Creo que es tiempo de citar, una vez más, a W.B. Yeats: “Todo se desmorona; el centro no resiste; la mera anarquía se adueña del mundo entero”. Pero esta vez de verdad parece ser que el centro político está bajo una presión intensa en todo el mundo occidental, tanto desde la izquierda como de la derecha.

En Gran Bretaña, el gobierno de centro-derecha de David Cameron está enfrentando una rebelión sobre la membrecía de su país en la Unión Europea. En Alemania, la amplia coalición izquierda-derecha de Angela Merkel está siendo duramente atacada por su manejo de la migración. En toda Europa, los gobiernos que ocupan el terreno central se encuentran luchando contra movimientos ideológicos enraizados desde la extrema derecha y la extrema izquierda.

En Estados Unidos, los centristas también están bajo asedio. Hillary Clinton está enfrentando el desafío más serio desde la izquierda que ha tenido lugar en décadas para una demócrata. Del lado republicano, la mayoría de los moderados han colapsado. Actualmente, el establishment (grupo dominante) del Partido Republicano se está uniendo en torno a Marco Rubio, quien, cuando fue elegido como asambleísta, fue descrito como el primer senador del Tea Party, el ala extrema republicana.

Los populistas y radicales han ocupado espacios que los grandes partidos han dejado libres. Luego del fin de la Guerra Fría, los partidos políticos occidentales comenzaron a moverse hacia el centro; entre otros, el Partido Laborista Británico, los partidos socialistas italianos y de Francia, y los demócratas de Estados Unidos (Geoffrey escribe sobre el fenómeno en Europa en la revista The National Interest). El Partido Republicano es una excepción parcial de esta regla. Sin embargo, los últimos dos presidentes del Partido Republicano, los Bush, gobernaron desde el centro, ciertamente lo suficiente para enfurecer a sus partidarios conservadores y alimentar insurgencias (los problemas de George W. Bush estaban más relacionados con la competencia que con la ideología. Promulgó una reducción de impuestos desastrosa; además de eso, era un gran gastador, apoyó las normas educativas y expandió Medicare).

¿Por qué razón los centristas son tan vulnerables? La realidad es que estos políticos moderados han tenido un buen desempeño en las décadas recientes. Echemos un vistazo a los desafíos que han enfrentado: el fin de la Guerra Fría, la integración de Europa Oriental, la guerra en los Balcanes, el surgimiento de competidores económicos, la crisis económica asiática, los atentados del 11 de septiembre de 2001, la crisis financiera global, entre otros. Los gobiernos occidentales han logrado conducir sus países en estos tiempos difíciles con destreza, al mantener la paz, hacer crecer sus economías y adaptarse a una nueva era tecnológica.

El problema es que mientras pueden ser competentes, los centristas son tipos prácticos y aburridos. Y siempre hay una búsqueda del romance en la política. Incluso en medio del éxito centrista, todavía hay suficientes problemas para impulsar a los románticos que creen que la respuesta es una revolución. Para Bernie Sanders, es una revolución desde la izquierda; para Ted Cruz, es una revolución desde la derecha; y Donald Trump mezcla y combina casi mágicamente las furias de ambos extremos del espectro.

David Miliband, el exsecretario de Asuntos Exteriores británico, sigue siendo el portavoz más eficaz para la moderna centro-izquierda europea. Él argumenta que las rebeliones de la izquierda y de la derecha derivan de la misma fuerza: la globalización. “La derecha no tiene una buena respuesta al problema que la globalización desgasta las identidades de las personas. La izquierda no tiene una buena respuesta al problema que exacerba la desigualdad”, afirma. Esto deja a los políticos tradicionales luchando para aferrarse a sus partidarios, mientras los forasteros prometen respuestas fáciles. “Los mejores carecen de toda convicción”, escribió Yeats, “mientras que los peores están repletos de una intensidad apasionada”.

Las soluciones simples, por supuesto, no son soluciones; y en general, no sucederán. Estados Unidos no va a construir un muro en la frontera con México, tampoco va a deportar a 11 millones de personas, ni va a prohibir la entrada de todos los musulmanes. A su vez, previsiblemente, Gran Bretaña no va a abandonar la Unión Europea. Incluso si la opción de su retiro saliese ganadora el 23 de junio, tal determinación solo iniciaría una nueva negociación con la UE que resultaría en un nuevo arreglo, como ha ocurrido con los daneses y los irlandeses. Además, la Unión Europea no se va a desmoronar porque unos pocos países pongan límites para impedir que los emigrantes y refugiados entren a sus tierras.

Lo que está sucediendo es una parálisis política. Tal vez los radicales y románticos no tengan el poder de derribar el consenso centrista, pero sí pueden colocarlo bajo una fuerte y permanente presión. Cameron pasará los siguientes meses ocupado en oponerse a las fuerzas de los denominados “brexit” (término utilizado para referirse a una posible salida del Reino Unido de la UE). En Estados Unidos, el país y sus líderes políticos han pasado meses debatiendo fantasías. Mientras tanto, entre las actuales opciones políticas, no ha habido una discusión seria sobre los asuntos importantes, como la recesión económica mundial, los déficits masivos en infraestructura, la creciente desigualdad y el cambio climático, entre otros. Yeats estaba equivocado, el centro puede resistir y lo hace, pero solo apenas.