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El Che y Gary Prado Salmón

Aquel 8 de octubre de 1967 en la Quebrada del Yuro fue el último combate guerrillero de Ernesto Che Guevara. Quedó herido de bala en la pierna izquierda y junto a su compañero Willi fue apresado por el sargento Bernardino Huanca. Posteriormente, el capitán de los rangers bolivianos, Gary Prado Salmón, lo identificó, le ató las manos a la espalda y mandó un radiograma a Vallegrande informando la captura del mítico guerrillero argentino-cubano.

Desde aquel momento, la muerte del Che y la vida de Gary Prado se enlazaron inexorablemente, alcanzando incluso dimensiones fantasmagóricas. En 1981, Prado Salmón quedó paralítico debido a una herida en la columna por un disparo que devino de una mala manipulación de armas protagonizada por uno de sus camaradas. La fábula popular habló entonces de la “maldición del Che”.  

Hace unos días, aquella simbiosis retornó en la agenda mediática, a raíz de un tuit del presidente Evo Morales, en el que acusa al general retirado de ser el “asesino del Che”. Ese tuit vino a propósito del juicio que Prado Salmón enfrenta por supuestos vínculos con el húngaro-croata Eduardo Rózsa, acribillado en un operativo policial al interior de un hotel cruceño, al parecer para desmantelar el grupo irregular que comandaba. Al grupo de Rózsa se le acusa de delitos de terrorismo y alzamiento armado, que buscaban “separar” Santa Cruz de Bolivia. Entre las pruebas de la acusación contra el militar están unas fotografías donde aparece junto a Rózsa. El implicado niega tal acusación, arguyendo que esas imágenes son parte de una entrevista periodística que le hizo el húngaro-croata a propósito de la captura del Che.    

Últimamente la malograda salud con la que Prado Salmón enfrenta las constantes audiencias propició que varios personajes, entre ellos exoficialistas, pidan una amnistía para él. El Presidente respondió con un tuit que generó aspaviento mediático: “Jerjes del socialismo, Chato guerrillero y Sánchez Berzaín el zorro defienden a Gary Prado Gral. de dictadura, asesino del Che y separatista” (sic). Muchos periodistas y opositores tomaron literalmente la acusación del Mandatario. Desde Miami, Carlos Sánchez Berzaín, indignado por haber sido asociado con exoficialistas, se solidarizó con el militar.

Efectivamente Gary Prado no fue quien apretó el gatillo para asesinar al Che. Mas aún, si así hubiese sido, no constituiría un delito, porque lo habría hecho en cumplimiento de órdenes de la cúpula militar encabezada por René Barrientos. El propio Gary Prado en uno de sus libros escribió: “El Juicio a (Regis) Debray ya se estaba convirtiendo en una molestia (para el Gobierno), por sus repercusiones internacionales, las que serían definitivamente peores si se procesaba al jefe de la guerrilla”. De allí la razón para determinar su muerte. Entonces, tomar literalmente lo que escribió el Presidente tiene un apetito político.

Más bien, a dos años de conmemorarse los 50 años de la presencia de la guerrilla guevarista en Bolivia, el tuit presidencial abre un debate añejo en torno al “asesinato” del Che. No es casual que Sánchez Berzaín, en su mensaje de solidaridad con Prado, reprodujo aquel argumento chauvinista esgrimido por el gobierno barrientista y los sectores conservadores respecto a que “el Che era un extranjero que vino a matar bolivianos”. En esta trama, sin duda Gary Prado es un beneficiario de las repercusiones de la presencia de la guerrilla guevarista en Bolivia, así sea como maldición. Al parecer el Che, como si se tratase de un espectro hamletiano, sigue atormentando a sus captores.