Concursos de arquitectura
El éxito de todo concurso depende de tener un tribunal idóneo y de bases bien elaboradas.
El concurso es la forma de hacer arquitectura que permite articular la dualidad entre lo conceptual y lo proyectual, esto reflejado en propuestas de diseño que buscan conquistar y afectar los sentidos de quienes las aprecian, las cualifican y califican como las mejores. Sin duda, ésta es una manera de acercarse al anhelo más ansiado de todo arquitecto: proyectar y construir obras de magnitud. Asimismo, es la oportunidad, por un lado, de concebir ideas de forma libre, y con ello, experimentar propuestas desafiantes y creativas; y por otro, de ser descubiertos como buenos arquitectos incluso estando al medio de decenas de otros tantos que ambicionan el primer premio, pero que no tienen el talento suficiente para obtenerlo. A pesar de ello, el riesgo de perder es siempre una posibilidad real.
Pese a las cualidades positivas, un concurso de arquitectura (también de ideas) no significa buscar soluciones irrealizables o metafóricas que proyecten yermos astrales (K. Frampton), y menos pensar que toda propuesta formal no tiene la responsabilidad de estar concebida y respaldada con seriedad profesional y criterio estructural.
Cabe remarcar que parte del éxito de todo concurso depende del tribunal designado y de bases bien elaboradas. El primero debiera tener no solo experiencia en el mundo proyectual de la arquitectura, sino también en su ejecución, y fundamentalmente contar con una ética comprobada que le niegue cualquier vínculo directo con el proyecto final. Por otro lado, las mencionadas bases tienen que estar claramente definidas, tanto en el programa de necesidades como en los objetivos y plazos de entrega; tiempo que debe ser calculado de acuerdo con la dimensión del anteproyecto.
Sin embargo, actualmente los concursos de arquitectura en La Paz están desapareciendo y la consultoría, que designa de forma directa al profesional participante, es el medio vigente, cuyo responsable no solo cuida celosamente el costo de la obra, sino además que el proyecto no esté expuesto a la crítica y el análisis de expertos. Así, el mundo de las ideas libres parecería quedar coartado por la realidad económica.
La historia de la arquitectura da cuenta de que los concursos han legado hermosas obras, las cuales nacieron dentro de programas de embellecimiento de las ciudades. Por ejemplo, en París, con su pirámide de cristal del Louvre el arquitecto Pei dio un giro a las intervenciones urbanas donde lo nuevo convive respetuosamente con lo histórico. Otro fue el caso del arquitecto Renzo Piano, quien supo entender el valor del centro de Berlín, dotándole de una revitalización urbana a una ciudad celosa de su historia.
En La Paz se olvida que existe una Ley del Ejercicio Profesional (1373), promulgada por el gobierno de Jaime Paz Zamora, la cual establece que “Toda obra o complejo de arquitectura y/o de urbanismo que sea programada por el sector público y otras entidades y utilicen recursos públicos serán motivo necesariamente de convocatoria a concurso abierto de anteproyectos. La contravención será motivo de anulación o paralización de la obra”.
Cierto es que todo concurso ganado es la forma más democrática de obtener un trabajo, pero esto debiera estar enmarcado en una absoluta transparencia, especialmente en la elección de un jurado calificador idóneo, competente e imparcial. De este modo, las obras urbanas o de buena arquitectura que se presenten y conlleven una visión integral de valores terminarán formando parte del patrimonio de la ciudad.