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Todo lo contrario

La política se ha transformado de un caleidoscopio de pensamientos a una pantalla blanca y negra, donde el ciudadano está obligado a encasillarse, en algunos casos para mantener la fuente de trabajo, y en otros, para intentar no entorpecer la amistad.

Alguna vez expresé mediante las redes sociales mis dudas sobre un servicio municipal paceño, a lo que recibí como respuesta sugerencias de mi supuesta militancia oficialista. Del otro lado (desconozco si será blanco o negro) ocurre algo similar. Una crítica al “proceso de cambio” causa la censura de los empleados del oficialismo, y que a uno lo clasifiquen en el grupo de los neoliberales o “vendepatria”.

Esta “tendencia” se ha intensificado en las campañas por el Sí y por el No del referéndum de reforma a la Constitución Política del Estado del domingo 21, a tal punto que se está apelando incluso a recursos fáciles y, considero en muchos casos, viles.

Un ejemplo de ello ocurrió con una fotografía entre un compañero de La Razón y otro de Cambio, quienes caminaban por el centro histórico paceño y que fue empleada para insinuar un supuesto alineamiento entre ambos medios de comunicación. Lo cierto es que en el ámbito periodístico, como en cualquier otra labor, se comparte el trabajo y la amistad sin que se inmiscuya la política. Algunos compañeros del gremio parece que lo olvidaron. En otro caso, un medio puso en duda la neutralidad de Elisa Medrano, periodista del suplemento Informe La Razón, en su nota del Anuario 2015, y se sugirió que estaba siguiendo los supuestos parámetros oficialistas de los dueños de la empresa sin siquiera haber obtenido la contraparte, como señala la regla básica de la comunicación.

En algunos casos, lo cual creo que es valorable, se están utilizando propuestas creativas y saludables para la democracia, pero en su mayoría solo son salidas forzadas para intentar menoscabar el honor de alguien, y de esa manera ganar unos cuantos votos por el Sí o por el No.

Durante estos días se están intensificando las campañas para el referéndum, panorama en el que los más perjudicados —aparte de los remezones entre oficialismo y oposición— son los amigos y compañeros de trabajo, como si fuese un delito pensar diferente y al mismo tiempo respetar la ideología.

Si de mí dependiese, organizaría un referéndum (de los muchos en nuestra democracia) para definir si estamos de acuerdo o no con tanta guerra sucia e ideas pobres para ganar votos, aunque creo que también se libraría una batalla mediática similar a la que estamos viviendo estos días. Es por ello que no votaría ni Sí ni No, sino todo lo contrario.

Es periodista de La Razón.