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Fiesta para renacer

El solsticio de invierno, en el Año Nuevo Aymara, significa una fiesta espiritual para renacer; una puerta abierta para lograr vencer las limitaciones; un círculo de equilibrio entre la luz y la oscuridad, la vida y la muerte; un espacio en el que todo puede ser trasmutado con la voz de nuestros ancestros, en el canto eterno unido al corazón de la Madre Tierra y la Pachamama.

En las culturas modernas estas reuniones son aún apreciadas por la exaltación emocional, porque representan algo que esperamos en el momento más oscuro del año. Éste es en especial el caso de las poblaciones que habitan cerca a las regiones polares del hemisferio. Los efectos depresivos del invierno en los individuos y las sociedades están vinculados al frío, al cansancio, al malestar y a la inactividad. Además, la falta de luz solar en los cortos días del invierno aumenta la secreción de la melatonina en el cuerpo, empujando el ritmo circadiano de sueño a uno más largo.

Celebraciones de mitad de invierno que ocurren en la noche más larga del año a menudo piden una floración perenne, brillante iluminación, grandes fuegos artificiales, fiestas, la comunión con el prójimo; y por la noche, un esfuerzo físico por el baile y el canto son ejemplos de terapias culturales de invierno que han evolucionado como tradiciones desde el comienzo de la civilización. Estas tradiciones pueden agitar el conocimiento, evitar el malestar, reiniciar el reloj interno y reavivar el espíritu humano.

La fiesta está perfectamente integrada en nuestra cultura, y nada ha podido desenraizarla de nuestros corazones. Los antiguos indígenas del altiplano se regían por fenómenos astronómicos, que les servían de guía para saber el momento en que debían iniciar las faenas agrícolas y ganaderas, como siembras, cosechas y esquilas a los camélidos andinos. Para Bolivia, la circunstancia astronómica invernal tiene una importante relevancia filosófica. La naturaleza es el panorama de inspiración para el Año Nuevo Aymara y un espectáculo del aparente trayecto traslativo del Sol como una representación del equilibrio que mueve al mundo. Comienza cuando asoma el solsticio de invierno que trasciende al nuevo ciclo agrícola. En esa fecha, los amautas encuentran el punto clave para que retorne el reordenamiento de la Tierra.

El solsticio de invierno es oportunidad para meditar, con el fin de poner lo mejor de nosotros mismos en procura de ejercitar una mejor patria. Este cambio que hace la naturaleza conlleva a conquistar la necesidad de reactivar nuestra voluntad en pos de una renovación. Es un momento de reflexión destinado a compartir sentimientos, cual semilla de fraternidad entre todos los bolivianos, irradiados por el brillo de los primeros rayos del Sol, con la esperanza de lograr la unidad que nos inspira a unificar nuestras emociones en la alegría de la vida.