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Vuelve Diana

Pippa Middleton sacude el fantasma de Lady Di. Hace décadas, aquella chica espontánea y juvenil enamoró a los ingleses y refrescó la imagen de la imagen de la familia real británica. Pero los sueños de Diana —y su bulimia— se estrellaron contra el mármol de Buckingham. La separación de Diana y Carlos tuvo todos los elementos de un best seller: la niña buena en la jaula de oro. El príncipe infiel diciéndole a su amante “quiero ser tu támpax”. La villana integral, la reina Isabel, fría ante la tumba de nuestra trágica heroína. El daño a la Corona resultó irreparable.

Una generación después, Guillermo ha conseguido recuperar el aura de familia feliz que su público reclama: su esposa Kate Middleton es sencilla y discreta. El pequeño George queda muy mono recibiendo a Obama en albornoz. Pero nadie los previno contra la cuñada.

El reguero de titulares de Pippa Middleton han hecho saltar las alarmas: “Pippa viaja a esquiar con sus amigos”. “Pippa iba muy elegante al salir del gimnasio”. “Pippa le dio un beso a un chico en un taxi”. Tanta exposición mediática es una bomba de tiempo para la familia real, que, según el Mail on Sunday, le ha ordenado discreción. La prometedora carrera mediática de Pippa ha terminado.

La monarquía es un cuento de hadas. En tiempos de crisis (y Brexits) promueve el sueño de un país estable, lleno de padres amables y niños sonrientes. En cambio, el reality show es el peor enemigo de los cuentos de hadas, porque al final, en la vida real, siempre somos más bajos, más feos y más mezquinos que en la fantasía. Diana pagó la lección con su vida. Ahora Pippa lo sabe también.

Es escritor peruano, columnista de El País.