Nuestra Justicia
Las personas hacen a las instituciones y no viceversa. Con esta frase pretendo mostrar lo que veo y espero de la Justicia a partir de las definiciones que se vayan a tomar en la próxima cumbre judicial.
En el último tiempo fueron destapados varios hechos de corrupción por casualidad, denuncia o simplemente porque ya son demasiadas las irregularidades que involucran a autoridades u operadores judiciales en consorcios con fiscales y abogados. Aquellos llamados a garantizar los derechos jurídicos del ciudadano de a pie son quienes los vulneran sin ninguna contemplación, para beneficiarse y favorecer a quien pueda o esté dispuesto a pagar. “La Justicia es para quienes pueden pagar”, otra frase que rescato de quienes son víctimas del sistema, algunos hasta se organizaron para hacer algo de fuerza y hacerse escuchar.
Seguro hay autoridades y operadores de Justicia probos, pero lo que ve la sociedad es, sobre todo, el accionar de los otros, aquellos que rifan sus fallos e inclinan la balanza al mejor postor. Esas personas constituyen hoy el Órgano Judicial, venido a menos y sumido en una crisis que motivó a llamar a una cumbre para analizar cómo salvarlo.
Tal es la crisis que la elección por voto de sus máximas autoridades no significó, a la luz de la realidad, nada en términos de cambio; por el contrario, esas máximas autoridades se sumieron en peleas internas por cargas en medio de denuncias. Esas autoridades hacen a la Justicia.
Seguro es un problema estructural, donde forman parte y tienen su responsabilidad fiscales y policías. Mientras que el ciudadano es la víctima. Hasta ahora, por ejemplo, solo se muestran estadísticas de los delitos reportados o atendidos por la Policía, pero no cuántos fueron resueltos, que seguro sería un medidor para conocer la efectividad de la institución del orden.
Los fiscales salen en su defensa con el argumento de la carga procesal, al igual que jueces, pero no ponen o proponen soluciones. Por el contrario, dan continuidad histórica a lo que cuestionan. El vicepresidente Álvaro García decía en algún momento sobre esto: “negocian con el tiempo”.
La Cumbre Judicial es vista como una salida, ojalá sea así. Pero como vemos, no son las normas ni las instituciones las que van a cambiar, por inercia, la situación actual; es necesario un cambio de actitud o, lo más radical y quizá adecuado, un cambio de personas, un empezar de nuevo de forma progresiva para bien de una sociedad que hasta el momento es víctima de un sistema perverso, operado por, paradójicamente, quienes deberían cambiarlo. Las personas hacen a las instituciones y no a la inversa.