Una de las líneas en las que se basa la campaña de Donald Trump es que el acuerdo nuclear con Irán fue “horrible”. Estoy empezando a preguntarme si eso es verdad, pero en un sentido opuesto a lo que él quiere decir. Irán terminó con un acuerdo mucho peor que el que esperaba. Recordemos que Teherán entró en las negociaciones en los vertiginosos días de precios altos del petróleo. Sin embargo, tal como están empezando a descubrir los iraníes, existe un nuevo mundo allá afuera.

Pongámonos en el lugar de Irán. La República Islámica tomó en serio las negociaciones y eventualmente firmó un acuerdo provisorio en 2013. Ese año el precio del petróleo oscilaba en torno a los $us 100 por barril. El gran rival de Irán, Arabia Saudita, estaba prosperando con una economía que había crecido cerca del 6% en 2012.

Al gastar generosamente en el país y en el extranjero, su presupuesto de 2013 había aumentado hasta en 19%. Mientras tanto, Irán se encontraba aislado con una economía menguante. La recompensa real para Teherán no era la devolución de sus fondos que han estado congelados en bancos en Asia y Europa debido a sanciones internacionales (en conjunto cerca de $us 100.000 millones). Era el volver a los mercados como el segundo mayor productor de petróleo de Oriente Medio y cosechar las riquezas del boom. En 2010, funcionarios iraníes predijeron que en 2015 los ingresos petroleros y los procedentes del sector del gas podrían alcanzar $us 250.000 millones anualmente. Y contaban con esas elevadas proyecciones de ingresos cuando estaban haciendo sus concesiones.

El mes pasado, el petróleo de Irán comenzó a fluir en el mercado, con precios menores a los $us 30 por barril. La agencia de noticias Bloomberg News calcula que Irán está obteniendo $us 2.350 millones al mes por sus ventas de petróleo. Esa no es exactamente la recompensa que esperaba la República Islámica por renunciar a su programa nuclear.

Aun así, es probable que Irán sea capaz de manejar la caída del crudo mejor que muchos de los otros Estados petroleros. Su economía se ha diversificado hasta cierto grado y, gracias a las sanciones internacionales, hay una gran resiliencia tanto en la economía como en la sociedad, tal como señala Moody’s. Y ese no es el caso en varios otros grandes países que están tambaleando bajo el martillazo de la caída de los precios del petróleo.

Observemos a la nación vecina, Irak. El periodista estadounidense del New York Times Tim Arango evoca la imagen de un país “en medio de una guerra costosa contra el Estado Islámico, que ahora está enfrentando una catástrofe económica causada por el colapso del precio del petróleo, lo que supone más del 90% de los ingresos del Estado iraquí”. Señala que casi 8 millones de iraquíes dependen de los sueldos estatales, que suman aproximadamente $us 4.000 millones por mes. Los ingresos totales del petróleo actualmente son menores a los $us 3.000 millones mensuales. Un político iraquí superior me dijo que tal vez Irak no sobreviva como nación si los precios del crudo se mantienen bajos por mucho tiempo.

En el resto del mundo, Venezuela, que ha sido mal administrada durante largo tiempo por Hugo Chávez y ahora lo es por su sucesor, se encuentra al borde de la suspensión de pagos. Su economía se contrajo en 10% el año pasado; se espera que disminuya un 8% adicional este año, y actualmente la tasa de inflación está alcanzando niveles similares a los de la República de Weimar con un 720%, de acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Matt O’Brien, del Washington Post, escribe: “La única pregunta ahora es si el Gobierno o la economía de Venezuela colapsará primero”.

Cuando se le preguntó recientemente a la presidenta del FMI, Christine Lagarde, qué la mantiene despierta durante la noche, ella mencionó a los petro-Estados como Nigeria, donde el 90% de las exportaciones y el 60% de los ingresos del Gobierno provienen de las ventas del petróleo. Boko Haram, que surgió de esta crisis, superó al Estado Islámico como el grupo terrorista más mortífero en 2014; asesinó a 6.644 personas.

Mientras el Gobierno de Nigeria lucha contra Boko Haram en el norte, también enfrenta la posibilidad de violencia renovada en el sur en el Delta del Níger, en donde reside gran parte del petróleo del país. En su peor forma, la insurgencia sureña clausuró la mitad de la producción petrolera de Nigeria. La insurgencia finalizó con una frágil paz y amnistía para los insurgentes en 2009. Pero el Gobierno no tiene el dinero para cumplir muchas de sus promesas. Actualmente podría terminar luchando contra dos movimientos brutales que podrían destrozar su país.

Hay otros petro-Estados no tan cuestionados como éstos, pero la mayoría de ellos con problemas. Los economistas dicen que la respuesta es aceptar reformas estructurales, apartar a las economías de los recursos nacionales e invertir en otras industrias y capital humano. Es difícil hacerlo en cualquier momento, pero especialmente duro cuando tu país se encuentra en caída libre.

En cualquier caso, las naciones productoras de petróleo en todas partes tienen gobiernos que necesitan dinero con urgencia, simplemente para pagar salarios y cumplir con las obligaciones básicas. Eso significa que producirán petróleo lo más que puedan, lo que se suma al actual suministro y mantiene los precios bajos. Bienvenidos al nuevo mundo del petróleo barato y la política peligrosa.

Es periodista indo-estadounidense. 

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