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Sexismo en el periodismo deportivo

En estos tiempos olímpicos salgo rápido de la oficina para intentar ver por televisión algún deporte de competencia. Pero en el horario estelar de siete a nueve solo logro captar fútbol. Fútbol en cancha de césped, fútbol en canchas sintéticas, con los pies, con las manos… pero ¡todo es fútbol! Y encima, como los comentarios deportivos de Fox Sport y ESPN nos hacen pensar que las Olimpiadas se organizan para que participen los argentinos, la decepción es doble.

Los Juegos Olímpicos son un espacio privilegiado para visibilizar la gran diversidad de deportes del mundo. Según la página oficial de Río 2016, en estos 19 días se disputan 42 deportes, con 306 pruebas, de las cuales 136 son femeninas. Sin embargo, “los otros deportes” no captan la atención de nuestros periodistas deportivos. Y si los “otros deportes” consiguen poca difusión, menos atención (y potenciales patrocinadores) captan las deportistas.

En los Juegos Olímpicos de Río las mujeres constituyen un 45% de los participantes, pero el mundo del deporte mediático utiliza el cuerpo de la mujer solo como objeto decorativo. Así, poco importa que Simone Biles sea la gran sensación de la gimnasia, o que la nadadora Katinka Hosszú haya batido el récord mundial en 400 metros individual combinados; lo que importa es cómo lucen las jugadoras de voleibol de playa o el escote de las gimnastas. Desde su primera participación en las Olimpiadas de París en 1900, las mujeres consiguieron múltiples victorias y medallas, pero hasta hoy no logran el respeto de la prensa especializada.

Este problema inspiró un estudio de la Universidad de Cambridge que ha revelado las grandes diferencias de género en la cobertura. El estudio analiza cerca de 160 millones de palabras utilizadas en medios de comunicación para llegar a la conclusión de que las mujeres siguen recibiendo poca atención, además de calificativos denigrantes y machistas. Según el análisis, una de las primeras diferencias es el tiempo o espacio que se destina a los deportes practicados por hombres, recibiendo el triple de cobertura que sus pares mujeres. Cuando se habla de hombres, la atención se centra en su desempeño; mientras que al hablar de mujeres, siempre hay alusión a si tienen o no pareja, su edad y —por supuesto— su apariencia. Además, cuando una mujer consigue una victoria, se dedica más tiempo a hablar de su apariencia que de sus logros.

La información analizada revela, por otro lado, que las mujeres son constantemente infantilizadas al ser tratadas de “chicas”; o enclaustradas en los estereotipos al ser tratadas de “damas”. Por otro lado, al referirse a los hombres, se repite mucho la palabra “dominar” y “ganar”; mientras que las mujeres “participan”, “compiten” o “luchan”.

Estos datos ponen en evidencia que el sexismo sigue siendo uno de los protagonistas en las competiciones deportivas. Y si la investigación no los convence, podemos darnos una vuelta por los incontables titulares de la prensa como “La mujer de un defensa de los Bears ha ganado una medalla de bronce” del Chicago Tribune; o “Las muñecas suecas” del diario Olé; “La lista de buenorras” del periódico El Mundo, “El trío de las gorditas” de Quotidiano Sportivo, “La belleza de Allison Stokke” de Marca Buzz, o finalmente “Hosszu, la nadadora que batía un récord mundial gracias a su marido”, según un comentarista de NBC.

Todo esto solo nos confirma que el ámbito deportivo está cargado de violencia simbólica ejercida para influir sobre los cuerpos, las libertades y, finalmente, en la igualdad de oportunidades.