Los años de la adolescencia son para algunas niñas una época de exploración, aprendizaje y una autonomía cada vez mayor. Pero para muchas otras es una época de vulnerabilidad creciente, por la exclusión de sus derechos y la limitación de oportunidades, o por una discriminación clara y simple.
Cuando una adolescente cuenta con la posibilidad, los medios y la información para adoptar sus propias decisiones en su vida, es más probable que supere los obstáculos que la separan de un futuro saludable y productivo. Esto la beneficia, así como a su familia y a su comunidad. En cambio cuando no participa en modo alguno en las decisiones relativas a su educación, su salud, el trabajo o incluso su situación conyugal, tal vez nunca llegue a hacer realidad todo su potencial ni a convertirse en un actor positivo para su hogar, su comunidad y su nación.
En algunas partes del mundo cuando una niña llega a la pubertad, su familia o comunidad consideran que está lista para el matrimonio, el embarazo y el parto. Entonces puede ser obligada a contraer matrimonio y a dejar la escuela; puede sufrir daños severos, como una fístula, por dar a luz antes de que su organismo esté preparado para ello; pueden negársele sus derechos humanos.
Es necesario que los gobiernos de las regiones del mundo inviertan en empoderar a las adolescentes, de tal manera que puedan adoptar decisiones relevantes para su vida; y asimismo en equiparlas, para que algún día puedan sustentarse, participar en los asuntos de su comunidad y hallarse en un pie de igualdad respecto a sus contrapartes masculinas.
Se necesita invertir para proteger su salud, incluida su salud sexual y reproductiva, a fin de permitirles que reciban una educación de buena calidad y ampliar sus oportunidades económicas, incluidas las relativas a un trabajo decente.
Una adolescente cuyos derechos se respetan y que puede alcanzar su pleno potencial será una mujer capaz de aportar al progreso económico y social de su comunidad y de su nación.