Biocidio
Lo que me indigna es que una familia pobre y desesperada sea la que deba servir de precedente
Un anciano yatiri de 76 años y su sobrino de 21 años fueron remitidos a la cárcel de Cantumarca en Potosí por el delito de biocidio. Resulta que los encontraron sacrificando a un cachorro como parte de un ritual para curar a la esposa enferma del muchacho. Para los defensores de los derechos de los animales, este caso sienta un precedente importante para evitar que se sacrifique la vida y el bienestar de los animales por razones culturales o religiosas.
¿Y qué decimos del sacrificio animal para la ciencia o la alimentación humanas? ¿Cómo se crían los pollos o los cerdos y cómo se faena a las vacas o se asesina a las truchas para que lleguen a nuestra mesa? ¿Cómo se sacrifica o tortura a los monos, las ratas y los conejos para testear en ellos drogas y procedimientos médicos? ¿Vale la pena sacrificar un animal para asegurar la sobrevivencia de una persona? Es probable que el anciano yatiri potosino y su joven sobrino hayan creído que la respuesta a esta última pregunta haya sido sí (como creen científicos y ganaderos en todo el mundo).
Hay que preguntarse cuán enferma está una sociedad en la que un esposo desesperado tenga que acudir al sacrificio de un cachorro para salvar la vida de su esposa. Es probable que la falta de recursos o de acceso al sistema de salud público haya llevado a ese joven a acudir a su tío curandero. Pero también puede ser (no lo dice la noticia publicada sobre el caso) que el muchacho haya actuado guiado por la fe, como lo hacen a diario cientos de creyentes evangélicos que ponen su salud en las manos curativas de Cristo y del pastor de turno.
Sin embargo, la noticia sí menciona la advertencia que hizo la autoridad a la población de no dejarse engañar con este tipo de rituales. ¿Qué diferencia hay entre una misa de sanación que se hace en los templos del ritual de un yatiri? ¿Es una religión más digna de respeto que la otra? ¿Es una forma de fe más valiosa o menos engañosa que la otra?
Claro que se dirá que en uno de los rituales no se está violando ninguna ley, ni se está sacrificando ningún cachorro. Y es cierto. Lo triste del caso es que una familia marcada por la enfermedad debe ahora lidiar con un problema adicional: el esposo de la muchacha enferma y su tío yatiri están ahora presos. La ley dispone de una pena de dos a cinco años de cárcel para las personas que maten a un animal con ensañamiento o por razones fútiles. ¿Qué motivo es fútil, me pregunto yo? ¿Cuántos perros vemos aplastados en las carreteras porque los choferes no consideraron que la vida de un animal se merecía disminuir la velocidad o apretar el freno? ¿Qué es ensañamiento, me pregunto yo? ¿Cuántos pollos nos hemos comido que han vivido una vida completa de tortura, encerrados en jaulas donde no pueden ni estirar las alas, engordados a base de hormonas y de impedirles moverse ni para tomar agua? ¿Cuántas veces hemos visto ovejas amarradas en la parrilla de un minibús, y vacas o cerdos apilados en camiones, transportados de pie, sin alimento ni agua a veces por varios días?
No pretendo defender el sacrificio animal, no estoy abogando por el veganismo ni criticando la ley en defensa de los animales que era muy necesaria y que, este caso nos muestra, está empezando a ser implementada. Lo que me da pena es que, como siempre sucede, solo se cumplen las leyes cuando afectan a los que tienen menos influencias. Lo que me indigna es que justamente una familia pobre y desesperada es la que deba servir de precedente, la que nos sirva para demostrar cómo en nuestro país a los animales se los respeta, y cómo somos de hipócritas.
Es cineasta.