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La agenda de la igualdad

La semana pasada, cerca de 50 mujeres de la región nos reunimos en San José, Costa Rica, para discutir los nuevos desafíos del empoderamiento económico femenino y su relación con el ciclo de desarrollo que enfrenta la región latinoamericana. La reunión, auspiciada por el Panel de Alto Nivel sobre el Fortalecimiento Económico de la Mujer de las Naciones Unidas, tiene la intención de colocar el empoderamiento de las mujeres en un lugar central de la agenda internacional.

Durante el desarrollo de esta consulta regional quedó de manifiesto la tensión sobre dos visiones del empoderamiento femenino: una de corte más conservador que solo busca “incorporar” más y mejor a las mujeres a un mundo económico dominado por el mercado, y se plantea simplemente “cerrar brechas” a través de buenas prácticas de la empresa privada. Otro, más radical, que define a las mujeres como una fuerza transformadora potente en el cuestionamiento de un modelo de crecimiento y desarrollo insostenible que se encuentra en crisis.

Reconociendo el ciclo de contracción económica que vive el mundo, las mujeres nos preguntamos ¿debemos adoptar una postura esencialmente defensiva, destinada a consolidar los avances previos?, ¿o podría la actual crisis resultar un momento de transformación trascendental en el que nuestro propio concepto de igualdad económica se transforma, se vuelve más sustancial e incluyente, y avanza hacia el desarrollo sostenible que todos y todas buscamos?

Es indudable que el capitalismo está reconfigurando el orden de género en nuestras sociedades, alterando los límites entre la producción y la reproducción, entre el mercado y el Estado, y entre lo nacional y lo global. En el mercado de trabajo prácticamente ha desaparecido la figura de hombre proveedor, y las migraciones económicas se feminizan. Como sostiene Nancy Fraser, al mismo tiempo que se impulsa a las mujeres al trabajo remunerado, “se exprime la reproducción social hasta el extremo”.

Las corrientes hegemónicas de los feminismos del Norte global han optado por favorecer las nociones pragmáticas de la igualdad liberal. Mayor capacitación para adecuarse al mercado con opciones meritocráticas, centradas en la libre elección y en la competencia individualizada parece un paradigma poco efectivo de la “inclusión” de las mujeres al mercado. Nos muestran, como horizonte a alcanzar, profesionales privilegiadas formando parte de los consejos de dirección de las empresas, aprovechando acciones afirmativas de “prácticas inclusivas”. El resultado es una relación peligrosa de complicidad entre el feminismo hegemónico del Norte y el neoliberalismo.

Sin embargo, desde el Sur —un sur amplio compuesto por Latinoamérica, India y algunos países africanos— las feministas reorientan sus luchas hacia otra interpretación de la igualdad. Esta lucha no está orientada por el individualismo del mercado, sino con la paridad participativa. Este nuevo horizonte está dirigido a gestionar la vida, demandando la regencia sostenible de los bienes comunes. En lugar de mercantilizar la economía del cuidado, se busca compartirla, ampliarla y celebrarla como una vocación humana de protección social.

El Panel de Alto Nivel tiene un gran desafío al tener que romper con la visión hegemónica del desarrollo centrada en la regulación laboral y el pacto empresarial. Para impulsarlo, en la reunión de Costa Rica, las voces de cientos de mujeres del sector informal, trabajadoras del hogar, recicladoras de basura, pequeñas productoras y campesinas estuvieron presentes.