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Golpe fascista

Hoy indudablemente es un momento en el que debemos confrontar con nuestros sueños y nuestras pesadillas, cuando vemos a Dilma Rousseff, presidenta de Brasil, que recibe en su cuerpo y en su historia de guerrillera, feminista y mujer de la izquierda del Partido de los Trabajadores (PT) un golpe cívico, militar, empresarial, neoliberal e imperialista, a través del voto dizque democrático del Parlamento brasileño.

Los golpistas han esgrimido discursos moralistas (familia, propiedad privada, Iglesia y cristianismo), opiniones ignorantemente anticomunistas (sin saber lo que es el comunismo), vomitan espuma de odio hacia las mujeres y las decisiones sobre nuestras vidas y nuestros cuerpos, sin ningún argumento que melle la integridad de Dilma. Es el modelo fascista y nazi de Goebbels, el ministro de comunicación de Hitler, cuya propuesta se resume en la frase: “Miente, miente nomás, que los cojudos algo van a creer” (no decía precisamente así, pero así interpretamos, un manejo de la comunicación en la mentira, el desprestigio y el cinismo, todos elementos de quien no tiene ninguna propuesta, creatividad o ideas renovadoras).

El nuevo presidente interino de Brasil retorna de hecho al neoliberalismo, y cínicamente va a beneficiar a los privilegiados de siempre y el pueblo, más jodido que nunca.

Hoy el sistema de dominación y opresión arremete contra los intereses de las trabajadoras y trabajadores, que vieron en estos procesos políticos de gobiernos progresistas una esperanzadora realidad social y económica de mejoras en sus vidas. Tenemos que aprender en la piel y el cuerpo de Brasil que no puedes aliarte con la derecha, ni con los empresarios, ni confiar en la clase media; esa gente está contra el pueblo de trabajadores y trabajadoras, son racistas y seguirán siendo racistas, machistas y capitalistas explotadores. No los vamos a cambiar ni vamos a poder controlarlos dentro de nuestras organizaciones, gobiernos o aliados. Esa gente trabaja en contra, nos debilita, complota y saca información para sus intereses. Entendamos que hay que expulsar a toda la gente que es de derecha y que en Bolivia ha trabajado para el No a la reelección, que en términos políticos significaba asegurar con el compañero y hermano Evo Morales un proceso de cambio que debe ser revolucionario.

Yo pensé que bastaba con derrotar contundentemente a la derecha y al fascismo en las urnas y con el voto para también derrotar el cinismo vergonzante de privilegios de este sistema. ¡Pero no! Argentina, Venezuela, Brasil nos demuestran que son las calles nomás donde defenderemos los procesos de nuestro pueblo. Duele, pues, las wawas, y nosotras necesitamos paz para construir y reconstruir nuestras vidas después de tanta dictadura, fascismo neoliberal y libre mercado, donde remataron la naturaleza y sus riquezas, y remataron nuestras vidas, nuestros cuerpos y los de nuestras wawitas. A la lucha hermanas y hermanos, no hay de otra, defender con todo lo que tenemos y podamos este proceso que es del pueblo. ¡Hasta la comunidad siempre!