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Adiós, María Luisa…

Es muy difícil escribir sobre personas queridas que se van de este mundo. El año pasado se fue el poeta Rubén Vargas, y hace unos días su querida compañera María Luisa Talavera Simoni. Sí, esa educadora chaqueña que quedó enamorada de las tierras andinas y su gente. Sin el mayor ánimo de ser exhaustivo, deseo recordar algunas vivencias con María Luisa para que siga viviendo entre nosotros.

Recuerdo que nos conocimos a principios de los 90 en El Alto. Ella trabajaba en una ONG que apoyaba temas educativos, y yo también me ocupaba, en otra ONG, de temas similares. Ambos estábamos imbuidos en las ideas de la educación alternativa, crítica, popular… para enumerar algunos términos de moda en esa época.

Le interesaba mucho entender el mundo aymara rural, aunque ya estaba aprendiendo de los aymaras urbanos de El Alto, elaborando una suerte de investigación aplicada en varios establecimientos educativos de esa ciudad. En cambio yo trabajaba con comunidades rurales con jóvenes y adultos. Fue propicio intercambiar publicaciones recientes o debates sobre los temas mencionados. También nuestras conversaciones giraban sobre la antropología, pues ella hace poco había realizado un posgrado en el Departamento de Investigaciones Educativas del Instituto Politécnico Nacional de México y yo estaba a punto de hacerlo.

Después de mi prolongada estadía fuera del país nos volvimos a ver. Yo iniciaba mi actividad docente en la UMSA y ella también. En esta etapa nos interesaba intercambiar ideas sobre diversos métodos de investigación, como la etnografía aplicada al área educativa. También conversábamos sobre aspectos histórico-comunales, como la experiencia de las escuelas clandestinas aymaras de los años 20 en regiones como Jesús de Machaca, entre otras. Pero sobre todo le fascinaba la experiencia educativa desarrollada a finales de los años 20 y principios de los 30 por el pensador y educador aymara Eduardo Leandro Nina Quispe. En tal sentido seguía los trabajos sobre educación y memoria oral del Taller de Historia Oral Andina (THOA), así como los míos que comenzaban a publicarse por diferentes medios escritos. En una ocasión me invitó a un conversatorio sobre Nina Quispe en la materia que dictaba en la carrera de Ciencias de la Educación de la UMSA. En esa oportunidad me impactó que María Luisa se pusiese como una más de las alumnas, tomando nota de las cosas que decíamos. Así de sencilla era nuestra amiga.

Posiblemente nuestro punto de encuentro fue ser colegas que escudriñaban varias disciplinas, como la sociología, la antropología, la historia, aplicadas al quehacer educativo. Nuestra última conversación tuvo lugar en las instalaciones del Instituto de Estudios Bolivianos (IEB), dependiente de la Facultad de Humanidades de la UMSA, en su calidad de directora. Ahí me contó varios pasajes de su vida en el Chaco boliviano y su llegada a La Paz. En aquella ocasión le comenté sobre un escritor tarijeño hoy casi desconocido, Federico Ávila, y mi interés de investigar su pensamiento para estos tiempos. Se interesó mucho sobre el tema y me propuso que presente el proyecto de investigación al instituto; pero averiguado el caso, no era posible, pues yo no soy parte de la Facultad de Humanidades, como exigía uno de los requisitos para la postulación. Y en tono de bronca me dijo: “Son mezquindades académicas” y particularmente de la UMSA.

También me hablaba de Julián, su hijo adorado. ¡Fuerza y valor a Julián!, así es la vida y hay que seguir adelante. María Luisa hoy ya estarás con Rubén. Adiós amiga y colega. Ma suma kullakawa sarawayxi aka uraqita, wiñayatakiwa sarxi. Uka chhaqtawixa wali llakisiyitu jichurunxa.