En varios países de América Latina ha surgido un nuevo esquema piramidal llamado “el telar de la abundancia” dirigido a mujeres únicamente, en el que las participantes deben aportar entre $us 1.100 y 1.300 envueltos para regalo, con la promesa de que en solo cuatro semanas recibirán ocho veces la cantidad ofrendada. Ese rendimiento espectacular por supuesto no viene de la venta de un producto o servicio innovador, ni de ninguna forma de inversión, sino simplemente “creer” y generar “energía positiva” para que haya más gente que quiera unirse a su estafa, perdón, a su telar.

Al parecer este esquema es simplemente una “mutación” de la flor de la abundancia (otra forma de estafa piramidal), pero con un marketing distinto y nuevas prohibiciones como no compartir la información en redes sociales. La flor de la abundancia se popularizó vía WhatsApp, Facebook y su dinámica podía consultarse en videos en YouTube. El telar usa reuniones como forma de difusión y videos motivacionales con clave en Vimeo; y a quien esté en desacuerdo, se le prohíbe hablar al respecto.

Sea cual sea el nombre, el surgimiento de nuevos fraudes piramidales (lo son, aunque le pese a sus usuarios porque su funcionamiento depende de que recluten gente que aporte) muestra que estos esquemas sobreviven y mutan gracias a nuestro pensamiento mágico sobre el dinero.

Caemos en estafas con mucha facilidad porque tenemos la ilusión de descubrir secretos para la riqueza instantánea, de “ganarle al sistema” y a veces simplemente porque nos gustaría que eso que suena demasiado bueno sea verdad. Caemos en las estafas también porque se nos olvida la pregunta más básica para cualquier “inversión”: qué va a generar el dinero que me van a pagar a mí.

Lo que me parece curioso es que aunque la explicación de marketing sea: “el universo te va a regresar la generosidad”, la gente falle en ver que si recibir tu dinero depende de que traigas a más gente al esquema, entonces es una pirámide, tenga la forma o explicación que tenga. Si no, la magia del universo podría generar rendimientos solos y no necesitarías invitar a nadie a participar.

A los participantes de estos esquemas se les pide no pensar y no preguntar, solo creer. Lamentablemente ese es uno de los lujos que uno no se puede dar con su dinero porque sea la flor de la abundancia o un producto financiero que parecía muy bueno y terminó en fraude, “creí que” es una de las cosas que más repiten las víctimas. Si vas a poner tu dinero en algo, tienes derecho a saber.

Cuando escribí un primer artículo el funcionamiento de la flor de la abundancia, el único “argumento” que dieron sus defensores fue que mi mente podrida y capitalista no podía entender un esquema así. No era que ellos no pudieran explicar el sustento más allá de lo esotérico y el marketing, era mi falta de fe. Y francamente prefiero seguir haciendo dinero con métodos obsoletos como trabajar, crear negocios e invertir, que probar con estos grandes sistemas que descansan en la energía del universo.

Las pirámides siempre van a existir: en compañías financieras aparentemente legales que son un fraude o en esquemas completamente esotéricos, con forma de triángulo, flor, telar, círculo o hexágono. Y van a existir porque nos encanta pensar que podemos hacernos ricos sin despeinarnos, como diría San Escrin. Esperemos a ver en qué muta el famoso telar cuando empiece a colapsar.