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Wednesday 24 Apr 2024 | Actualizado a 22:02 PM

Las relaciones con Rusia son imprescindibles

Los países occidentales no pueden negar la necesidad de mantener la cooperación con Rusia.

/ 27 de junio de 2016 / 11:01

Nunca hemos buscado la confrontación con la Unión Europea, pronunciándonos siempre por un diálogo paritario y de mutuo beneficio. Rusia nunca ha dejado de mostrarse abierta a la más extensa cooperación estratégica, rumbo a la cual se alineó a finales de los 90. Sin embargo, ahora Bruselas suele señalar que Rusia ya no es su socio estratégico, aunque siga siendo un país de importancia estratégica.

Las relaciones internacionales viven hoy un momento crítico en su desarrollo vinculado con la consolidación de una nueva arquitectura policéntrica. El fortalecimiento de nuevos centros de fuerza e influencia así como el deseo natural de los pueblos de determinar su futuro independientemente son una tendencia objetiva, que refleja la diversidad cultural y civilizatoria del mundo actual. Al mismo tiempo, crece la concurrencia global cuyos resultados determinarán la futura configuración del orden mundial.

En medio de la agudización de la amenaza terrorista, la profundización de conflictos regionales, la inestabilidad de la economía mundial, se siente cada vez con más fuerza la intención de nuestros socios occidentales, encabezados por EEUU, de conseguir la hegemonía global cueste lo que cueste. Los últimos acontecimientos han puesto en relieve que tales cálculos son ilusorios. Es evidente que un Estado, hasta el más potente, o un grupo de países no pueden optar por resolver de manera independiente los múltiples problemas de la actualidad.

En estas condiciones, gozan de demanda los esfuerzos diplomáticos conjuntos basados en la igualdad de los actores internacionales, con el fin de encontrar respuestas oportunas a los desafíos y amenazas comunes de gran escala. Rusia es fiel a esta filosofía y actividad en el ámbito de política exterior, defendiendo los intereses nacionales cuando EEUU y sus aliados intentan crear un “frente de disuasión” antirruso, según el modelo de la Guerra Fría. Empero, ellos ya no pueden rechazar la necesidad de mantener la cooperación con Rusia, cuya postura sobre los temas de acuciante actualidad goza de un gran apoyo.

Promovemos la agenda unificadora en la ONU, los BRICS, la OCS, el G20 y otros formatos multilaterales, contribuyendo a equilibrar la política mundial. Siempre estamos dispuestos a desarrollar la cooperación mutuamente ventajosa con todos los Estados y sus alianzas integracionistas que manifiestan un similar interés recíproco. Nadie debe dudar de que cualesquiera que sean las condiciones garantizaremos la seguridad de nuestro país y de nuestros ciudadanos.

Vemos que continúan la presión sobre nosotros y los intentos por desatar una campaña antirrusa, con el fin de forzarnos a renunciar respecto a los enfoques morales fundamentales inherentes al orden mundial. Es evidente también el deseo de reforzar la disciplina transatlántica a cuenta de nosotros, además de socavar las posiciones de Rusia en los mercados de hidrocarburos y armas.

No tenemos la intención de dejarnos arrastrar a una confrontación con EEUU, con la OTAN o con la Unión Europea. Es evidente que estas costumbres de confrontación, juegos geopolíticos sin resultado, solo frenan los esfuerzos dirigidos a conseguir un desarrollo sostenible del mundo y generan crisis similares a la de Ucrania. Vemos cómo es aprovechada esta circunstancia para desplazarnos económicamente del mercado europeo y al mismo tiempo para fomentar la solidaridad de los países de la OTAN. Será que necesitan un enemigo común para seguir adelante.

Estamos convencidos de que todas estas situaciones de crisis se arreglarían más fácilmente en caso de superar los defectos fundamentales en el ámbito de cooperación paneuropea y eliminando las líneas divisorias que quedan. Exhortamos a aplicar esfuerzos para crear un espacio económico y humanitario común desde el océano Atlántico hasta el Pacífico basado en la arquitectura de seguridad igual e indivisible. Un paso importante en esta dirección será la armonización de los procesos de integración europea y eurasiática.

Estoy convencido de que la crisis actual ha de ayudar a que nosotros y la UE nos aclaremos sobre cómo continuar. No nos ofenderemos ni nos aislaremos, dado que la Unión Europea es nuestro vecino e importantísimo socioeconómico y comercial. Estoy seguro de que el desarrollo de los más variados vínculos en la esfera de la economía, la política, la cultura y la seguridad corresponde con los intereses más añejos de los pueblos ruso y europeo.

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El mundo en una encrucijada

El modelo liberal de la globalización profundizó el desnivel en el desarrollo entre los países ricos y pobres.

/ 12 de agosto de 2017 / 04:37

La situación en el mundo no es estable ni previsible. Al contrario, la tensión a nivel global y regional sigue creciendo. Es evidente la erosión del derecho internacional, los intentos de usar el factor fuerza para promover intereses propios de modo unilateral, fortalecer su propia seguridad a cuenta de la de otros, y frenar con todos los medios posibles la formación de un orden mundial policéntrico. Tales acciones perjudican a nuestro objetivo común: la necesidad de aunar esfuerzos para luchar contra las amenazas reales en vez de las inventadas.

Cabe destacar que Rusia cumplió a conciencia sus “deberes” encaminados a eliminar los vestigios de la Guerra Fría, y aportando bastante a reforzar la confianza y la comprensión mutua en la región euro-atlántica y en el mundo en general. Entre los avances más importantes me gustaría señalar nuestro papel decisivo, sin temor a exageración, en la unificación de Alemania, la retirada de tropas de las naciones del este de Europa y de los países bálticos. Todo este tiempo hemos jugado limpio, sin tener doble intención ni doble agenda. Merece la pena señalar que en gran medida, gracias a nuestra política aplicada a lo largo de los últimos 25 años, los europeos han podido ahorrar fondos colosales, reduciendo gastos para la defensa y destinándolos al fomento de la prosperidad de sus ciudadanos.

Hoy queda patente que el modelo liberal de la globalización que arraigó a principios de los 90 y, sobre todo, su componente económico que busca el liderazgo y la prosperidad de un reducido grupo de Estados a costa del resto del mundo no da más de sí. Este modelo ha demostrado inestabilidad ante distintos retos, así como su incapacidad para solucionar de forma eficaz numerosos problemas, por muy nobles que sean los lemas proclamados.

La adopción de un nuevo modelo industrial y tecnológico abrió ante la humanidad posibilidades adicionales, pero no logró reducir el desnivel en el desarrollo entre los países ricos y pobres. En las últimas décadas el abismo que los separa no hizo sino ahondarse. Se mantiene además la volatilidad de la economía y las finanzas mundiales. El cambio climático también entraña graves peligros. La pobreza, la vulnerabilidad social y la competencia incesante propician casi en todas las esferas el aislamiento, el proteccionismo, el nacionalismo, el extremismo y procesos migratorios incontrolados.

La otra cara del modelo de la “occidentalización” y del imperante deseo de cambiar al mundo en función de su propia escala de valores, llegando incluso a recurrir a la fuerza para cambiar los regímenes indeseables, es la intensificación del terrorismo internacional. A su vez, los sangrientos atentados que están azotando distintas partes del mundo, junto con la grave crisis migratoria en Europa, evidencia lo ilusorio que es el intento de crear islotes de seguridad, de mantenerse al margen de todo o de solucionar los problemas existentes sin basarse para ello en la cooperación multilateral.

Es evidente que en un futuro no muy lejano el mundo seguirá enfrentándose a una serie de problemas de largo alcance comunes para toda la civilización. El presidente de Rusia, Vladimir Putin, señaló recientemente en el Foro Económico Internacional de San Petersburgo que no debemos ni tenemos el derecho de desperdiciar nuestras fuerzas y nuestro tiempo en peleas, conflictos y rencillas geopolíticas. Hacen falta actitudes sabias y sopesadas que contengan el deseo de dominar a nivel global y a la viciosa práctica del “doble rasero”.

Hoy todos somos participantes en el proceso de formación de un modelo policéntrico. Seguramente todos coincidirán en que es una tendencia natural relacionada con la redistribución del equilibrio global de la fuerza y con el aumento en el mundo actual del papel de la cultura y de la identidad civilizatoria. Nos interesa a todos no frenar dicho proceso, sino más bien garantizar su sostenibilidad y predictibilidad, para que el nuevo modelo mundial, renovado y purificado con base en los principios recogidos en la Carta de la ONU, sea justo y democrático, y la globalización asuma una función unificadora, tomando en consideración los intereses de todos los participantes de la interacción internacional y propiciando la estabilidad y la seguridad del futuro de la humanidad.

El surgimiento de nuevos centros de poderío económico y militar supone un grado más alto de confianza que es imposible de conseguir, si no son respetados los principios fundamentales de la vida internacional, como la soberanía de los Estados, la no intervención en sus asuntos internos y la solución de las disputas por la vía pacífica.

Urge llegar a un acuerdo sobre la interpretación única de los principios y las normas del derecho internacional. Es difícil de subestimar en este sentido el papel de la ONU, portadora de la legitimidad universal. Las experiencias más recientes han puesto de manifiesto que medidas solidarias respaldadas por autoridades de la ONU vía resoluciones del Consejo de Seguridad son capaces de garantizar soluciones a los problemas más complicados.

Sin lugar a dudas, los intentos de adaptar al siglo XXI los institutos propios de la época de confrontación bipolar van a fracasar. Así, la OTAN sigue fiel a la lógica de la Guerra Fría, buscando justificar su propia existencia. Al mismo tiempo, se ha visto incapaz de reaccionar de manera adecuada al principal reto de la actualidad: el terrorismo. Sin embargo, con su actuación, la OTAN ha desestabilizado la seguridad europea y sigue haciéndolo; lo que indudablemente entra en contradicción con las aspiraciones de los europeos.

Las relaciones internacionales se encuentran hoy en una encrucijada, y del camino que sigamos dependerá la situación que el mundo vivirá dentro de 15 o 20 años. Si continuamos perdiendo el tiempo, los recursos y los fondos, no tardará en surgir una nueva carrera armamentista, junto a la ampliación de las zonas de inestabilidad y del caos. La otra opción es que los principales centros de la civilización alcancen un acuerdo basado en la cooperación internacional y el papel coordinador de la ONU. Rusia opta por el segundo guion. Estamos siempre abiertos a la cooperación con quien desee mantenerla para poder dar una solución eficaz a los problemas del desarrollo mundial. Estamos a favor del esfuerzo colectivo y multilateral encaminado a reforzar la seguridad y establecer una cooperación paritaria y de mutuo beneficio. Sabemos que la mayoría de los miembros de la comunidad internacional comparten esta postura.

Rusia seguirá defendiendo y promoviendo en los asuntos internacionales una agenda pacífica, positiva y orientada al futuro, velando por el equilibrio y la estabilidad global. Reforzaremos nuestra interacción con los países del G-20, los BRICS, la OCS, la UEE y las asociaciones del espacio postsoviético, donde no hay líderes ni “mandados”, sino que las decisiones son tomadas con base en el consenso y el respeto a los intereses de todos los Estados miembros.

Seguiremos contribuyendo a fortalecer principios sanos en los asuntos internacionales, y a formar una nueva arquitectura de gestión global que refleje las exigencias del siglo XXI. Estamos dispuestos a trabajar en conjunto, buscar juntos las soluciones a los desafíos que afrontamos todos nosotros con base en la igualdad, el respeto mutuo y el respeto de los intereses recíprocos. Exhortamos a todos nuestros socios a adoptar este camino; cualquier otro nos llevará a un callejón sin salida.

El 20 de agosto culminará la responsabilidad que me confió el Gobierno de Rusia en el Estado Plurinacional de Bolivia. Aprovecho la oportunidad para manifestar mi sincero aprecio y agradecimiento a la directora de La Razón, la señora Claudia Benavente, por el apoyo y la colaboración brindados a los esfuerzos profesionales de la representación diplomática a mi cargo.

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¿Por qué Rusia dijo ‘No’?

Esta resolución podía influir negativamente en la búsqueda de soluciones políticas al conflicto sirio.

/ 22 de marzo de 2017 / 05:45

En últimos días he recibido un montón de preguntas sobre la votación del 28 de febrero en el Consejo de Seguridad de la ONU, en la cual Rusia y China vetaron el proyecto de resolución que imponía sanciones contra Siria. Bolivia también votó en contra del proyecto, mientras que Egipto, Kazajstán y Etiopía se abstuvieron. Después, en los medios de comunicación occidentales circularon una serie de publicaciones que criticaban a Rusia por esta determinación. En Bolivia, los medios de comunicación, que se oponen al Gobierno, hicieron lo mismo.

¿Cómo valoramos este cuestionamiento? Como un nuevo intento de cargar la culpa en cabeza ajena. De hecho, la votación en el Consejo de Seguridad fue de carácter abiertamente provocativo. El proyecto de resolución para imponer sanciones contra varias personas físicas y jurídicas de Siria fue preparado a principios de diciembre de 2016, pero los coautores occidentales se abstuvieron de ponerlo a votación. Lo hicieron solo a finales de febrero, lo que coincidió con la reanudación de las negociaciones de paz en Ginebra.

Hicimos notar a nuestros colegas occidentales que este paso podría influir negativamente en la búsqueda de soluciones políticas al conflicto sirio. Pero ellos hicieron caso omiso de nuestras preocupaciones. Es decir, se trataba de un paso preconcebido, cuyas consecuencias políticas no preocupaban a los promotores de la resolución. Es evidente que su objetivo no consistía en buscar decisiones eficaces y mutuamente aceptables, sino en polarizar los enfoques y agudizar la situación.

Para Rusia y para otros países que valoran objetivamente la situación con el empleo de las armas químicas en Siria e Irak, resulta absolutamente inaceptable la propia concepción del documento presentado por Gran Bretaña, Francia y EEUU. El proyecto de resolución es de carácter desequilibrado y unilateral. La lista de personas físicas y jurídicas de Siria contra las que se propone imponer sanciones no se basa en los informes del Mecanismo Conjunto de la ONU y de la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ), respecto a la investigación elaborada sobre el presunto empleo de armas químicas en Siria (MCI), y es absolutamente arbitraria.

No cabe duda de que tales iniciativas, en el marco del Consejo de Seguridad de la ONU, pueden tener una influencia muy negativa en las perspectivas del arreglo político en Siria. También se verían afectados los esfuerzos dirigidos a establecer el diálogo entre las partes del conflicto sirio que empezaron a emprenderse de modo eficaz en Astaná.

Desde el punto de vista jurídico, las acusaciones no contienen hechos probatorios con base en los que se podría presentar acusaciones no solo contra Damasco, sino también contra el Estado Islámico. Además, las sustancias tóxicas se emplean con frecuencia en Siria por el Frente al Nusra, así como también por numerosos grupos de la oposición armada con fines provocativos, entre otras razones, para desacreditar a las Fuerzas Armadas y a las autoridades de ese país.

También se puede calificar esta iniciativa como provocativa porque los coautores del proyecto sabían perfectamente que no iba a ser aprobado en el Consejo de Seguridad de la ONU, porque Rusia lo vetaría. Sin embargo, no renunciaron a ponerlo a votación. El objetivo es evidente: intentar presentar a Rusia como país que encubre los crímenes supuestamente cometidos por el Gobierno oficial de Siria. Con todo esto, se divulgó con entusiasmo la tesis que era imposible dejar sin castigo el empleo de armas químicas, que los responsables no deberían quedar en la impunidad.
Compartimos la última tesis: el problema consiste en que no hubo pruebas más o menos convincentes de que Damasco y sus representantes eran los responsables. El anexo del proyecto de resolución contenía una lista de cargos oficiales y organizaciones en relación con los que se proponía imponer sanciones. Mientras, estas listas no tenían ningún sustento.

Cabe destacar que el uso del derecho a veto en el Consejo de Seguridad de la ONU es una medida extrema a la que se puede recurrir solo si no hay otra opción. Y naturalmente, para tomar la decisión de votar en contra es necesario tener la voluntad política y un sentido excesivo de responsabilidad, de lo que no todos pueden jactarse en el mundo actual. Por eso, cuando varios socios occidentales o los medios de comunicación intentan presentar algunos cuestionamientos al respecto, no tenemos motivos para sentirnos confusos o incómodos. Al contrario, podemos sentir orgullo por nuestro país, que se muestra capaz de contrarrestar decisivamente a tales iniciativas, a pesar de una fuerte presión propagandista.

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Otro año más de la diplomacia rusa

Los problemas de seguridad global  y estabilidad pueden ser solucionados solo de forma conjunta

/ 7 de febrero de 2015 / 06:11

El artículo ofrecido al lector constituye un análisis de los esfuerzos de la diplomacia rusa durante el año calendario, que ha pasado desde su última fiesta gremial, el Día del Diplomático, que se celebra anualmente en Rusia el 10 de febrero.

Indudablemente este año pasado resultó ser más complicado para la diplomacia rusa que los años anteriores. A los desafíos ya conocidos se han añadido nuevos y peligrosos focos de tensión, el futuro de la economía mundial continúa siendo incierto, sigue existiendo riesgo de profundización de las brechas que se están abriendo entre las confesiones y las civilizaciones. Merece especial preocupación la situación en Oriente Próximo y África del Norte, donde crece la amenaza por parte de las fuerzas extremistas y terroristas en las fronteras regionales, una amenaza contra la cual Rusia alerta a sus socios desde hace mucho tiempo.

Creemos que los acontecimientos de los últimos años nos convencen de que los problemas de seguridad global y estabilidad pueden ser solucionados solo de forma conjunta. Sin embargo, hay ciertas tendencias negativas que impiden la acción conjunta y solidaria de la comunidad internacional. Entre ellas señalamos, en primer lugar, las contradicciones fundamentales entre el proceso objetivo de dispersión del poder global, el proceso de formación de un orden mundial policéntrico y más democrático, por un lado; y los insistentes intentos del “Occidente histórico” de mantener su liderazgo en los asuntos mundiales; imponer, también por la fuerza, sus enfoques y valores a los demás actores de relaciones internacionales, por el otro. Esta contradicción se ha traducido, en particular, en el conflicto interno en Ucrania, que surgió después del golpe de Estado.

Quiero señalar que Rusia es una firme partidaria del arreglo exclusivamente pacífico de la crisis ucraniana con base en el diálogo nacional. Solo el pueblo de Ucrania, sin intervenciones externas, debe determinar su propio futuro. En este contexto, los contactos directos entre Kiev y los representantes de las autoproclamadas repúblicas populares de Donetsk y Lugansk tienen una importancia primordial. Al menos Rusia continuará trabajando para crear condiciones favorables para esta forma de resolución de los problemas a gran escala que está afrontando Ucrania.

En el curso del año pasado, Rusia trabajó intensamente en diferentes formatos multilaterales, incluido el Grupo de los 20, los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) y la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), cuyas cumbres este año serán celebradas en la ciudad rusa de Ufá. La firma del Acuerdo sobre la Unión Económica Euroasiática (Ueea), que entró en vigencia el 1 de enero de 2015, representó un paso importante hacia la integración de los países del espacio postsoviético.

En cuanto a las relaciones con la Unión Europea (UE), la postura de Bruselas con respecto a la crisis ucraniana debilitó sustancialmente la interacción entre Rusia y la UE, causando una serie de episodios problemáticos en el ámbito político y económico. Consideramos imprescindible trabajar para superar estos problemas y seguimos interesados en desarrollar una cooperación equitativa y mutuamente beneficiosa con la UE.

Las relaciones entre Moscú y Washington empeoraron seriamente. La administración de Estados Unidos redujo el diálogo bilateral en la mayoría de los ámbitos. Exhortamos a nuestros socios estadounidenses a regresar al camino de la interacción eficaz tanto en la agenda bilateral como en la arena internacional, donde nuestros países tienen una responsabilidad especial. Tal diálogo es posible solo sobre la base de la igualdad y toma en consideración de los intereses mutuos.

Debido al comportamiento de Estados Unidos, la actitud de confrontación empezó a prevalecer en la OTAN. La Alianza del Atlántico Norte tomó la decisión, absolutamente politizada, de suspender la cooperación en el ámbito militar y civil. Ésta no fue nuestra elección, no deseamos ni permitiremos una nueva Guerra Fría. Los intentos de aislar a Rusia no darán ningún resultado. Rusia nunca tomará el camino del autoaislamiento, la hostilidad y la búsqueda de enemigos. Nuestra política exterior está orientada a defender activamente los intereses nacionales, pero, al mismo tiempo, no buscamos ninguna confrontación, siempre estamos abiertos a buscar los compromisos razonables basados en el equilibrio de los intereses.

Seguimos haciendo esfuerzos para continuar con la integración de Rusia a la región de Asia-Pacífico. La cooperación en esta región es de carácter estratégico y prioritario para nosotros de cara al siglo XXI. Se ampliaron paulatinamente los vínculos entre Rusia y China. Durante la visita del presidente de la Federación de Rusia, Vladímir Putin, a China en mayo pasado se suscribieron cerca de 500 acuerdos. Nuestra cooperación con China en la arena internacional se consolidó como un elemento importante para mantener la estabilidad y seguridad a nivel global y regional. Incrementamos la cooperación estratégica con la India, Vietnam y otros países de la región, ampliamos la participación en la actividad de mecanismos multilaterales en la región de Asia-Pacífico.

Rusia intentó contribuir del modo más activo al arreglo de distintos conflictos. En gran medida, gracias a la diplomacia rusa, se logró finalizar con éxito la desmilitarización química de Siria. Los esfuerzos de Rusia en el marco del “sexteto” contribuyeron al proceso en el ámbito del arreglo de la situación en torno al programa nuclear iraní.

Los numerosos contactos bilaterales han contribuido al progreso de una cooperación mutuamente beneficiosa en diferentes esferas con los países de América Latina y el Caribe, que constituyen un polo importante del mundo multipolar en formación. Además, se han dado pasos para incrementar la dinámica de cooperación con las organizaciones regionales de integración.

Quiero subrayar con satisfacción que continuó desarrollándose el diálogo político con Bolivia y nuestra colaboración en la palestra internacional, y siguieron implementándose proyectos económicos conjuntos de gran envergadura. Una alta importancia ha tenido el encuentro entre los presidentes de Rusia y Bolivia en julio pasado, que nos dio la oportunidad de diseñar buenas perspectivas del desarrollo de la cooperación bilateral.

Colaborando con las organizaciones internacionales y regionales y utilizando diferentes espacios de discusión y mecanismos de diálogo, Rusia ha procurado contribuir al proceso de la búsqueda de ideas integradoras para construir en el mundo unas relaciones armónicas entre diferentes civilizaciones y culturas.

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El Grupo-77+China, Bolivia y Rusia

Apreciamos el nivel de interacción de Rusia con el G-77  en muchos temas económico-sociales

/ 24 de septiembre de 2014 / 04:00

El Grupo-77 más China está desempeñando un papel cada vez más destacado en la creación de la multipolaridad mundial. En este contexto, los observadores objetivos han señalado el importante papel de Bolivia, que preside esta organización internacional, con la que Rusia mantiene relaciones estrechas.

Primeramente, apreciamos positivamente el nivel de interacción de Rusia con el G-77 en muchos temas de la agenda social y económica. Vale la pena notar los enfoques comunes de Rusia y el G-77 con la aspiración de establecer una agenda pos-2015 (continuidad de la Agenda del Milenio). Tenemos el mismo concepto del desarrollo sostenible como la unidad de las tres “dimensiones”: crecimiento económico sostenible, amplio desarrollo social y protección del medio ambiente. Nuestros enfoques son muy cercanos en lo que se refiere a la definición de las prioridades para la superación de estos desafíos y amenazas globales. Igual que el G-77, contribuimos prioritariamente a la erradicación de la pobreza y el hambre, y para asegurar el acceso a la educación, salud, apoyo social, pleno empleo, industrialización, y la creación de condiciones favorables exteriores para un desarrollo estable.

Rusia respeta y acoge con comprensión el propósito de los países en desarrollo de perfeccionar la gobernanza económica mundial, con tal de que se conserve el papel central de las Naciones Unidas como la organización universal, que posee la mayor legitimidad.

Encontramos justo y fundamentado la manera de plantear la cuestión sobre el reforzamiento del papel de los países en desarrollo y las economías emergentes durante la aceptación de las decisiones que determinan el orden económico mundial. Compartimos la evaluación por el G-77 de la ayuda oficial al desarrollo como una de las principales fuentes de financiamiento externo; y estamos aumentando el potencial de donador, en vista de las prioridades nacionales y las posibilidades objetivas económicas. Rusia, igual que la mayoría de los países en desarrollo (incluyendo a nuestros socios de los BRICS), no admite la denominada “cuarta dimensión” de los temas de la paz, seguridad internacional y derechos humanos impuesta por las contrapartes occidentales, que conduce a la excesiva politización de los debates de la ONU sobre los problemas socio-económicos y ambientales.

Destacamos la similitud de enfoques de manejo de recursos naturales. Al igual que muchos países en desarrollo, Rusia ve la riqueza natural como base del fomento sostenible de sus posesores y apoya la observación incondicional del principio de la soberanía completa e integrante de los Estados sobre sus recursos. Además, junto con los países en desarrollo, Rusia se opone a las sanciones unilaterales económicas y otras medidas injustificadas discriminatorias, aceptadas para presionar políticamente a los Estados soberanos.

Rusia apoyó el 9 de septiembre en la Asamblea General de la ONU la iniciativa impulsada por Argentina y presentada por Bolivia en favor de reducir el poderío aplastante de dólar como instrumento de crédito, y votó con los países del G-77+China contra los “fondos buitre” en ese organismo internacional.

Confirmamos nuestra firme intención de seguir ampliando la cooperación mutuamente beneficiosa con el G-77 in solidum y con los países que forman este organismo internacional apartadamente, basándose en los principios de solidaridad, respeto de los intereses de los socios y no injerencia en los asuntos internos.

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El referéndum en Crimea es legal

Ucrania debe abstenerse de emprender cualquier tipo de acción de fuerza contra Crimea

/ 22 de marzo de 2014 / 06:44

Estos días he recibido un montón de preguntas sobre la legitimidad del referéndum en Crimea y su conformidad con el derecho internacional. Me gustaría contestar a todas ellas y en orden. En Ucrania se ha producido, bajo todo punto de vista legal, un golpe de Estado real. Se puede añadir un golpe de Estado armado. Como resultado, Rusia no reconoce los poderes actuales de Ucrania.

Hay a quien le gusta la palabra “revolución”. Es posible que la “revolución naranja” del año 2004 se haya ido oscureciendo con el tiempo y se haya puesto parda. En suma, han llegado al poder unos señores ilegítimos que intentan gobernar el país. Las fuerzas radicales nacionalistas siguen todavía ejerciendo una fuerte influencia sobre los nuevos dirigentes ucranianos. Se ignoran los intereses de las regiones ucranianas en las que vive una población ruso-parlante y las minorías nacionales.

El acuerdo de compromiso del 21 de febrero que se alcanzó con la mediación de Francia, Alemania y Polonia, así llamado “grupo de amigos de Ucrania”, se ha ido al traste, a pesar de que su aplicación daba la posibilidad de salir legalmente del callejón sin salida. Las razones arriba expuestas impulsaron a las autoridades legítimas de Crimea (no nos paramos en los intentos convulsos de Kiev, a un día del referéndum, de declarar a todos que “estaban fuera de la ley”) a adoptar la decisión de “separarse civilizadamente” de Ucrania a través de un referéndum.

Y ahora, el tema preferido: el derecho internacional. El derecho a la autodeterminación está fijado en el artículo 1 de la Carta de Naciones Unidas. Más de una vez ha sido ratificado con las decisiones de la Asamblea General de Naciones Unidas: en la Declaración de 1970 sobre los principios del Derecho Internacional, en la Declaración de 1960, sobre la concesión de independencia a los países y pueblos coloniales, etc.

En circunstancias en las que un pueblo no tiene posibilidad de obtener su estatus y proteger sus derechos dentro del Estado en cuyo territorio está albergado, dicho pueblo adquiere el derecho a la autodeterminación separándose de este Estado y/o uniéndose a otro Estado. La Declaración de 1970 afirma la inviolabilidad de la integridad de los Estados “que respetan en sus acciones los principios de igualdad y libre determinación de los pueblos” “y que, en consecuencia, tienen un gobierno que representa sin distinción de raza, credo o color de la piel a todo el pueblo, que vive en un determinado territorio”.

Recuerdo que el Presidente legítimo (no lo juzgo como persona) fue elegido dos veces con el apoyo del Este de Ucrania y dos veces fue suspendido ilegalmente. De manera que una población, que ha intentado defender, a través de métodos legales, sus intereses (el idioma, la historia, la protección social), dos veces… ha sido escupida; recurramos, por qué no, a esta palabra. En la Declaración de Viena de la Conferencia Mundial de Naciones Unidas sobre Derechos Humanos también se subraya que un Estado que pretende proteger su integridad debe tener “gobiernos que representen los intereses de todo el pueblo de su territorio sin ningún tipo de diferencia”. 

Paso ahora a hablar del derecho de Crimea a la autodeterminación y el viraje a la “derecha” del centro. En enero de 1991 se celebró un referéndum en el óblast de Crimea en virtud del cual se adoptó la ley de Ucrania de restablecer la República Socialista Soviética Autónoma de Crimea. En septiembre de 1991, el Soviet Supremo adoptó la “Declaración sobre su soberanía como Estado”. En 1992 se aprobó la Constitución de Crimea. Sin embargo, en 1995, por decisión de la Rada Suprema y el Presidente de Ucrania, sin el consenso del pueblo, se derogó la Constitución de Crimea. De esta manera, Crimea pasó de tener el estatus de Estado independiente a formar parte de Ucrania (según la Constitución de Crimea de 1992) con el estatus de República Autónoma, como territorio unido al Estado ucraniano.

La reacción en cadena de la toma del poder que comenzó tras el Maidan-2014, puso en peligro la existencia y el poder de Crimea elegido en las urnas, así como la propia identidad de este territorio y su pueblo. En circunstancias en las que el “gobierno de los vencedores” no controla el territorio de Ucrania, y tampoco controla nada en general, no les representa, y tampoco representa nada en general, para el pueblo de Crimea no tenía cabida la posibilidad de ejercer su derecho de autodeterminación dentro del marco del estado ucraniano. De conformidad con la Declaración de 1970, las autoridades de Ucrania deben abstenerse de emprender cualquier tipo de acción de fuerza que prive al pueblo de su derecho de autodeterminación, libertad e independencia, y dar la posibilidad de que se exprese la voluntad de Crimea de forma pacífica y en libertad. 

Y hay que añadir que calificar el referéndum como no conforme a la Constitución de Ucrania no tiene sentido al referirse a su legitimidad según el derecho internacional. En la práctica, la aplicación del derecho a la autodeterminación separándose indica que, por razones objetivas, no se puede realizar de conformidad con la legislación nacional.

Vuelvo a repetir lo que ya se ha dicho hasta la saciedad: Estados Unidos, en su memorándum presentado a la Corte Internacional sobre el asunto de la separación de Kosovo en correspondencia con el derecho internacional, sostuvo que “las declaraciones de independencia pueden conllevar a menudo una violación del derecho interno, no obstante, esto no significa que se produzca una violación del derecho internacional”.  Además de Estados Unidos, hubo una serie de países que defendieron en los tribunales la legalidad de la actuación de Kosovo. La propia Corte Internacional se pronunció al respecto diciendo que “el derecho internacional común no contiene una prohibición aplicable a la declaración de independencia”.

Y lo principal: los argumentos que aduce Occidente en cuanto a que el referéndum sería legítimo si se celebrara en toda Ucrania. Quiero volver a recordar que en todo el territorio de Ucrania se han celebrado ¡dos veces! elecciones presidenciales cuyo resultado ha sido dos veces la anulación de la voluntad de las calles, así como la presión de la “comunidad internacional”. Ucrania, conducida por un “grupo de amigos” ha devaluado el significando de la Constitución y de la voluntad legítima de su pueblo.

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