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Marzo, mes del mar

En este mes del mar, permítanme una vez más decir a mis hermanos que existe una tarea de la cual no podemos claudicar, ésta es la reintegración de Bolivia al océano Pacífico, pues no hay nada más importante, nada es más vital, que la cuestión marítima. Olvidar o negar que éste es el mayor problema de la nación boliviana sería como renegar de la propia madre. ¿Y cuál es nuestro papel en este tiempo que nos ha tocado vivir?, honrar a Bolivia, reconstituirla soberana a su heredad marítima, recordando el mandato eterno de la generación del Pacífico: ¡No  os olvidéis el mar¡ Él es nuestra sangre, nuestra alma. Gonzalo Bulnes, historiador chileno, dice sobre la mutilación infringida al país: “Bolivia aceptó la situación con dignidad. Dio un ejemplo de civismo como pocos pueblos latinos lo darían en un caso análogo; no se oyó un reproche contra el Ejército vencido, ni salieron los tácticos a ganar la batalla después de perdida, una nación que da tan altos ejemplos de patriotismo es digna de respeto”.

En este punto es necesario citar al defensor de Bolivia en todo ámbito mientras vivió, hablo de Don Fernando Diez de Medina, quien dijo hace 50 años: “Si te dieron patria libre, patria grande, es por ella y en ella que te realizarás, beberás su amargura y sus desastres, te nutrirán sus vuelos y victorias, le ofrecerás tu honra y tu prestigio. No temerás el servirla, ni a las sierpes de la envidia ni al lobezno del ridículo; hacia donde ella se encamine, se dirigirán tus pasos, verás con sus ojos y escucharás por sus oídos, porque eres sangre de su sangre, arquitectura de sus huesos. Y si la Patria pide puerto, por él fatigarás tus nervios, templarás carácter y tus ansias; te harás digno del mar que espera y desespera, porque él también nos llama y nos aguarda”.

A ello agreguemos nosotros que si nuestra madre pide justicia, es nuestro deber ineludible de buenos hijos escuchar su doloroso clamor y agotar nuestras vidas en ese sacro propósito, pues no se trata de un trauma artificial, ni de un romanticismo estéril, se trata del destino mismo de Bolivia como pueblo y como nación, que no puede existir más tiempo prisionera detrás de sus montañas. Y como el gran hombre antes mencionado, declaro que yo también pertenezco al linaje de los idealistas, de los que sirven a un ideal supremo por el que vale la pena dejar la vida misma. Entonces, hermanos bolivianos, unámonos a este linaje de los que no temen servir a Bolivia en todo espacio y en todo lugar, con todas nuestras fuerzas y mejores energías, solo con la recompensa de saber que con cada acción, con cada palabra, servimos a nuestra santa madre; que mientras exista un aliento de vida en un corazón boliviano, ha de persistir en su clamor de justicia.