Mientras el conflicto en Siria se tornó más tenso y se extendió por sus fronteras, me mostré escéptico acerca de que una intervención militar estadounidense pudiese resolver los complejos problemas políticos y religiosos en el centro de la crisis. Sigo siendo escéptico al respecto y me alegra de que la administración Obama haya sido reacia a participar en una intervención a gran escala; pero me apena que no se haya comprometido en una acción humanitaria a gran escala. La distinción es importante.

Durante gran parte de los últimos 75 años, Estados Unidos ha provisto mucha ayuda al extranjero y ha acogido a la mayoría de los refugiados. Por décadas, EEUU recibió cerca del 50% de aquellos que fueron reubicados en tierras extranjeras. Pero esto ya no ocurre más. La ayuda estadounidense en la crisis siria se ha igualado a la de la Unión Europea, y ninguna de las dos está haciendo lo suficiente.

En cuanto a los refugiados, Estados Unidos se ha convertido en una vergüenza internacional. Ha prometido aceptar a 10.000 sirios, pero el año pasado recibió solamente a 2.192 y está luchando para recibir a más, a pesar de que, gracias a su distancia del conflicto, puede ser selectivo. Mientras tanto, Canadá, con una población que representa la décima parte de la de EEUU, ya ha recibido a 25.000 sirios. Alemania está lidiando con cientos de miles de refugiados que buscan asilo en su territorio y ha prometido albergar a más de 40.000.

Sin embargo, los países más ricos del mundo están siendo puestos en evidencia por algunos de los más pobres. El Líbano actualmente posee más de 1 millón de refugiados registrados, que representan un cuarto de la población total del país. Jordania no se queda muy atrás, con cerca de 650.000 refugiados. Y Turquía hospeda a aproximadamente 3 millones. Estos países necesitan ayuda en una escala totalmente diferente a la que están recibiendo actualmente.

Además, tradicionalmente Washington ha tomado la delantera en establecer la agenda para la acción humanitaria, presionar a otros países para que realicen donaciones, aceptar refugiados y proveer fuerzas para operaciones destinadas al mantenimiento de la paz. Hoy en día ciertamente el Gobierno estadounidense está actuando en algunos de estos ámbitos, pero en una medida ínfima en relación a la enormidad del sufrimiento.

Siria es una tragedia humana de proporciones épicas. Aproximadamente 400.000 personas han muerto, 6,5 millones han sido desplazadas internamente y casi 5 millones han huido del país. Algunos dirán que ésta es la razón precisa por la que deberíamos enviar más tropas, bombardear más blancos y establecer zonas seguras en el país. Pero esto presupone la existencia de un socio local con el cual trabajar y, más crucial, la presencia de un orden político efectivo y legítimo a los ojos de los sirios que podríamos ayudar a establecer. Sin esos ingredientes, la intervención militar extranjera se convierte en un caos y en una ocupación colonial.

Sin embargo, lo que sí puede hacer Washington es intentar responder a la crisis con una serie de esfuerzos humanitarios que sean iguales a la escala de la tragedia. El presidente Obama debería dirigirse al público estadounidense y describir el sufrimiento humanitario, recordarnos de las mejores tradiciones de nuestra nación y urgir al Congreso que lo apoye a proveer más ayuda, a recibir más refugiados y apuntar a mayores esfuerzos de colaboración internacional. Debería nombrar a Bill Clinton como embajador especial del país para la acción humanitaria en Siria.

Donald Trump lo criticaría. Los republicanos aumentarían el espectro del terrorismo. No obstante, estarían equivocados y Obama debería decirlo. Los estadounidenses siempre han sido cautelosos al aceptar refugiados. Grandes mayorías se opusieron a hospedar a alemanes judíos en la década de los años 30, e incluso inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, luego de haberse conocido acerca del holocausto. El 55% de la población se opuso a recibir a los húngaros luego de la invasión soviética en 1956, y el 57%, a aceptar a la “tripulación” de Indochina luego de la caída de Saigón en 1975. No obstante, los líderes de entonces insistieron y todos estos grupos fueron aceptados, asimilados y se han convertido en partes vitales de la sociedad estadounidense.

Obama no se está postulando, como hace cuatro años, para la reelección. Ha sido audaz en otras áreas, al proponer políticas que sabe que el Congreso rechazará con la esperanza de cambiar la conversación. ¿Por qué no actúa de la misma forma respecto a la mayor fuente de sufrimiento humanitario en el mundo en la actualidad?

El problema no solamente afecta al derecho político o a la administración Obama. ¿Dónde se encuentra Bernie Sanders, quien está muy preocupado acerca de los estadounidenses que no pueden pagar las universidades, pero parece en gran medida indiferente a los sirios que no logran mantenerse vivos? ¿Dónde están las estrellas de rock del mundo que alguna vez cantaron “We are the World” (Somos el mundo) y escenificaron un concierto en vivo para luchar contra la pobreza en África? Millones de hombres, mujeres y niños sirios están huyendo de sus casas, viviendo entre la mugre y perdiendo sus vidas, ¿qué estamos haciendo todos nosotros al respecto? ac