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Defensores y defensoras estidos…

Uso en el título una palabra “wali caché” o “bien caché” que proviene del castellano andino: el estido, que no es un neologismo, ni mucho menos una palabra mal hablada; el estido es un verbo, conjugado de una manera única, pero a la vez múltiple, que encierra una forma de concebir el mundo y sus acciones.  Creo que nadie imaginó que se iban a presentar tantos postulantes para el cargo de Defensor o Defensora del Pueblo. ¡Uy! son 163 personas las inscritas en una primera instancia para el cargo indicado.

Destacó la gran recepción de la Asamblea Plurinacional del Estado Plurinacional a esta convocatoria de los ciudadanos y ciudadanas. Fue un gran acierto no pedir requisitos rigurosos. Postularon “titulados” de diversas universidades, algunas de ellas con poca reputación; pero también los no titulados, pero con gran experiencia en la defensa de los derechos humanos. Aunque algunos no sé si tendrán realmente experiencia, pero están probando la suerte en la idea de “¿Por hay sale?”, o mejor dicho, “¿Por hay salgo?”.

Uno de los requisitos para ser Defensor o Defensora del Pueblo es hablar algún idioma nacional, fuera del castellano, como establece el Art. 5 de la Constitución Política de 2009. Creo que algunas reacciones respecto a este artículo son dignas de analizar, así como algunas de las características de los postulantes. Por ejemplo, el nombre de uno de los postulantes, comunicador de profesión, había sido Juan, pero le gusta que le llamen Jhon. Al respecto me pregunto si le dará vergüenza llamarse Juan, ¿o será que se cree muy k’ank’ita o muy “gringuito”?

Lo más grave de este ciudadano es que denunció sentirse “discriminado por no saber algún idioma indígena” y pide que “se reconsidere” su inhabilitación, de lo contrario, agrega, impugnará las decisiones de la comisión de evaluación de la Asamblea Plurinacional. Hay que recordar que los idiomas de las naciones y pueblos indígena originario campesinos son reconocidos en nuestra Constitución como idiomas oficiales; se trata de una larga lucha de los pueblos ancestrales, no es un regalo de ningún gobierno. La actitud del comunicador es absolutamente colonial, pues pretende que se le exima de ese requisito. Está interpretando que cualquier idioma ancestral no tiene el mismo rango que el idioma español o es muy secundario. Esta actitud denota el intento de cristalizar la glotofagia o lingüicidio, práctica común de las políticas del etnocidio y desprecio a los pueblos indígenas.

También me llama la atención que una postulante pretenda usar el nombre de una pariente (la recordada ex Defensora del Pueblo Anita Romero) para catapultarse, pero creo que ante tantos candidatos no pasará nada. También postulan algunos hermanos aymaras, como nuestro hermano Kara Chukiwanka. No sé cómo le ira, ¡wali askipanaya! También se presentó otro hermano que estudió en Rusia y que ahora anda cargado su awayitu lleno de papeles. Hay mujeres valerosas en la lista frondosa, como aquella abogada que defendió el juicio de la niña Patricia Flores, o una hermana que es hija de un connotado indianista, ¡wali askipanaya!

Escuché en varios lugares decir, “¿por qué no han aprendido algún idioma nuestro?, aunque sea khallu khallu deberían saber”; es decir, “aunque sea medio crudo deberían saber” y “sería pasable”. En estas últimas frases se ve la gran tolerancia del pueblo ancestral urbano; pero al parecer en el espíritu de los que ya se sentían defensores y defensoras no hay voluntad de hacerlo, lo cual demuestra qué lejos estamos de hacer interculturalidad descolonizadora, porque seguimos enfrascados en el multiculturalismo liberal, y por eso le ponemos “muchos peros” para aprender nuestros idiomas.
Walja jaqiwa, chacha ukhamaraki warminakawa qilqantayasipxi tifinsor til pueblo ukataki. Kunaymani jaqi utji. Ma juk’axa wali jiwasat arxatiriwa, utjarakiwa q’aranaka, jupanakaxa janiw jiwasanakan arusa yatiqañ munapkiti. Akurunaka yatiñani, khitisa chhijllatani.