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Consumo informado

Aunque no hay evidencia suficiente y definitiva para afirmarlo o negarlo completamente, se cree que los alimentos transgénicos son peligrosos para la salud de las personas que los consumen. En ese sentido, desde el año pasado existe una norma que obliga a identificar este tipo de alimentos para su venta al usuario final; así, la decisión de consumirlos o no será informada.+

En efecto, el reglamento del Decreto Supremo 2452, promulgado en julio de 2015, que a su vez reglamenta el numeral 3 del artículo 15 de la Ley 144 (de la Revolución Productiva Comunitaria Agropecuaria), dispone que en seis meses todos los productos de consumo directo que contengan Organismos Genéticamente Modificados (OGM), mejor conocidos como transgénicos, deben tener una etiqueta triangular amarilla donde se lea la sigla que identifica su origen. Sucederá lo mismo con los productos de consumo indirecto, pero en un plazo más largo.

Se entiende por producto de consumo directo a aquellos alimentos que tienen entre sus ingredientes algún OGM, como las galletas o los jugos de soya transgénica, y de consumo indirecto a la carne de animales alimentados con OGM. Según el reglamento, será el Servicio Nacional de Sanidad Agropecuaria e Inocuidad Alimentaria el responsable de controlar el cumplimiento de la norma, tanto en alimentos de origen nacional como importados. En el caso de alimentos para menores de dos años de edad, será el Ministerio de Salud el responsable de verificar el etiquetado.

Según la Ministra de Medio Ambiente y Agua, impulsora del reglamento que se comenta, el objetivo de hacer visible la presencia de ingredientes transgénicos en los alimentos cumplirá el objetivo de estimular el consumo de productos orgánicos que, explicó, son más amigables con la Madre Tierra y, por tanto, favorecen el cuidado del medioambiente. La decisión de consumir o no alimentos con OGM quedará en manos de las personas.
Aunque en Bolivia el debate respecto de los alimentos con ingredientes transgénicos es aún incipiente, en parte porque no está claro hasta dónde está extendido el uso de semillas genéticamente modificadas, así como porque los alimentos que se importan tampoco tienen referencias explícitas sobre este tipo de ingredientes, la decisión de etiquetar estos productos tiene que ver con el derecho de las y los consumidores a poseer información completa y oportuna sobre las características y contenidos de lo que se llevan a la boca.

Resta ver si la medida será aplicada a cabalidad o si las autoridades tendrán que lidiar con productores e importadores que, con razón, podrían temer una baja de sus ventas solo por el hecho de reconocer que sus productos son o tienen ingredientes genéticamente modificados. Pero en el fondo queda la certeza de que la medida, de funcionar, será de gran beneficio para la población.