Icono del sitio La Razón

Yo, superhéroe

El mercado es salvaje, el mercado es el causante de la pobreza, el mercado es discriminador… son algunas de las cosas que escuchamos o leemos casi diariamente. Más aún, una destacada colega está convencida de que el mercado falla, generando el sufrimiento de la gente; y un tal Tirol nos dice que hay necesidad de regularlo. Entonces no queda la menor duda, éste es el malo de la película y debemos encadenarlo como a Prometeo o, mejor aún, siguiendo el consejo de la reina roja, cortarle la cabeza.

Y lo que es peor, este villano está usando mi apellido o, quien sabe, sea uno de mis parientes lejanos que está haciendo quedar mal a la familia. Así que decidí darle cacería. Tomé una vieja toalla de playa y me la puse como capa, una máscara para ocultar mi identidad, mi ropa interior encima de mis pantalones y así, como nuevo superhéroe, salí en búsqueda del malhechor. Lo fui a buscar al mercado Rodríguez, pero ninguna de las caseritas sabía dónde encontrarlo, por lo que terminé comprando un buen queso chaqueño. Me dijeron que en la feria de la 16 de Julio seguro que lo encontraría, porque allí se encuentra de todo, por lo que me monté en el teleférico en busca del villano. En la feria quienes me miraban sonreían, pero creo que no era porque se burlaban de mi atuendo, sino por la alegría de ver que por fin había llegado un superhéroe que atraparía al miserable malhechor causante de todos los males. Lo busqué entre los vendedores de autos, de ropa, de muebles y nada, así que después de saborear un chicharrón volví a mi baticueva.

Reflexionando sobre mi fracaso me puse a buscar en internet y, para sorpresa mía, descubrí que este villano es omnipresente, está en la feria de la 16 de Julio, en Estados Unidos, en Cuba y en todas partes, incluso, como vimos en la película Avatar, también atormenta a los extraterrestres. La cosa se puso más difícil al enterarme de que al parecer también es inmortal, relatos de este demonio los encontramos en la antigua Roma, en la Edad Media e incluso en los albores de la humanidad.

Entre mis indagaciones me encontré con unos viejos libros de economía donde claramente se explica que este malviviente no es un ser con características antropomórficas, sino que es un proceso democrático que involucra a miles de millones de personas que cada día o, con mayor precisión, a cada instante, están tomando decisiones de intercambiar lo que producen por lo que necesitan, y que para ello usan de la mejor forma posible sus recursos, sus talentos y su inteligencia. Bueno, hasta aquí mi primera incursión fallida como superhéroe.