Del PumaKatari al abuso de las tarifas
Ahora que tienen las tarifas a su favor, tienen carta blanca para operar con las mismas mañas
Si por algo no hicimos mucho berrinche los paceños ni los medios de información le dieron mucha importancia fue por la subida (y bajada) de los pasajes de minibús, aunque las autoridades municipales prefieran el eufemismo de “reajuste” de pasajes.
La medida nos madrugó mientras estábamos sumergidos en el referéndum de febrero, y en medio del escándalo que implicó a Gabriela Zapata con el presidente Evo Morales. Todo comenzó con algo previsible: cuando el alcalde Luis Revilla conminó a los choferes a presentar una propuesta de servicio “de calidad”, la retribución era la subida de tarifas.
Por años, el sector transportista urbano de La Paz ha reclamado una “actualización” de los precios del servicio sin ofrecer nada en contrapartida. Antes del 22 de febrero, habían subido de facto sus tarifas, incluso a punta de bloqueos callejeros, pinchazos, chicotazos y paro. Sin éxito.
En medio del conflicto quedaba pendiente una negociación con el Alcalde, que —en consonancia con los usuarios— se resistía a negociar una eventual elevación del precio, aunque guardaba en su gaveta un estudio sobre la materia. Pero la propuesta de la “tarifa única” pateó el tablero.
La idea fue fijar tarifas internas, únicas para zonas determinadas, y tarifas largas, para recorridos que traspasen esas zonas, de la norte a la sur, por ejemplo. Aunque algunos usuarios dicen que les conviene, porque tienen que pagar menos que antes en un tramo largo, otros, como es mi caso, pagan más de la cuenta anterior. Y es fácil de argumentarlo.
No siempre las líneas de minibuses tienen una ruta directa de casa a destino (y eso sin considerar que la movilidad diaria de las personas no siempre es entre esos puntos solamente); en muchos casos, los usuarios tienen que caminar cuadras y cuadras hasta encontrar un minibús que los lleve de un punto a otro. O tomar dos minibuses, para optimizar los tiempos en desmedro del costo: dos pasajes, que antes sumaban Bs 3,00 y ahora suman Bs 4,00. Un boliviano más, multiplicado por cuatro personas; hagan las cuentas diarias, semanales y mensuales, además del efecto multiplicador en otras necesidades domésticas. A lo sumo. Y se habla aún de un “reajuste”.
Como lo habrán experimentado las autoridades, no hay forma de regateo ni negociaciones con los choferes. Ahora que tienen las tarifas a su favor, tienen carta blanca para operar con las mismas mañas de antes: trameajes, desvíos o pretextos para no terminar de recorrer sus rutas, cuando dicen que su llanta “está baja” o les “falta gasolina”. Hasta se dan el lujo de alegar que no son máquinas y que solo pueden trabajar ocho horas diarias, cuya consecuencia ya fue el castigo de dejarnos sin servicio nocturno.
Ante las largas filas de usuarios en las noches, la Alcaldía de La Paz improvisó un control sin mucho éxito de parte de la guardia vial. Sin resultados óptimos, tuvo que hacer otra enmienda: crear otras 33 líneas de transporte nocturno que al final no dieron abasto a una treintena de barrios de la ciudad. Y la seguidilla de improvisaciones continuó con el anuncio de otras 10 líneas.
Estamos en eso, a la espera de que al llegar el tercer mes del abuso de las tarifas y el mal servicio de transporte, nuestro calvario cotidiano termine. Es tan distinta la situación en relación a la que siempre aplaudimos, cuando, con mucho tino, la primera gestión de Revilla nos regaló los buses PumaKatari, que nos hizo más dignos y más ciudadanos.