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Nuevas tiranías que atan a las mujeres

Ciertas corrientes alternativas pueden suponer un retroceso en el proceso de igualdad

/ 27 de abril de 2016 / 05:07

En diferentes regiones está cobrando fuerza la propuesta de que los centros de atención a la mujer promuevan el uso de “métodos alternativos de recoger el sangrado”, como el sangrado libre, las copas menstruales o las esponjas marinas, en lugar de tampones y compresas, que consideran caros y poco ecológicos. Nada hay que objetar a que las jóvenes tengan información de todas las alternativas disponibles. Pero una cosa es informar y otra promover con carácter general unas opciones concretas y presentarlas como superiores a las otras.

En el debate que se ha suscitado subyace una polémica de mayor calado sobre los efectos que ciertas modas pretendidamente naturalistas o alternativas pueden tener sobre los avances conseguidos por las mujeres. Preocupan en particular las teorías que rechazan avances médicos que salvan vidas, como la vacunación infantil, o que han mejorado las condiciones de vida y de seguridad de las mujeres, como los fármacos anticonceptivos o el parto hospitalario. Lo natural no tiene por qué estar reñido con el progreso. El parto en casa, por ejemplo, puede ser una opción, siempre que se haga con un mínimo de condiciones; pero eso no debe llevar a sacralizar el parto con dolor o anteponer la intimidad a la seguridad y menos aún a denigrar el parto hospitalario, que ha contribuido de forma decisiva a reducir la mortalidad materno-infantil.

Algunas voces han alertado sobre los movimientos pendulares, y especialmente sobre aquellos que mitifican de tal modo el concepto de natural que convierten de nuevo a las mujeres en esclavas de su función reproductiva. Llevadas a sus últimas consecuencias, algunas de estas teorías pueden acabar recluyendo a la mujer en casa, no porque nadie la obligue, sino porque ella misma se ata a la pata de la mesa. Dejar de trabajar para criar a los hijos es una opción. Pero entronizar la dedicación exclusiva a la crianza como una especie de dictado de lo natural supone volver a los roles que reservan el mundo laboral y la esfera pública a los hombres, y la crianza y la esfera de lo privado a las mujeres.

El neomachismo encontraría así en las teorías de la naturaleza diferencial un poderoso aliado. Las propias mujeres asumirían la diferenciación como una elección, adornada en el caso de los movimientos alternativos con el marchamo de la rebeldía, pues muchas de estas tendencias se acompañan de una crítica justificada a la mercantilización o a la excesiva medicalización de ciertos aspectos de la vida.

La crítica a la mercantilización es legítima. Sin embargo, algunas de las alternativas no contribuyen precisamente a liberar a las mujeres, sino a crearles nuevas ataduras. Y hay que tener cuidado con el sentimiento de culpa que suele generar la asunción dogmática de cualquier teoría. Porque nunca seremos suficientemente naturales, suficientemente maternales o suficientemente ecológicas. Al final, siempre hay un dedo acusador sobre las mujeres. La tiranía del imperativo natural, como la del pensamiento positivo, puede ser tan sofocante como cualquier otra.

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Un crimen contra la transgresión

/ 29 de julio de 2016 / 10:58

Voy a luchar por ello. No voy a renunciar. Voy a alcanzar mi meta. Y absolutamente nada me detendrá”. Poco podía imaginar la desafiante Qandeel Baloch que éste iba a ser uno de sus últimos mensajes en Twitter. Lo escribió el 14 de julio, junto a otros dos en los que se muestra determinada a seguir por el heterodoxo camino que le ha llevado a la fama. “La vida me ha dado lecciones a una edad muy temprana. Mi viaje de niña a mujer independiente no ha sido fácil”, escribe. Y a continuación: “Como mujeres, debemos levantarnos: por nosotras mismas, por todas las mujeres, las unas por las otras”. Son mensajes escritos en inglés ilustrados con una foto suya en la que puede verse a una atractiva joven, cuidadosamente maquillada y vestida con tejanos ajustados, camisa roja y altos tacones.

Tenía 46.500 seguidores y al éxito de su cuenta de Twitter contribuyó sin duda su actitud provocadora, comenzando por la imagen de presentación, en la que insinúa (pero no muestra) un gran sexo femenino.

<US03opini>Qandeel Baloch se había convertido en una especie de símbolo erótico de Pakistán sobre la base de videos insinuantes y provocadoras selfies en las redes sociales. Con más de 700.000 seguidores en Facebook, era una celebrity tan libre y dueña de sí misma como incómoda para los vigilantes de la moral pública. Ella respondía a las críticas moralizantes con más desafíos, por ejemplo, denunciando la hipocresía religiosa con una selfi en el que aparece con uno de los imanes más conocidos del país. El imán tuvo que dimitir de los cargos de representación y ella comenzó a recibir amenazas.

Romper tabúes puede ser muy peligroso en Pakistán. Su notoriedad se estaba convirtiendo en un revulsivo cultural. Hasta que un hermano suyo decidió atribuirse la misión de librar a la familia del deshonor que para él representaba Qandeel. En la fiesta familiar del final del Ramadán, la estranguló. Un crimen de honor.

No es la primera vez que un padre o un hermano matan a una mujer por haber sido infiel, por tener relaciones prohibidas o simplemente por no acatar la vida sumisa y dependiente que la tradición cultural del país asigna a las mujeres. Se calcula que cada año se producen en Pakistán más de 1.000 asesinatos de mujeres por honor. En 2008, un grupo de hombres de la tribu Umrani secuestró a tres muchachas que habían rechazado los matrimonios acordados por sus familias, dispararon sobre ellas y las enterraron aún vivas. En mayo de 2014 una mujer embarazada fue apedreada hasta la muerte por un grupo de hombres de su familia en la puerta de un juzgado de Lahore por haberse casado con el hombre que amaba.

En el caso de la modelo Qandeel Baloch, cuyo nombre real era Fauzia Azeem, se ha dado la combinación más explosiva: una conducta abiertamente transgresora unida a la potencia amplificadora de las redes sociales y la alianza entre libertad y tecnología en un país donde gran parte de la población vive anclada en la Edad Media.

(29-07-2016)

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Nuevas tiranías que atan a las mujeres

Ciertas corrientes alternativas pueden suponer un retroceso en el proceso de igualdad

/ 27 de abril de 2016 / 05:07

En diferentes regiones está cobrando fuerza la propuesta de que los centros de atención a la mujer promuevan el uso de “métodos alternativos de recoger el sangrado”, como el sangrado libre, las copas menstruales o las esponjas marinas, en lugar de tampones y compresas, que consideran caros y poco ecológicos. Nada hay que objetar a que las jóvenes tengan información de todas las alternativas disponibles. Pero una cosa es informar y otra promover con carácter general unas opciones concretas y presentarlas como superiores a las otras.

En el debate que se ha suscitado subyace una polémica de mayor calado sobre los efectos que ciertas modas pretendidamente naturalistas o alternativas pueden tener sobre los avances conseguidos por las mujeres. Preocupan en particular las teorías que rechazan avances médicos que salvan vidas, como la vacunación infantil, o que han mejorado las condiciones de vida y de seguridad de las mujeres, como los fármacos anticonceptivos o el parto hospitalario. Lo natural no tiene por qué estar reñido con el progreso. El parto en casa, por ejemplo, puede ser una opción, siempre que se haga con un mínimo de condiciones; pero eso no debe llevar a sacralizar el parto con dolor o anteponer la intimidad a la seguridad y menos aún a denigrar el parto hospitalario, que ha contribuido de forma decisiva a reducir la mortalidad materno-infantil.

Algunas voces han alertado sobre los movimientos pendulares, y especialmente sobre aquellos que mitifican de tal modo el concepto de natural que convierten de nuevo a las mujeres en esclavas de su función reproductiva. Llevadas a sus últimas consecuencias, algunas de estas teorías pueden acabar recluyendo a la mujer en casa, no porque nadie la obligue, sino porque ella misma se ata a la pata de la mesa. Dejar de trabajar para criar a los hijos es una opción. Pero entronizar la dedicación exclusiva a la crianza como una especie de dictado de lo natural supone volver a los roles que reservan el mundo laboral y la esfera pública a los hombres, y la crianza y la esfera de lo privado a las mujeres.

El neomachismo encontraría así en las teorías de la naturaleza diferencial un poderoso aliado. Las propias mujeres asumirían la diferenciación como una elección, adornada en el caso de los movimientos alternativos con el marchamo de la rebeldía, pues muchas de estas tendencias se acompañan de una crítica justificada a la mercantilización o a la excesiva medicalización de ciertos aspectos de la vida.

La crítica a la mercantilización es legítima. Sin embargo, algunas de las alternativas no contribuyen precisamente a liberar a las mujeres, sino a crearles nuevas ataduras. Y hay que tener cuidado con el sentimiento de culpa que suele generar la asunción dogmática de cualquier teoría. Porque nunca seremos suficientemente naturales, suficientemente maternales o suficientemente ecológicas. Al final, siempre hay un dedo acusador sobre las mujeres. La tiranía del imperativo natural, como la del pensamiento positivo, puede ser tan sofocante como cualquier otra.

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El zika, la nueva amenaza sanitaria

El virus se expande por la picadura de un mosquito y se ha extendido ya a 18 países latinoamericanos

/ 20 de marzo de 2016 / 04:05

Impotencia, ésa es la palabra que mejor define la situación creada en América Latina por una nueva amenaza sanitaria que se extiende sin que existan medios eficaces para atajarla. Es el zika, un virus que se transmite por la picadura de un mosquito, el Aedes aegypti, el mismo que propaga el dengue o la chikungunya. El zika se identificó por primera vez en Uganda en 1947 y ahora se expande a toda velocidad por América Latina. No es mortal, pero puede provocar graves secuelas en el feto, si quien se contagia es una mujer embarazada. En concreto, puede provocar microcefalia, un desarrollo anormal del cerebro que causa discapacidad. De ahí la alarma. Solo en Brasil se cree que han nacido aproximadamente unos 3.800 bebés con microcefalia a causa del zika.

Lo peor es que se trata de un agente patógeno frente al que no tenemos ni vacuna ni tratamiento. La única medida a adoptar es evitar por todos los medios posibles la picadura del mosquito, que por otra parte ha demostrado tener una gran capacidad de resistencia y adaptación. No es ya un mosquito rural, sino que está plenamente adaptado al medio urbano. Le basta con un poco de agua encharcada y calor para reproducirse, en un ciclo vital de apenas una semana en la que puede llegar a desplazarse más de dos kilómetros. De ahí la rápida expansión: los primeros casos se diagnosticaron en Brasil a principios de 2015 y ya se encuentra en 18 países. Algunos científicos sospechan que ha encontrado un aliado en el cambio climático, que aumenta las temperaturas y hace que el calor se prolongue más de lo normal, lo que significa más mosquitos durante más tiempo.

Llegados a este punto, parece imposible detener su avance. Cuantos más afectados, más probabilidades hay de que un mosquito les pique y transmita el virus a otra persona. Es posible que si las autoridades sanitarias de Brasil hubieran reaccionado antes, se hubieran podido prevenir algunos casos. Pero la situación no sería muy diferente. Fumigar no es solución. Causaría más daño del que se trata de evitar y no está claro que sea efectivo. La única posibilidad es recurrir a alguna estrategia biológica. Por ejemplo, reducir la población de mosquitos creando machos transgénicos estériles o con defectos genéticos que les impidan reproducirse.

Existen ya precedentes que pueden ser útiles. Por ejemplo, científicos de la Universidad de California han logrado crear un mosquito transgénico resistente al parásito Plamodium que causa la malaria. De momento han logrado insertar en embriones de mosquito los genes modificados que les hacen inmunes al patógeno. Y han comprobado que esas modificaciones se han incorporado a la línea germinal, porque al mismo tiempo introdujeron otra modificación que hacía que tuvieran los ojos fosforescentes. Luego los han apareado y el 99% de los mosquitos que han nacido son también inmunes al patógeno de la malaria. Es una puerta a la esperanza. Pero de ahí a que puedan soltarse mosquitos transgénicos por millones en la selva falta todavía un gran trecho. Y que la técnica pueda aplicarse al zika, otro tanto.

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