Trayectos y conductas
A contramano de las versiones convencionales, destaco tres acciones de Tuto Quiroga.
Por puro azar, al igual que Gonzalo Sánchez de Lozada, Jorge Quiroga Ramírez estudió en Estados Unidos. No paseó en vano por los pasillos de una universidad, sino que se graduó como ingeniero y terminó enrolado en IBM. Esa habilidad le sirvió para sumar antes que para restar, y se sumergió en la política como jefe de campaña de ADN en 1993, y luego como candidato y vicepresidente de Hugo Banzer en 1997. Cuando la política le era adversa, su sueño máximo era escalar el Everest, pero ese complejo de Sísifo no duró, porque alcanzó la cima por azar debido a la muerte del exdictador. Así, asumió la presidencia de la República.
Igual que Goni, Tuto es cochabambino, y no es poca cosa. Goni fugó a Estados Unidos y nadie se acuerda de sus bromas de antaño, sino de las víctimas de El Alto. En cambio, Tuto siguió activo en la política, no solamente como candidato presidencial, sino que asumió poses de paladín en una cruzada regional contra el “populismo”, el fantasma de la derecha liberal, católica y conservadora. Esta comparación parece un anacronismo, pero la uso para distinguir la trayectoria de las dos expresiones más nítidas del proyecto de modernización vigente hasta fines del siglo pasado, puesto que Goni cayó en el basurero de la historia y Tuto siguió como protagonista en la escena política. Y su conducta es destacable.
A contramano de las versiones convencionales, destaco tres acciones de Tuto Quiroga que distinguen su accionar opositor. Su primera decisión nos remite a la primera gestión del MAS cuando era jefe de Podemos, principal fuerza parlamentaria de oposición. En ese entonces se formó esa coalición de prefectos y cívicos denominada “media luna” que se enfrentó al MAS enarbolando las autonomías departamentales contra el Estado Plurinacional del oficialismo. Un enfrentamiento teñido de polarización que estalló en las calles de Cochabamba el 11 de enero de 2007 y tuvo un cauce de solución institucional con el referéndum por la revocatoria de mandato de 2008. Una consulta encaminada por Podemos en el Congreso, y en ese mismo ámbito concertó con el MAS la convocatoria al referéndum aprobatorio de la nueva Constitución Política del Estado previa modificación de varios artículos. En otras palabras, Tuto Quiroga no se subordinó a la “media luna” y mantuvo su autonomía de acción con una postura estratégica afincada en una visión de unidad nacional (por eso destaqué su raigambre cochabambina), evitando que la polarización política llegue a un punto sin retorno.
Siete años después, otra decisión importante fue su antípoda: la pasividad. Cuando todo hacía suponer que Tuto Quiroga entraría al ruedo del referéndum pasado con lanza en ristre, como lo había hecho en los comicios de 2014, optó por un perfil bajo y desinfló el plan oficialista que apuntaba a la polarización enarbolando el contraste entre “proceso de cambio” y “derecha neoliberal”. Por esta razón, entre otras, la campaña tomó otros rumbos y el resultado fue negativo para el MAS. Es decir, Tuto no ingresó a la disputa por el protagonismo en el campo opositor porque adoptó una mirada táctica, ajena a un plan para los próximos comicios.
La tercera muestra es su nítido apoyo a la visita del canciller Choquehuanca a Arica y su contundente crítica a la conducta de las autoridades chilenas. Fue la única voz opositora que asumió esa postura en la esfera pública, lo que denota y ratifica su apuesta por la unidad nacional, tal como lo hizo en el tema autonomista, aunque en esta ocasión el frente es externo y más fácil de evaluar. Algo que no hicieron otros jefes políticos. Una conducta que vale la pena resaltar en esta época de cálculos avaros y declaraciones altisonantes con el ojo puesto en la elección presidencial de 2019.