Juana Azurduy, la heroína potosina reverenciada por igual en nuestro país y Argentina, volvió a ser noticia en las últimas semanas, a más de 150 años de su fallecimiento. Por un lado, en vista de la película dirigida por el galardonado Jorge Sanjinés, quien estrenó su nueva producción en todo el país  con bombos y sonajeras, aunque las críticas que le llegaron no fueron de las mejores. Muchos de los detractores del filme arguyen que se trata de una realización mediana, que no se coloca a la altura (no tiene por qué) de la carpeta del laureado autor de obras como La nación clandestina. Es lo que hace notar Mónica Heinrich, al argumentar que se trata de una puesta solemne con un guion (armazón de toda obra cinematográfica) que se mueve entre lo ingenuo y lo infantil. Y termina concluyendo con el lapidario “una pena por Doña Juana”. Para quienes aún no la vimos es una alerta, nada más que eso, pues el arte y más aún la crítica (que adoramos sea destructiva) son siempre subjetivas.

El otro hecho tiene que ver con la olla de corrupción que se viene destapando en Argentina tras el proceso de los K (por Kirchner). Al cuartucho donde se contaban y pesaban fajos de miles y miles de dólares se sumaron casos como el de un funcionario que salió a pasear 10 millones de dólares de madrugada hacia un monasterio; el hallazgo en dicho lugar donde habitan tres monjas de una bóveda camuflada debajo del altar de la sagrada eucaristía; y el deterioro acelerado del monumento que, también con bombos y sonajeras, inauguraron Evo y su par “socialista” Cristina en julio del pasado año.

En principio, las críticas acerca del nuevo inquilino en el centro político argentino sobrevolaron Plaza de Mayo al considerarse que el monumento a Cristóbal Colón, que se encontraba en el sitio elegido para levantar la efigie de Juana, no merecía ser desmantelado para su traslado; el navegante genovés había “estado allí” desde 1926 como un obsequio de la colectividad italiana que consideraba a la figura del marino como histórica. Finalmente el kirchnerismo salió con su gusto y, pese a las protestas, logró montar el monumento a la heroína que le costó al Estado argentino la suma de 118 millones de pesos (en tiempos en que el dólar en el vecino país rondaba los 10 pesos) y a Bolivia la friolera de Bs 7 millones.

Pero lo que empezó a indignar a la sociedad es el hecho de que el monumento, a meses de su instalación, empezó a mostrar filtraciones, humedad, óxido y otras deformaciones en sus 25 toneladas de estructura con riesgo de desprendimiento. El creador dice que es por falta de mantenimiento. Pero… pobre Doña Juana.