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Los jóvenes del PIEB

Presagiando un otoño frígido, las primeras hojas secas caían sobre el suelo cochabambino. La ciudad estaba acorralada. Era abril de 2000. Sublevados, un grupo de personas de escasos recursos se rebelava. Luego, toda la población se sumó a la movilización. La “guerra del agua”, así fue bautizada esta desobediencia contra el Estado. Era la primera movilización social del siglo XXI en el país. Fue el principio del ciclo de protestas en Bolivia. En un inicio la población, volcada en las calles con su indignación a cuestas, reclamaba por el alza de las tarifas de agua potable y, en un cerrar de ojos, se transformó en una interpelación al sistema político tradicional y al neoliberalismo en boga. Este acontecimiento marcó el devenir de la democracia boliviana. Allí se balbuceó la idea de la Asamblea Constituyente. Diez años después, nacía el Estado Plurinacional.

Más allá de los efectos para la democracia boliviana, la “guerra del agua” dejó huellas imperecederas en el imaginario de los jóvenes cochabambinos. Muchos de ellos fueron los “guerreros del agua”. En aquella época de gran efervescencia social en Cochabamba, el Programa de Investigación Estratégica en Bolivia (PIEB) lanzaba su segunda convocatoria nacional de investigación destinada a los jóvenes. Precisamente dos de los proyectos seleccionados venían de Cochabamba y versaban —por distintas vetas— sobre el mismo tema: la “guerra del agua” y sus actores.

Esta alusión a estos proyectos es una muestra del aporte de esta institución a las ciencias sociales bolivianas. Hay una constatación inequívoca: la ciencia social en Bolivia era una, pero a partir de la presencia del PIEB, en 1994, es otra. En el caso específico de los jóvenes, bajo la premisa de “investigar formando, formar investigando”, el PIEB se interesó por las nuevas generaciones de investigadores y sus problemáticas. Antes, la ciencia social boliviana soslayaba a los jóvenes. Había un adultocentrismo. Sin embargo, desde la aparición de esta institución en el campo intelectual/académico, los jóvenes dejaron de ser solamente “objetos de investigación”, para convertirse en “sujetos de investigación” desde su propio locus generacional.

Hace un par de meses, el PIEB lanzó dos publicaciones. En las páginas de estos libros se condensa el trabajo arduo y prolijo en aras de consolidar la investigación social en Bolivia. En dos décadas, esta institución apoyó la realización de aproximadamente 40 estudios y publicó 34 investigaciones sobre la realidad juvenil. Entre los aportes de los jóvenes investigadores se destaca la incidencia de sus estudios en el debate académico/intelectual y en las propias decisiones políticas.

Consecuentemente, los jóvenes se erigieron en hacedores de conocimiento en torno a sus propias realidades generacionales con temas explorativos y novedosos. El joven en El Alto, los jóvenes jailones, los medios sensacionalistas y los valores juveniles, los líderes indígenas o las percepciones de los jóvenes sobre la democracia boliviana son algunas de estas investigaciones que marcaron la agenda académica y política. Entonces, no solo se dio la transferencia de conocimientos de investigadores seniors a juniors o el asesoramiento académico o técnico brindado, sino también un apoyo decisivo de parte del PIEB a las nuevas generaciones para que se conviertan en protagonistas de esta aventura investigativa. En suma, uno de los aportes más significativos de esta institución fue la configuración de una generación de investigadores: “los jóvenes del PIEB”, en un momento constitutivo de Bolivia.

Un fragmento del tango Volver dice: “20 años no es nada”. Empero, gracias al PIEB, las últimas dos décadas fueron muy fructíferas para las ciencias sociales en Bolivia.