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Crisis de la globalización neoliberal

El resultado del referéndum sobre la salida del Reino Unido de la Unión Europea (brexit) ha sido inesperado, en vista de que en las semanas previas todo hacía pensar que se impondría finalmente el voto por permanecer en el bloque europeo. Las primeras repercusiones políticas, económicas y geopolíticas no se han hecho esperar, y su tratamiento comunicacional ha llenado las primeras planas de los principales medios impresos del mundo. Aunque no se ha activado todavía formalmente el largo trámite de disolución de los diferentes mecanismos y acuerdos que vinculan al Reino Unido y la Unión Europea, los mercados y sus principales protagonistas ya han reaccionado con decisiones probablemente irreversibles, indistintamente de lo que sea el desenlace definitivo en un par de años.

Aunque el detonador de la crisis de la Unión Europea está relacionado con problemas domésticos en el escenario político inglés, lo cierto es que el brexit y sus probables consecuencias solo han sacado a flote problemas que se venían gestando desde mucho antes en la economía internacional, acelerando tendencias y corrientes que ya se manifestaron en el pasado en términos críticos respecto del funcionamiento asimétrico de la globalización.

La globalización en su versión contemporánea ha sido impulsada por diversas fuerzas que en conjunto le han proporcionado sus características actuales. Entre las más importantes deben mencionarse la aceleración del cambio tecnológico y, en particular, de las redes de comunicación en tiempo real (internet); el colapso del socialismo en la Unión Soviética y los países de Europa oriental; las políticas de apertura externa promovidas por el Consenso de Washington en América Latina; y los tratados de libre comercio que conectan a una buena parte de las economías del mundo.

Como es sabido, más o menos desde fines del siglo pasado han proliferado las manifestaciones y los movimientos internacionales de oposición y rechazo a dichos tratados de libre comercio, en cuanto mecanismo emblemático de la globalización neoliberal.  

En la primera época, las fuerzas contestarias estuvieron representadas primordialmente por los movimientos ambientalistas, de derechos humanos, así como por algunos partidos políticos y corrientes ideológicas vinculadas a los sindicatos obreros en los países industrializados.

Con sus propias características y procedimientos, en esa misma época se instalaron gobiernos nacionalistas y populistas en varios países latinoamericanos, que cambiaron el sentido de la integración regional e incorporaron nuevas modalidades de cooperación al estilo de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (Alba).

En una segunda época, la crisis financiera internacional de 2008-2009, que se extendió desde Estados Unidos a Europa, puso de manifiesto las profundas asimetrías del sistema económico internacional, donde la dinámica del comercio mundial contrasta con la aceleración especulativa de los movimientos de capital, por una parte, y con las crecientes restricciones a la libre circulación de personas, por la otra.

La globalización sin gobernanza colectiva capaz de imponer mecanismos eficaces de supervisión y regulación del capital financiero resulta tanto más irritante ante las insuficiencias generalizadas en las esferas del empleo y los salarios, y las evidencias de una formidable concentración del ingreso en muy pocas manos en el mundo. Añádase a eso el problema humanitario de los refugiados provenientes de Medio Oriente, y el escenario está montado perfectamente para el retorno de los nacionalismos, la xenofobia, el proteccionismo económico y las corrientes de extrema derecha. La globalización y la integración ya no serán nunca más lo que fueron. La crisis que se avecina no es menor, y habrá que analizarla en serio.