Para sustituir el excedente que se agota
Los datos disponibles sobre el desempeño económico en el primer semestre del año son preocupantes, y abren un signo de interrogación respecto de un crecimiento agregado cercano al 5% para este 2016. Con una caída aproximada del 50% de las exportaciones de gas y 30% del valor de todas las exportaciones, se puede sostener que las principales actividades generadoras del excedente ya no están en condiciones de proporcionar los montos de divisas y recursos fiscales que respaldaron el modelo de redistribución sin transformación productiva de los 10 años pasados.
Un gran esfuerzo de inversión pública podría quizás sostener por un año más un nivel de crecimiento suficiente para un nuevo reparto de aguinaldo extra, pero tal política implicaría, entre otras cosas, una merma significativa de las reservas internacionales, es decir, un gasto sin retorno del excedente acumulado en el ciclo de bonanza externa. El efecto de contracción neta del excedente no cambia si es que la inversión pública se financia con créditos externos (en términos cada vez menos favorables), puesto que dichos créditos solo constituyen un anticipo de recursos, que algún día tendrán que ser debidamente pagados con exportaciones genuinas.
Todo hace pensar que las autoridades económicas consideran que a corto plazo se revertirá el ciclo externo recesivo, lo que alentará de nuevo el alza de precios de la energía, los minerales y los alimentos. Tal supuesto contrasta, sin embargo, con la opinión de los observadores internacionales mejor informados sobre las dinámicas de la economía mundial en el mediano plazo. Las perspectivas son sombrías en el agregado global, debido a la pérdida de dinamismo de las economías emergentes de Asia, la severa crisis de la Unión Europea y la mediocre recuperación de Estados Unidos después de la crisis de 2008. Los motores del crecimiento global están funcionando a media fuerza, la fragmentación y el proteccionismo constituyen los rasgos predominantes en la economía mundial, y todo eso se expresa a su turno en una formidable turbulencia social y política, acompañada de violencia ciudadana, intolerancia, atentados terroristas y crisis humanitarias de dimensiones desconocidas en el pasado.
Nuestro entorno suramericano ha ingresado a su vez en una situación de contracción en las economías más grandes, junto a una inédita parálisis de los principales mecanismos de integración y cooperación. La canasta completa de nuestras exportaciones enfrenta, por tanto, sombrías perspectivas.
Frente a un panorama externo de tales características, ya no cabe dedicarle mucho ingenio al debate sobre los factores que impulsaron el desempeño de 2004 a 2014, centrado en la pregunta ahora ociosa: ¿buena suerte o buenas políticas? En algún momento, sin embargo, habrá que discutir sobre las oportunidades perdidas en el auge del excedente, particularmente en lo que se refiere a la omisión de transformaciones relevantes del aparato productivo y la profundización en cambio del modelo extractivista dependiente.
Lo que ahora importa es la discusión de las orientaciones estratégicas y las políticas correspondientes para evitar retrocesos en materia social, corregir las distorsiones en el ámbito del empleo y ampliar de verdad los márgenes de autodeterminación nacional. La sustitución imprescindible de las fuentes del excedente requiere una estrategia plausible de impulso sistemático a la productividad, acompañada de un esquema coherente de incentivos a la inversión privada, pautas racionales de distribución de los frutos del crecimiento genuino entre los salarios, las utilidades empresariales y las recaudaciones fiscales. Pero nada de esto se podrá alcanzar sin la voluntad política de auténtica concertación de medidas efectivas para enfrentar la crisis en el corto, mediano y largo plazo.