movimiento Al Socialismo (MAS), que bien sabe de esta paradoja. En todo caso, si retorna al poder, dicho rostro se va a exhibir sin ningún aspaviento, como siempre ocurre. Los casos recientes de Mauricio Macri en la Argentina y de José María Leyes en la ciudad de Cochabamba, sin ir muy lejos, son ejemplos inequívocos de este patrón ideológico en la conducta política de la derecha tradicional en el poder.

De allí que sus líderes, ante la posibilidad de la reforma constitucional en cuestión, se camuflan con un discurso ciudadano apelando para ello al asunto de la alternancia en la democracia. Lo cual solo es una cortina de humo que esconde no solamente sus pretensiones políticas, sino, sobre todo, su propio rostro reaccionario. Hasta sopesando con los errores del oficialismo, el miedo al regreso de esta derecha perversa al poder quizás sea la principal razón para que un segmento significativo del electorado se incline por el Sí.

Para combatir eso, la negación de la derecha, si bien la suponemos traumática para sus protagonistas, no tiene nada de inconsciente; más bien refleja una acción deliberada y dirigida a una puesta en escena de la ausencia de su imagen feroz para no espantar especialmente a esos “otros” posiblemente más inclinados en este momento por el No, sin que eso signifique su ruptura con el denominado proceso de cambio.

Es sociólogo.