¿Crisis en la eurozona?
Los países de la UE tienen limitaciones que van más allá de la excusa de la camisa de fuerza del euro
El área del euro, o eurozona como también se la conoce, mostró un anémico crecimiento de 0,3% del PIB en el último trimestre de 2015 respecto al trimestre anterior; y aunque uno esperaría que Alemania, como lo ha hecho políticamente, esté liderando su recuperación, curiosamente registró igual tasa de incremento del PIB. Este magro crecimiento promedio esconde las recesiones de Grecia, de Finlandia y posiblemente de Dinamarca, con dos trimestres continuos de crecimiento negativo.
Adicionalmente, a una situación prácticamente de estancamiento económico (con tasas cercanas a cero), le acompaña una inflación también cercana a cero, como la tasa anualizada a enero de 2016 de 0,4%. Y la cereza que redondea este panorama desolador del área del euro fue la tasa de desempleo del 10,4% a diciembre de 2015, que esconde una Alemania casi de pleno empleo con 4,5% y una Grecia y España por encima del 20%.
La buena noticia es que la eurozona registró en 2015 un récord en su superávit comercial de € 246.000 millones ($us 274.000 millones) debido a un buen crecimiento de sus exportaciones de 5%, mientras que sus importaciones crecieron en 2%. Y tal vez la explicación que estaríamos buscando de por qué a Alemania se le considera el motorcito del área del euro es porque ha alcanzado un superávit superior a la eurozona de € 252.000 millones ($us 280.000 millones). Sin embargo, el superávit de la zona encubre a los países deficitarios como España, Francia, Grecia y Portugal; en cambio Italia, que formaba parte de los PIGS (Portugal, Italia, Grecia y España), es el país con el tercer superávit más alto después de Holanda.
El problema de fondo es que un área monetaria común, con el euro como moneda, no significa que los países tienen que tener un superávit ni un déficit comercial común. Empero, como los países individualmente no pueden mover su tasa de cambio, no pueden realizar su ajuste externo incentivando exportaciones y contrayendo importaciones. Sin embargo, el euro, desde junio de 2014 (cuando la Reserva Federal de Estados Unidos amenazó con subir su tasa de interés, que terminó con una mini subida en diciembre de 2015) se depreció de $us 1,4 a $us 1,10 por un euro a fines de 2015, reflejando una devaluación del 20%. Y el impacto de esta devaluación en la balanza comercial de cada país de la eurozona fue diferenciado, puesto que las exportaciones crecieron a distinta velocidad en la mayoría de los países, con excepción de Grecia y Finlandia, cuyas ventas al exterior cayeron en 5% y 4%, respectivamente.
El mito de que Alemania se aprovecha de la eurozona para beneficiarse a sí misma parece que no es tan claro en materia del comercio de bienes. Casi dos tercios del superávit comercial de Alemania en 2015 fueron logrados con los países europeos ajenos a la Unión Europea o del resto del mundo.
Por tanto, los países de la eurozona tienen potencialidades y limitaciones que van más allá de la excusa de la camisa de fuerza del euro, es decir, un problema de productividad. De no tener una moneda común, cada país, como lo hicieron en Sudamérica los bancos centrales periféricos, hubiera depreciado su moneda en un juego muy lejos del fair play y que recuerda a las devaluaciones competitivas después de la gran depresión de 1929 y la crisis financiera de 2008.
Además, como bien dijo el Ministro de Finanzas de Finlandia al The New York Times: “La devaluación es como el dopaje”, caricaturizando que los beneficios que ofrecería serían apenas temporales. Bolivia debería acusar a la FIFA el doping cambiario de algunos países vecinos.
Es ex-presidente del Banco Central de Bolivia (BCB).