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Saturday 20 Apr 2024 | Actualizado a 02:15 AM

¿Celebrar el Día de la Madre Tierra?

Es posible convivir con la Madre Tierra de manera respetuosa en armonía y equilibrio

/ 22 de abril de 2016 / 04:25

En marzo se celebraron el Día Internacional de la Vida Silvestre, el Día Mundial Forestal y el Día Mundial del Agua. Hoy, 22 de abril, se celebra el Día Internacional de la Madre Tierra, instaurado por las Naciones Unidas en 2009. Estas fechas son propicias para analizar, reflexionar y tomar mayor conciencia de que la Tierra y sus ecosistemas son el hogar de la humanidad, y acerca de nuestra responsabilidad de cuidarla, tanto en el área rural como urbana.

En el contexto internacional, este año coincide con la ceremonia de firma del Acuerdo de París sobre el cambio climático, a llevarse a cabo en la sede de las Naciones Unidas, en Nueva York. El acuerdo, aprobado por todos los Estados de la Convención Marco sobre el Cambio Climático (COP21) en París el 12 de diciembre de 2015, entre varios otros aspectos compromete a trabajar para limitar el aumento de la temperatura global por debajo de los 2°C, y dados los graves riesgos, a esforzarse por lograr que sea menos de 1,5°C.

En el país, a un año de la Cumbre Productiva Sembrando Bolivia y limitándonos al ámbito rural, se da en un contexto en que los efectos del fenómeno El Niño han disminuido las cosechas del periodo agrícola 2015-2016 en una parte aún no cuantificada definitivamente menor a las aproximadamente 3,7 millones de hectáreas cultivadas a nivel nacional. La escasez de agua para la nueva gestión agrícola y para consumo humano en varias regiones es inocultable; las tensiones entre regantes y el cierre temporal de las compuertas de la represa La Angostura en Cochabamba, la disminución o carencia de agua en lagos y lagunas, como la del Poopó, entre muchas otras; o la sequía en la Amazonía y el Chaco son apenas algunos ejemplos.

Asimismo, pese a los esfuerzos realizados desde diversas instituciones públicas, privadas y organizaciones de la sociedad civil, el desbosque y la tala de árboles, sea en tierras bajas, la Amazonía, el Chaco o los valles, continúa sin pausa. Igualmente la ganadería bovina extensiva y de baja productividad, que según el Censo Agropecuario utiliza la mayor parte de las 13 millones de hectáreas en esta actividad, avanza imparable. A ello se añaden la contaminación de ríos y áreas de cultivos por las actividades extractivas (minería e hidrocarburos, sobre todo), y la erosión y desertificación de suelos, en diverso grado en más del 40% del territorio nacional, por inadecuadas prácticas antrópicas.

No podemos concluir sin reconocer y valorar diversos esfuerzos, iniciativas y experiencias valiosas en todo el país con cambios en el acceso y gestión productiva y sostenible de los recursos naturales. La gestión sostenible y productiva de bosques con diversos productos (castaña, cacao, asaí, majo, etc.) y la implementación de sistemas agroforestales; el riego tecnificado con manejo de cuencas y conservación de suelos y mejora de su fertilidad; la producción en y las carpas solares; la disminución de las emisiones de gases de efecto invernadero a través de biodigestores en la ganadería bovina; la ganadería bovina semiintensiva con silvopasturas con manejo de monte y agua; control de quemas e incendios, entre muchas otras, constituyen ejemplos y modelos productivos a replicar, que señalan que es posible convivir con la Madre Tierra de manera respetuosa en armonía y equilibrio. Así, hay motivo de celebración en el Día de la Madre Tierra.

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Vienen meses críticos para la agropecuaria

Si bien es imprescindible la atención de la emergencia, también urgen respuestas estructurales.

/ 3 de agosto de 2016 / 04:00

Según información del Viceministerio de Defensa Civil, hasta abril, los efectos del fenómeno de El Niño entre 2015 y 2016 a escala nacional serían de 152 municipios con declaratoria de emergencia y/o desastre; 132.796 familias afectadas; 81.203 hectáreas destruidas y 47.151 cabezas de ganado afectadas.

Desde nuestra perspectiva, basados en observaciones de campo y testimonios de las mismas familias productoras de las zonas de cobertura de Cipca, en el occidente del país las familias que tienen sistemas de riego lograron cosechar la siembra temprana a fines de 2015 y principios de 2016, y la de la siembra a temporal con riego suplementario, aunque disminuida por granizadas y heladas. Sin embargo, estas familias no podrán volver a sembrar la siembra temprana en la misma cantidad o superficie que el año pasado por la baja precipitación pluvial entre enero y abril de 2016. En cambio, las familias que no cuentan con riego perdieron su producción entre el 50% (valles) y el 100% (valles altos y altiplano).

Las zonas cercanas a la Cordillera Oriental o Real han tenido mayor precipitación pluvial, lo que favorece la crianza del ganado hasta ahora, cuentan con forrajes sembrados y de reserva, campos naturales de pastoreo y agua. En cambio las zonas más alejadas de la Cordillera Oriental y las de la planicie tuvieron menor precipitación pluvial, lo que está afectando al ganado camélido, ovino y bovino, y la fauna silvestre. Esta situación empeorará en los meses venideros acrecentando la muerte del ganado, a menos que llueva o caigan nevadas. Entretanto, en la Amazonía sur y norte, que vivió intensas inundaciones en 2014, hubo más bien una sequía prolongada, que afectó nuevamente la producción tanto de las parcelas, sistemas agroforestales y la recolección del bosque. Sobre todo la afectación se tradujo en una baja de hasta el 50% en la producción de castaña y de hasta el 70% de cacao.

En el Chaco, sobre todo en la llanura, tanto la producción agrícola como ganadera se vieron seriamente afectadas. Los pocos sistemas de riego o los reservorios de agua permitieron obtener cosechas con menor pérdida, y disponer de agua para consumo animal hasta mediados de 2016. Pero a partir de mayo la situación se va haciendo cada vez más crítica, con alto riesgo de tener nuevamente una elevada mortandad de ganado bovino. En cambio, en el pie de monte y la faja subandina la afectación fue menor; pero la situación también se va haciendo crítica por la sequía.

Ahora, el Gobierno nacional —sobre todo en atención a las demandas de los avicultores y de los grandes y medianos productores de la Asociación de Productores de Oleaginosas y Trigo (Anapo) y de la Cámara Agropecuaria del Oriente (CAO), más que a la de los pequeños productores— ha anunciado la preparación de un plan de emergencia para hacer frente a los efectos de la sequía. Si bien es imprescindible la atención de la emergencia, también hay urgencia de respuestas estructurales y de largo plazo. Se debería replicar y amplificar inversiones concurrentes en iniciativas de diverso tipo que ya están mostrando sus frutos en la producción agropecuaria en las diferentes ecorregiones y son más resilientes al cambio climático. Hacen falta inversiones en infraestructura, recursos humanos, institucionalidad e innovación para mejorar la producción y productividad en todos los rubros. Asimismo se necesitan poner en marcha propuestas ya contenidas en leyes y agendas como las de la Cumbre Productiva Agropecuaria, el Plan de Desarrollo Económico y Social 2016-2020, la Agenda Patriótica 2025, entre otros.

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Oportunidades y desafíos del mundo rural

¿Y los derechos de los pueblos indígenas? Sobre territorios y derechos indígenas en el Plan de Desarrollo Económico y Social no se establece ninguna meta; no se dice nada sobre la consulta previa e informada, ninguna meta acer-ca de la constitución de autonomías indígena originario campesinas.

/ 11 de abril de 2016 / 04:02

La Ley 786, promulgada el 9 de marzo, aprueba el Plan de Desarrollo Económico y Social 2016-2020. En su artículo cuatro explicita la obligatoriedad de su ejecución y aplicación por parte de toda la institucionalidad estatal, las entidades territoriales autónomas, las universidades públicas y todas las formas de economía plural, entre otros aspectos. El Plan establece metas que se deberán lograr en los próximos cinco años, como paso intermedio a 2025 en que Bolivia cumplirá el Bicentenario de su fundación. En el presente artículo nos referimos a algunas oportunidades y desafíos para el mundo rural.

Superar la pobreza con fortalecimiento de capacidades productivas. Si bien la primera meta del Plan es la erradicación de la pobreza extrema, bajar del 17,3% al 9,5% al año 2020, el proyecto en su conjunto puede ser una oportunidad para superar la pobreza, no solamente a base de la distribución y recepción de bonos provenientes de las políticas sociales    —sin duda importantes—, sino también por el fortalecimiento de la capacidad económico productiva, en este caso de la población rural, más aún, de la población indígena originario campesina. Solo así esta población podría lograr cambios sustantivos y sostenibles no solo en la disminución de la pobreza sino en su rol económico productivo y alimentario en el país, por ahora mayormente estancado, pese a la década que ya lleva el proceso de cambio.

Dificultad en datos agropecuarios y metas exigentes. En el documento que contiene el Plan se presentan algunas dificultades con los datos, lo que no permite tener claridad sobre la línea base de algunas metas al año 2020. Por ejemplo, se afirma que entre 2001-2002 y 2013-2014 se ha incrementado la superficie cultivada en 62%, de 1,4 millones a 3,5 millones de hectáreas. Sin embargo, en la misma página (PDES, 33) se indica que a 2001-2002 fueron 2,1 millones de hectáreas cultivadas; la diferencia es de 700.000 hectáreas. A ello se añade que el Censo Agropecuario 2013, según información preliminar, al año 2013, se habrían cultivado algo más de 3,7 millones de hectáreas en invierno y verano. Una vez más, pareciera que el Censo no sirvió de mucho para la planificación, pese al costo que significó para el país.

Las 3,5 millones de hectáreas cultivadas a 2014 están dedicadas a la producción agropecuaria tanto para el mercado nacional como internacional, y el Gobierno reconoce que sigue “teniendo aún un importante protagonismo el sector agroindustrial mediano y grande. Es todavía un desafío fortalecer a los productores campesinos e indígenas…” (PDES, página 32).

Ahora bien, la meta es de 4,7 millones de hectáreas cultivadas con rubros industriales y no industriales e incrementar el volumen de la producción de 16,6 TM a 24,3 TM. Si se parte de la base de 3,5 millones de hectáreas, se debe incrementar anualmente 240.000 nuevas hectáreas, bastante superior al promedio de incremento anual de la última década. No obstante, es razonable la relación entre el porcentaje de incremento de superficie (34%) y el volumen de la producción (50%), lo que apunta a una mayor productividad, uno de los más grandes desafíos en esta materia.

Posibilidades de transformación de la producción agrícola de secano a riego. Lo mismo pasa con el riego. Se dice que a 2012 alcanzó 303.000 hectáreas (PDES, 33), frente a las 227.000 hectáreas que se tenía en 2000; es decir, en 12 años se incrementó en 76.000 hectáreas. Sin embargo, más adelante (PDES, 109) se indica que actualmente se cuenta con 362.000 hectáreas bajo riego. No queda claro si esto quiere decir que de 2012 a 2015 se habría incrementado 59.000 hectáreas.

La meta es alcanzar 700.000 hectáreas bajo riego; si se parte de 362.000, se requiere de 338 mil hectáreas nuevas: 67.000 hectáreas/año, meta ambiciosa pero alcanzable si se cuenta con decisión política e inversiones concurrentes. Asimismo, sería de gran utilidad para el 65% de las unidades productivas agropecuarias de occidente del país (PDES, 33) si se logra “intensificar la producción agropecuaria de pequeña escala (con énfasis en altiplano y valles) con acceso rápido a tecnologías de riego e invernadero para la transformación de la agricultura a secano a agricultura a riego…” (PDES, 107). Es una oportunidad para las familias y comunidades indígena originario campesinas de occidente y oriente, que hasta ahora no han logrado cambios sustantivos en su rol económico productivo y agroalimentario.

Metas mezquinas en la transformación de la ganadería extensiva. En cuanto al ganado bovino no se menciona nada sobre los logros a 2014. Según información preliminar del Censo Agropecuario 2013, en el país habría algo más de 8 millones de cabezas de ganado bovino. Si tan solo se cumpliera la ley de utilizar cinco hectáreas por unidad animal, estarían
dedicadas cerca de 20 millones de hectáreas a esta actividad; es obvio que la superficie es mayor en gran parte del territorio nacional porque la ganadería extensiva, con baja carga animal y casi sin inversión, sigue siendo un pretexto para justificar la tenencia de la tierra en Bolivia.

La meta es incrementar a 11 millones de bovinos, pero se propone una meta mezquina de apenas “1 millón de hectáreas que cuentan con sistemas ganaderos con manejo integral y prácticas semi-intensivas” (PDES, 120). Un verdadero cambio en el sistema de crianza para mejorar la productividad, antes que la ampliación de nuevas áreas de desbosque, debería llegar a al menos una meta de 10 millones de hectáreas con este tipo de manejo.

Múltiples funciones de los bosques y los sistemas agroforestales. En cuanto a bosques y recursos forestales, comprendidos en sus múltiples dimensiones (ambiental, económico y cultural) los avances mencionados y, sobre todo, las metas establecidas son interesantes: “manejo integral y sustentable de los componentes del bosque en 13 millones de hectáreas, que garantizan la conservación y protección del bosque, la producción de alimentos, aportan a la economía familiar y reducen su vulnerabilidad a fenómenos adversos del cambio climático”. (PDES, 110) Además, “Se ha logrado el manejo en sistemas agroforestales (café, cacao, frutas tropicales, entre otros) en al menos 200.000 hectáreas de superficie” (Idem). Ambas metas son considerables y posibles de alcanzar.

¿Y los derechos de los pueblos indígenas? El Plan se propone también dos tipos de complejos productivos: industriales estratégicos (hidrocarburos, minería y energía) y territoriales (rubros productivos según potencialidades del área geográfica). Uno y otro tipo de complejo, indudablemente tiene que ver con recursos que están en territorios de los pueblos y comunidades indígena originario campesinos, y también con sus derechos y sobre los cuales no se establece ninguna meta; por ejemplo, no se dice nada sobre la consulta previa e informada, no hay ninguna meta acerca de la constitución de autonomías indígena originario campesinas, etc. Temas que aquí, junto con el de la tenencia de la tierra, solo dejamos mencionados para otro artículo.

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Crítica al extractivismo y al agronegocio

El desafío es la defensa, control efectivo y gestión sostenible del territorio, territorio en que aún se puede encontrar rasgos del auténtico vivir bien o el buen vivir, una noción constitucionalizada pero cada vez más vaciada de contenido, burlada e incumplida hasta ahora.

/ 4 de octubre de 2015 / 04:00

En los países de la región andino amazónica, luego de una década de auge económico y crecimiento basados en el extractivismo, no se logró superar la desigualdad ni la inequidad, ni se alcanzó un bienestar estable de la población que mejoró en algo sus condiciones de vida. Esta situación es más evidente aún si se considera a las comunidades indígenas, originarias, campesinas, afrodescendientes, quilombolas, entre otras; tampoco se avanzó en la construcción de otra matriz productiva distinta a la del patrón primario exportador, como se prometió. Hoy, ante la baja del precio internacional de las materias primas que exporta la región (hidrocarburos, minerales, alimentos), la política que están adoptando los gobiernos, sean de la tendencia política que sean, es intensificar y profundizar el extractivismo y el agronegocio.

Los dirigentes de las organizaciones participantes del Tercer Foro Internacional Andino Amazónico, llevado a cabo en La Paz el 23 y 24 de septiembre, COICA (Ecuador), MST (Brasil), ASACMCAT (Colombia), CNA (Perú), BOCINAB Y CSUTCB (Bolivia), fueron claros al señalar que el agroextractivismo y el agronegocio se expanden en toda la región, no solo con el protagonismo de las transnacionales, sino con el respaldo y apoyo de los gobiernos, que no solo facilitan la inversión extranjera sino que alivianan las condiciones para asegurar su permanencia, incluso les otorgan nuevos beneficios.

Solo en la cobertura de la COICA, en la Cuenca Amazónica está la presencia viva y activa de 390 pueblos indígenas, con 2,5 millones de habitantes y 170 millones de hectáreas reconocidas por los Estados como territorios indígenas; pero hay otros 23 millones de hectáreas que están en disputa y conflicto permanente. Sin embargo, pese a la legalización del derecho propietario, dichos territorios hoy viven una situación muy crítica, caracterizada por la colonización y deforestación para ampliar la agropecuaria y la extracción de madera, así como la explotación minera y los proyectos del IIRSA (Iniciativa para la Integración Regional Suramericana): represas, hidroeléctricas, carreteras y puertos; asimismo, los efectos del cambio climático y el negocio del carbono, el ecoturismo sin control, la biopiratería y las políticas y leyes sin consulta previa.

Esta situación no es propia de la región amazónica; la andina vive el mismo proceso aunque con características específicas: no solo se implementan políticas y normas que atentan contra el derecho a las tierras y territorios de los pueblos y comunidades indígenas y campesinas sino que son álgidos los conflictos socioambientales de dichas comunidades con empresas extractivas (mineras, petroleras y energéticas) que controlan los medios de comunicación y en muchos casos son ellas las que establecen la agenda de gobierno. Los casos de Conga, Tía María, Lote Petrolero 192, en el Perú, son apenas algunos ejemplos de lo que pasa en buena parte de los andes sudamericanos. Y como si esto fuera poco, los efectos del cambio climático son devastadores de la economía campesina indígena, sector que sigue recibiendo los porcentajes más bajos de la inversión pública.

Lo nuevo del modelo y programa extractivista y el agronegocio son sus mecanismos de amenaza, presión, despojo y saqueo de los territorios de los pueblos y comunidades mencionadas, donde no solo no se hace consulta previa sino que destruyen territorios, dejan pobreza y muerte biológica y cultural. Los desplazamientos forzados y la expulsión de las comunidades no se dan solamente mediante compra o alquiler de tierras sino por la fumigación y envenenamiento de la población (como ocurre en Argentina y Paraguay), forzada a huir a las ciudades y dejar sus tierras para siempre; se intensifica la eliminación de dirigentes y líderes y se judicializa y criminaliza la protesta.

Empero, los efectos del agronegocio llegan también a los pobladores urbanos, obligados a consumir productos a base de agrotóxicos, —causa  del incremento de diferentes enfermedades, entre ellos el cáncer, como indican numerosas investigaciones recientes— y obligados a consumir cada vez menos de la riqueza agroalimentaria y en biodiversidad que nuestros pueblos han preservado para la humanidad.

Y es que, como señaló el Movimiento Sin Tierra (Brasil), hay una absoluta hegemonía política y económica del agronegocio en la región —cuya principal consecuencia es la disputa por los territorios indígenas donde están los recursos codiciados por el extractivismo y agroextractivismo. Como dicen los mismos indígenas, “el título no garantiza el territorio, sino la lucha, la defensa y el control”. Un ejemplo de ello es la lucha creciente y exitosa de las organizaciones campesinas y populares del Catatumbo colombiano (ASCAMCAT) que, a partir del Paro Agrario, en 2013, ha colocado la agenda por la Vida, Dignidad, Tenencia de la Tierra, Territorio y Paz con Justicia Social. Igualmente, el extraordinario activismo de mujeres campesinas en Brasil y Argentina en su lucha contra los transgénicos, desde una perspectiva ética y ecofeminista.

Si bien en todos los países de la región hay acuerdos, normas y leyes que incluyen propuestas, demandas y derechos de los pueblos y comunidades referidas —incluso en las Constituciones de Ecuador y Bolivia y se reconoce como avance sustantivo pero insuficiente—, sin embargo, no solo que no se cumple dicha legislación sino que nuevas leyes, normas y prácticas van burlando y posponiendo el cumplimiento de dicha normativa, de manera que las demandas constitucionalizadas quedan incumplidas, los derechos ignorados y la participación es apenas simbólica y no auténtica, lo que sin duda debilita y erosiona las bases de la joven democracia en la región.

Es por ello que una de las grandes batallas de las próximas décadas será precisamente por el territorio y los recursos naturales. De ahí la agenda que se plantearon las organizaciones sociales: construcción de grandes alianzas entre ellas y con otros sectores del movimiento popular para enfrentar al modelo del gran capital, a través de la lucha de masas y la formación de liderazgos capaces de enfrentar el extractivismo. Propuesta que fue explicitada también en el manifiesto que firmaron las organizaciones sociales participantes del Tercer Foro Andino Amazónico.

Los pueblos y comunidades indígenas, campesinas originarias, afrodescendientes, quilombolas y de pequeños productores no solo se oponen al extractivismo y el agronegocio, sino que tienen propuestas con base en la experiencia de sus sistemas productivos de carácter agroecológicos, prácticas e iniciativas de manejo y gestión sostenible de los territorios y recursos naturales, de donde obtienen alimentos, medicinas y materiales diversos, tanto para las familias que las practican como para el resto de la población; se generan ingresos económicos incluso por la exportación de los productos provenientes de los bosques y territorios; son espacios donde se cría la biodiversidad y los bienes comunes como patrimonio de la humanidad. En ese marco, la experiencia de comunidades del norte amazónico de Bolivia, presentada en la ocasión por el BOCINAB, es apenas otro ejemplo de los muchos que hay en la región. Por ello, el desafío es la defensa, control efectivo y gestión sostenible del territorio, territorio en que aún se puede encontrar rasgos del auténtico vivir bien o el buen vivir, una noción constitucionalizada pero cada vez más vaciada de contenido, burlada e incumplida hasta ahora. Es necesario politizar y repolitizar el rol y aporte de estas formas de manejo y gestión de los territorios por dichas comunidades porque —contrario al modelo extractivista— constituyen germen y semilla de una alternativa civilizatoria más acorde con los derechos de la Madre Tierra y puede ser un aporte para la humanidad.

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Cumbre: imaginarios, resultados y perspectivas

El gran ganador de la Cumbre Sembrando Bolivia es sin duda el sector agroindustrial ya que su demanda fue atendida en su integridad. En contrario a lo que establece la ley actualmente, se aceptó cambiar la periodicidad del control de la Función Económica Social (FES) de 2 a 5 años.

/ 26 de abril de 2015 / 04:02

Justo en el día de la Madre Tierra —el 22 de abril— concluyó la Cumbre productiva llevada a cabo durante dos días en la ciudad de Santa Cruz, con más dudas que certezas, con un largo listado de demandas planteadas y pocos consensos; con la atención a la agenda del sector agroindustrial y algunas metas que aseguran el desbosque y la ampliación de la frontera, de al menos 2,5 millones de hectáreas al corto plazo, tanto para la ganadería como para la agricultura.

Ha sido una verdadera lástima que después de tanto esfuerzo e inversión de recursos a finales del 2013 el Instituto Nacional de Estadística (INE) no haya acompañado el debate en esta cumbre con información actual sobre la situación agropecuaria en el país, para establecer proyecciones hacia el año 2020.

Imaginarios y falsos debates en la cumbre. En la cita se colocaron varios temas que se constituyen en falsos debates y se reforzaron algunos imaginarios; uno de ellos es el referido a la tecnología. No cabe duda que un componente para mejorar la productividad es el uso de la tecnología, y el país necesita de ambos; pero de ello no se sigue que el único camino para la mejora de la productividad sea el uso de las semillas transgénicas, como se insistió antes y durante la Cumbre.

También se dejó en la mesa de discusión la posibilidad de una coexistencia entre la producción agropecuaria basada en los transgénicos y a cargo de los grandes  productores en el oriente, y la producción agroecológica a cargo de pequeños productores de occidente, desconociendo a los pequeños y medianos productores, a los campesinos e indígenas y a las comunidades interculturales, que también son productores y productoras en la región oriental del país, desde la Amazonía hasta el Chaco. Una gran parte de ellos trabaja y produce en una perspectiva y modelo productivo alternativo con gestión territorial y manejo de bosques y de otros recursos naturales. Esta forma de gestión muchas veces está en tensión y conflicto con la producción industrial que, sumada a la extranjerización de la tierra, presiona sobre esos territorios y recursos naturales y comunidades. Aspectos estos que se no se consideraron en la Cumbre.

Pese a que no se cuenta con datos del censo agropecuario, la información disponible da cuenta claramente que la producción agrícola no industrial aporta con más del 4% al Producto Interno Bruto (PIB) nacional, y está mayormente en manos de los pequeños productores campesinos indígenas; mientras que los productos industriales, predominantemente a cargo de los grandes productores, no llegan siquiera el 2% de aporte al PIB en los últimos cinco años. Una realidad que se visibiliza escasamente.

Ganancia neta del sector agroindustrial. El gran ganador de esta Cumbre es sin duda el sector agroindustrial ya que su demanda fue atendida en su integridad. En contrario a lo que establece la ley actualmente, se aceptó cambiar la periodicidad del control de la Función Económica Social (FES) de 2 a 5 años, aunque para ello tuvieron que utilizar un viejo ardid: subir la cantidad para disimular una gran concesión, de 10 a 5 años. Es probable que algún ingenuo haya creído en la concesión.

Imaginamos que no son muchos los que consideran que la demanda de libertad de exportación era una demanda auténtica. Es tan obvio que si el propósito es incentivar la producción para la exportación de alimentos, nadie en su sano juicio pensaría en restringir la exportación. La demanda de mejora o construcción de la infraestructura es algo que ya se viene atendiendo.

El tratamiento y la conclusión de la Cumbre con relación a su demanda de usar semillas transgénicas y su paquete tecnológico conexo, prácticamente echan por la borda lo establecido en la Constitución y otras leyes que lo prohibían y allana el camino para su uso. Ése es el logro más significativo, invalidar toda la normativa previa sobre el tema, incluso la Constitución Política del Estado. Así, pareciera que no sirven de mucho la elaboración de normas y leyes, que tanto le cuesta al país.

Demandas de otros sectores. Consideramos que los otros sectores de alguna manera han logrado abrir un espacio de participación ya que inicialmente no estaban invitados. Asimismo, colocaron sus propias propuestas, con planteamientos orientados a duplicar la producción y productividad en varios rubros agropecuarios, que por ahora se constituyen en un largo listado de demandas.

Asumiendo que estos sectores también pueden ser realmente considerados por el Estado como relevantes en la producción de alimentos, tanto para consumo interno como para la exportación, se requeriría que dichas demandas y propuestas se constituyan en base de un nuevo plan de desarrollo económico productivo del país en esta materia. Esperamos que dichos productores tengan la fuerza suficiente para sostener y reivindicar sus propuestas en esta perspectiva.

Necesario y posible incremento del aporte al PIB. El presidente Evo Morales ha planteado el reto de triplicar el aporte de la agropecuaria al PIB nacional, consideramos que esto no solo es necesario sino posible, y se puede lograr gradualmente en los próximos diez años, a condición que se preste apoyo y respaldo a todos los sectores productivos, en la medida de su aporte actual al PIB.

En el caso de los diversos sectores de pequeños productores y comunidades indígena originario campesinas, es necesario pasar del listado de demandas a un plan de desarrollo y que, sin utilizar semillas transgénicas, sin duda pueden mejorar la productividad con riego, redistribución de tierras fiscales a quienes no tienen tierra o la tienen en cantidad insuficiente, innovación tecnológica y uso de tecnología apropiada, cualificación de los recursos humanos, asistencia técnica, entre otras medidas.

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Cumbre: imaginarios, resultados y perspectivas

El gran ganador de la Cumbre Sembrando Bolivia es sin duda el sector agroindustrial ya que su demanda fue atendida en su integridad. En contrario a lo que establece la ley actualmente, se aceptó cambiar la periodicidad del control de la Función Económica Social (FES) de 2 a 5 años.

/ 26 de abril de 2015 / 04:02

Justo en el día de la Madre Tierra —el 22 de abril— concluyó la Cumbre productiva llevada a cabo durante dos días en la ciudad de Santa Cruz, con más dudas que certezas, con un largo listado de demandas planteadas y pocos consensos; con la atención a la agenda del sector agroindustrial y algunas metas que aseguran el desbosque y la ampliación de la frontera, de al menos 2,5 millones de hectáreas al corto plazo, tanto para la ganadería como para la agricultura.

Ha sido una verdadera lástima que después de tanto esfuerzo e inversión de recursos a finales del 2013 el Instituto Nacional de Estadística (INE) no haya acompañado el debate en esta cumbre con información actual sobre la situación agropecuaria en el país, para establecer proyecciones hacia el año 2020.

Imaginarios y falsos debates en la cumbre. En la cita se colocaron varios temas que se constituyen en falsos debates y se reforzaron algunos imaginarios; uno de ellos es el referido a la tecnología. No cabe duda que un componente para mejorar la productividad es el uso de la tecnología, y el país necesita de ambos; pero de ello no se sigue que el único camino para la mejora de la productividad sea el uso de las semillas transgénicas, como se insistió antes y durante la Cumbre.

También se dejó en la mesa de discusión la posibilidad de una coexistencia entre la producción agropecuaria basada en los transgénicos y a cargo de los grandes  productores en el oriente, y la producción agroecológica a cargo de pequeños productores de occidente, desconociendo a los pequeños y medianos productores, a los campesinos e indígenas y a las comunidades interculturales, que también son productores y productoras en la región oriental del país, desde la Amazonía hasta el Chaco. Una gran parte de ellos trabaja y produce en una perspectiva y modelo productivo alternativo con gestión territorial y manejo de bosques y de otros recursos naturales. Esta forma de gestión muchas veces está en tensión y conflicto con la producción industrial que, sumada a la extranjerización de la tierra, presiona sobre esos territorios y recursos naturales y comunidades. Aspectos estos que se no se consideraron en la Cumbre.

Pese a que no se cuenta con datos del censo agropecuario, la información disponible da cuenta claramente que la producción agrícola no industrial aporta con más del 4% al Producto Interno Bruto (PIB) nacional, y está mayormente en manos de los pequeños productores campesinos indígenas; mientras que los productos industriales, predominantemente a cargo de los grandes productores, no llegan siquiera el 2% de aporte al PIB en los últimos cinco años. Una realidad que se visibiliza escasamente.

Ganancia neta del sector agroindustrial. El gran ganador de esta Cumbre es sin duda el sector agroindustrial ya que su demanda fue atendida en su integridad. En contrario a lo que establece la ley actualmente, se aceptó cambiar la periodicidad del control de la Función Económica Social (FES) de 2 a 5 años, aunque para ello tuvieron que utilizar un viejo ardid: subir la cantidad para disimular una gran concesión, de 10 a 5 años. Es probable que algún ingenuo haya creído en la concesión.

Imaginamos que no son muchos los que consideran que la demanda de libertad de exportación era una demanda auténtica. Es tan obvio que si el propósito es incentivar la producción para la exportación de alimentos, nadie en su sano juicio pensaría en restringir la exportación. La demanda de mejora o construcción de la infraestructura es algo que ya se viene atendiendo.

El tratamiento y la conclusión de la Cumbre con relación a su demanda de usar semillas transgénicas y su paquete tecnológico conexo, prácticamente echan por la borda lo establecido en la Constitución y otras leyes que lo prohibían y allana el camino para su uso. Ése es el logro más significativo, invalidar toda la normativa previa sobre el tema, incluso la Constitución Política del Estado. Así, pareciera que no sirven de mucho la elaboración de normas y leyes, que tanto le cuesta al país.

Demandas de otros sectores. Consideramos que los otros sectores de alguna manera han logrado abrir un espacio de participación ya que inicialmente no estaban invitados. Asimismo, colocaron sus propias propuestas, con planteamientos orientados a duplicar la producción y productividad en varios rubros agropecuarios, que por ahora se constituyen en un largo listado de demandas.

Asumiendo que estos sectores también pueden ser realmente considerados por el Estado como relevantes en la producción de alimentos, tanto para consumo interno como para la exportación, se requeriría que dichas demandas y propuestas se constituyan en base de un nuevo plan de desarrollo económico productivo del país en esta materia. Esperamos que dichos productores tengan la fuerza suficiente para sostener y reivindicar sus propuestas en esta perspectiva.

Necesario y posible incremento del aporte al PIB. El presidente Evo Morales ha planteado el reto de triplicar el aporte de la agropecuaria al PIB nacional, consideramos que esto no solo es necesario sino posible, y se puede lograr gradualmente en los próximos diez años, a condición que se preste apoyo y respaldo a todos los sectores productivos, en la medida de su aporte actual al PIB.

En el caso de los diversos sectores de pequeños productores y comunidades indígena originario campesinas, es necesario pasar del listado de demandas a un plan de desarrollo y que, sin utilizar semillas transgénicas, sin duda pueden mejorar la productividad con riego, redistribución de tierras fiscales a quienes no tienen tierra o la tienen en cantidad insuficiente, innovación tecnológica y uso de tecnología apropiada, cualificación de los recursos humanos, asistencia técnica, entre otras medidas.

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