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Un cambio necesario

El paso del fenómeno de El Niño por Bolivia ha puesto una vez más en evidencia la vulnerabilidad del sector agrícola ante las adversidades climáticas. Catalogado como uno de los episodios más fuertes jamás registrado desde que empezó a manifestarse hacia finales de 2015, El Niño ha ocasionado fenómenos meteorológicos extremos en los cinco continentes y récords mundiales de calor, afectando la seguridad alimentaria y los medios de vida de cerca de 60 millones de personas en todo el mundo. En Bolivia, los episodios extremos de sequía, lluvias, heladas y granizadas han causado estragos en la producción agropecuaria en distintas regiones, dejando daños y pérdidas en aproximadamente 72.500 hectáreas de cultivos, 50.443 cabezas de ganado muertas, y 72.511 familias damnificadas a la fecha, según datos del Viceministerio de Defensa Civil. Si bien este fenómeno ya pasó su punto máximo y está en declive, sus efectos continuarán sintiéndose en los próximos meses, por lo que el balance de sus impactos aún es incierto.

A solo unos días de la ceremonia de firma del Acuerdo de París, estos escenarios ponen en relieve la urgente necesidad de redoblar esfuerzos en la agricultura, a fin de lograr los objetivos del nuevo acuerdo climático global y las metas planteadas en las contribuciones previstas en el ámbito nacional para enfrentar el cambio climático. El doble potencial que ofrece este sector en la mitigación y adaptación al cambio climático ha ido cobrando mayor relevancia en los últimos años, volviéndose un aspecto clave en las agendas climáticas y de desarrollo.

A estas cuestiones se suman otros factores demográficos y socioeconómicos: si se mantienen las tendencias de crecimiento poblacional y de consumo, será necesario aumentar la producción de alimentos en un 60% para poder alimentar a una población de 9 billones de personas en 2050, de acuerdo con la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO). La reciente eliminación de la política del hijo único en China podría generar una demanda adicional de alimentos que no está contemplada en estas estimaciones.

El desafío de aumentar la producción de alimentos a fin de garantizar la seguridad alimentaria de la población sin duda requiere esfuerzos importantes y grandes transformaciones, para lograr una mayor productividad y eficiencia en el uso de los recursos, que serán cada vez más escasos. Seguir con lo usual ya no es una opción, necesitamos recurrir hoy más que nunca a nuestras capacidades de innovación para alcanzar un nuevo modelo de desarrollo agrícola sostenible e inclusivo, que nos conduzca a un futuro resiliente y bajo en emisiones y nos permita mantenernos dentro de los límites del planeta.