Creo que el mejor modo de decirle Sí a Evo Morales es decir No a su cuarto mandato. Una democracia no es una monarquía. Un mandato debe terminar. Quien ve el país desde el poder debe volver a verlo desde el llano; para entender de nuevo, sin aduladores, sin comitivas, sin otros filtros que la posibilidad de alzarse, recorrerlo y analizarlo desde abajo.

Si lo que Evo generó fue un movimiento de ideas, un proyecto, debería haber otros candidatos que lleven altas sus banderas sin traicionarlas. Y si no hay nadie capaz de reemplazarlo y postularse en su lugar, esto significa que el proyecto no fue un verdadero proyecto y se basó solo en la capacidad de una persona que no ha sabido generar otros líderes capaces de llevar ideas y proyectos aún más allá. 

En tal caso, un movimiento que no genera pensamiento, cuadros capaces, personas honestas e iluminadas no merece llamarse un verdadero movimiento. Por eso creo que para decirle Sí al movimiento debería decirse No a la reelección. No por Evo, sino por la democracia.

Evo debe volver a ser un ciudadano común, ver el país por un periodo desde abajo, y luego, si lo desea, postularse de nuevo para volver a dirigir los destinos de un país por el que ha hecho tanto. Los límites democráticos no son simples límites “burgueses y formales” que tanto desprecia García Linera. Son esos límites burgueses y formales los que les permitieron a Evo y a García Linera ser elegidos. Si fueron buenos para elegirlos, deberían ser buenos también para limitarlos; no en sus horizontes políticos, sino en sus utilizaciones del poder.

Una democracia no es una monarquía. No debe admitirse el perpetuarse en el poder en una república presidencial. Ese problema fue resuelto en las democracias parlamentarias, con la división de los roles entre el presidente y el primer ministro, quien es el verdadero ejecutivo y que puede ser elegido innumerables veces si tiene mayoría parlamentaria, porque los mecanismos constitucionales están controlados por el Poder Judicial cuyo jefe máximo no es ese primer ministro, sino el presidente. Y dicho presidente no puede ser reelegido en forma continua. En las repúblicas presidenciales el rol del presidente es mucho mayor. Por eso se limita su reelección a dos mandatos.

Decir No a la tercera reelección no significa decir no a los cambios realizados. Significa exigir al MAS renovación de nombres y liderazgos, para que, si el pueblo los vota, puedan dirigir los destinos de Bolivia por más tiempo aún. Y a Evo, decirle que vuelva a ver desde el llano el país que desde hace diez años ve desde las cumbres, a las que no llegan siempre todos los ecos, todas las pulsaciones y necesidades. Sea valiente, Evo, baje de nuevo a conocer la Bolivia real.