Líderes republicanos tales como el presidente de la Cámara de Representantes, Paul Ryan, han explicado que su fundamento principal por el cual apoyan a Donald Trump es que solamente él puede asegurar el éxito de ideas conservadoras, de mercado libre. La alternativa, señala Ryan, es Hillary Clinton, quien únicamente continuaría las políticas de Barack Obama. Uno se pregunta cómo hará Ryan para continuar justificando su apoyo ahora que Trump ha puesto en claro que se presentará a la presidencia como el candidato más proteccionista desde la década de los veinte. En cuanto al tema central del comercio, Trump comparte ampliamente la postura de Bernie Sanders y se posiciona significativamente a la izquierda de Obama y Clinton.

El libre comercio está en el centro de los mercados globales. La riqueza de las naciones de Adam Smith fue en gran parte una crítica de la regulación del Gobierno, de su manipulación y fiscalidad del comercio, todo lo cual, argumentó Smith, socava el crecimiento y la prosperidad. Ryan comprende bien esto, razón por la cual ha votado a favor de todo acuerdo de libre comercio que se le presentó durante el Congreso: con Perú, Corea del Sur, América Central, Australia, Singapur y Chile. Ryan también apoyó agresivamente otorgar a la administración Obama “autoridad de promoción del comercio” para que pudiese completar un acuerdo de comercio con países asiáticos.

Trump, por el otro lado, considera el libre comercio como la causa del declive de Estados Unidos. Ha criticado prácticamente todos los acuerdos de comercio que ha realizado el gobierno de Obama recientemente. Para él, la entrada de China en la Organización Mundial del Comercio (OMC) ha sido “desastrosa”. Las opiniones de Trump sobre asuntos de comercio, la producción estadounidense y ahora del brexit son, en gran medida, indistinguibles de las de Bernie Sanders. Sin embargo, los republicanos continúan llamando a Sanders un socialista y a Trump, un conservador.

Las propuestas tanto de Trump como de Sanders han causado que varios políticos digan clichés acerca de los profundos problemas de la globalización. Es cierto que dos talentosos populistas han sido capaces de dar voz a los miedos de las personas en cuanto a un mundo que cambia con velocidad. Pero esto no altera la verdad. Su carga central es falsa. El libre comercio no ha causado el hundimiento de la producción estadounidense.

La industria estadounidense, al igual que muchos otros sectores de la economía, ha estado en deterioro por 70 años, resultado de una transición que experimenta toda economía industrial avanzada. Todos los demás países desarrollados, desde Australia, pasando por Gran Bretaña y hasta Alemania, que es a menudo considerada como industria manufacturera, han visto declives similares en los últimos decenios. Incluso Corea del Sur, que ha probado distintos tipos de proteccionismo, ha experimentado una caída en la producción ya que se ha convertido en una economía más avanzada. Este cambio se debe en parte al libre comercio, pero serios estudios muestran que otros de los factores que explican este fenómeno es la tecnología. Hoy en día un metalúrgico produce cinco veces más de metal por hora que el que producía en 1980.

La tecnología está transformando la economía global en maneras que no son favorables al empleo. En su apogeo, Kodak, la empresa líder en fotografía de su época, empleaba a 140.000 personas, tal como señala Jaron Lanier. Su equivalente en el presente, Instagram, tuvo una nómina salarial de solamente 13 empleados cuando fue comprada por Facebook. Eso no se debe al comercio con China o México.

Crecí en un país, India, en las décadas de los 60 y 70, que seguía políticas económicas basadas en la idea de que el libre comercio era desastroso y que la producción nacional debía protegerse. Como resultado de tales políticas de “sustitución de importaciones”, India terminó con industrias absolutamente ineficientes, escleróticas, que costaba a los contribuyentes vastas sumas de dinero y mantenía al país pobre y estancado. El registro histórico es claro. En los últimos 50 años, los países que han crecido más son aquellos que se han abierto a los mercados globales.

No sorprende que Bernie Sanders promueva políticas de gobiernos socialistas o cuasisocialistas de décadas pasadas. Tampoco resulta extraordinario que Donald Trump, cuyas opiniones en todo son un extraño revoltijo de reacciones instintivas, prejuicio y emoción, las encuentre atrayentes. No obstante, resulta impresionante que republicanos conservadores, autodenominados defensores del libre comercio, estén apoyando a Trump, mirando hacia otra dirección y cruzando los dedos. El costo de ello es ahora claro: Donald Trump transformará el Partido Republicano en un partido proteccionista y nacionalista. La decisión lógica para el vicepresidente de este nuevo partido es obvia: Bernie Sanders.