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Proyecto Vía Láctea

Desde el 21 de abril y durante 10 días, decenas de jóvenes madres se han propuesto promover el mensaje de que “amamantar en la calle es un acto puro de la vida”. Esto a través de fotografías y testimonios que posteriormente serán plasmados en un libro. Esta campaña, denominada Proyecto Vía Láctea, está siendo organizada por la Liga Materna en Bolivia, una ONG local.

Según explicó a La Razón Katherine Suaznábar, integrante de esta organización, las mamás serán retratadas “de manera voluntaria y gratuita”, para restaurar sus experiencias durante la lactancia “fuera de una habitación”, con el propósito último de fomentar esta importante práctica en el país. Acciones similares se han desarrollado en los últimos años en Chile y EEUU con buenos resultados.

Coincidiendo con esta campaña, Thierry Hennet, investigador del Instituto de Fisiología de la Universidad de Zúrich (Suiza), publicó días atrás en la revista Trends in Biochemical Science una revisión sobre los últimos estudios orientados a comprender la composición y el rol de la leche materna en la nutrición de los infantes. Por caso, una investigación reciente da cuenta de que “la leche humana contiene más de 200 azúcares distintos, cuatro veces más que  en la leche de vaca”. Y si bien los científicos aún no saben con exactitud la labor de estos azúcares, creen que “una de sus funciones consiste en alimentar las bacterias que deben colonizar el intestino del bebé, que nace sin estos microorganismos que determinarán buena parte de su salud futura”, algo esencial para el desarrollo de su sistema inmunológico. “Es tan compleja y tan rica en factores bioactivos (proteínas que estimulan el sistema inmune, proteínas antimicrobianas, anticuerpos…) que no se puede sustituir con ninguna versión artificial”, agrega la investigación.

En resumidas cuentas, gracias a millones de años de evolución, la leche materna no solo sirve para alimentar a los infantes, también resulta esencial para reducir la mortalidad infantil y evitar infecciones futuras. Además, siempre está lista, no requiere preparación ni necesita combustible, no demanda tiempo adicional para su preparación ni esterilización de biberones. A estas bondades se une su valor ecológico, pues contribuye a evitar la contaminación del medioambiente y el ahorro de agua. Por si todo lo anterior no fuese suficiente, los estudios recopilados por Hennet corroboran que se trata de “una vía de comunicación por el que la madre transmite a su hijo herramientas críticas para su supervivencia”; además, “los beneficios para la salud también alcanzan a la madre, a quien la lactancia protege frente al cáncer de mama”.

De allí la importancia de impulsar campañas como la que está organizando la Liga Materna de Bolivia, y que deberían ir de la mano junto a políticas de Estado que promuevan esta práctica fundamental para la salud de la población.