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Anécdotas

Deseo aportar con algunos temas hasta cierto punto anecdóticos que Iván Bustillos no alcanzó a tocar .

/ 28 de agosto de 2016 / 13:01

Escribo estas líneas consternado por la escalada de violencia del conflicto con los cooperativistas mineros, bajas entre los bloqueadores producidas por armas letales y el secuestro y asesinato del viceministro Rodolfo Illanes. No me atrevo a pronosticar lo que vaya a ocurrir hasta el domingo, fecha en que aparecerá esta columna, pero abrigo la esperanza de que se imponga la razón, que no se deje impunes los crímenes cometidos y, por difícil que sea, se encuentre una solución a las demandas planteadas, preservando el interés general. Ello implica que de un lado se abandone la prepotencia y los intereses mezquinos, y del otro, se muestre habilidad negociadora en vez de soberbia inflexible. Para eso debieran servir las experiencias del pasado, tema que originalmente había decidido abordar esta quincena, a raíz de que mis colegas del Animal Político tuvieron a bien entrevistarme sobre la luctuosa jornada del 21 de agosto de 1971.

No es fácil para un periodista estar al otro lado de la grabadora, no formular las preguntas, sino más bien tener que responderlas, pero en lo personal la fecha me marcó tan intensamente que bastó que Iván Bustillos hurgara un poco para que se desataran los recuerdos. Entre otras cosas, porque la instauración de la dictadura significó para mí el abandono definitivo de los estudios de Historia en la antigua Facultad de Filosofía y Letras de la UMSA (hoy Humanidades) y después, mi accidentado ingreso al periodismo en las radios mineras.

Sé lo que cuesta separar la paja del trigo y meter en un cierto número de caracteres lo esencial de una prolongada y desordenada conversación como la que tuvimos con Iván. Por eso quería aportar con algunos temas hasta cierto punto anecdóticos que él no alcanzó a tocar. Por ejemplo, el recuerdo de la compañera vallegrandina Elvira Cuéllar, persona que toda su vida hizo gala de un extraordinario espíritu solidario, el 21 de agosto vino hasta mí, en plena plaza del estadio y me arrebató el poncho de lana de llama que entonces usaba: eres el blanco perfecto para los francotiradores, dijo. El poncho rectangular con flecos en las puntas, muy utilizado entre los universitarios de la época, más la barba todavía oscura, me hacían fácilmente distinguible en medio de la multitud. En efecto, los francotiradores causaron muchas bajas en Miraflores, al principio creíamos que eran balas perdidas que venían desde los combates de Laikakota, pero después descubrimos que se disparaba a mansalva desde edificios circundantes. El libro de historia de la familia Mesa dice que hubo 98 muertos en el ascenso de Banzer. Probablemente sean muchos más y algunos de ellos no cayeron en combates frontales, sino por disparos desde lo alto.

Otro aspecto: el refugio a los perseguidos que actuábamos en la clandestinidad. Quisiera mencionar por lo menos a la familia Araníbar del mercado Rodríguez, don Marcelino, doña María y su hijo Jorge; a la familia de don Nicolás Estrada Castelú y su esposa Luciana Velasco, del barrio La Merced en Villa Fátima; al sastre oriundo de Caracollo Abdón Núñez (caminaba con muletas, pues la faltaba una pierna), vivía en la calle Cuarto Centenario a unas cuadras de la avenida Buenos Aires, en su pequeña habitación me escondí en situaciones desesperadas, pero a condición de mantenerme a oscuras, inmóvil y con un candado por fuera mientras él estaba ausente; y al inolvidable Antonio Paredes Candia, frente a la Estación Central, lugar seguro y privilegiado por su inmensa biblioteca que pude disfrutar los días que me tuvo oculto y que no fueron pocos. ¡Nunca pude agradecer lo suficiente tantos gestos solidarios! 

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Otra vez ‘ruido’ en el mensaje de Evo

En el tema de presentar sus informes se aplazó y volvió a mostrar su falta de consideración por la gente.

/ 31 de enero de 2016 / 04:00

No es la primera vez que en esta columna comparto con los lectores algunas legítimas interrogantes con relación a los informes presidenciales. La principal: ¿hay cerca del Presidente alguien con una mínima experiencia comunicacional que le aconseja o por lo menos le sugiere la forma cómo estos informes pueden ser mejor presentados? Por lo que ha vuelto a ocurrir el 22 de enero, pareciera que esa persona no existe, o si existe, nadie le hace caso, ni el Presidente ni los colaboradores más cercanos encargados de procesar la abundante información que seguramente llega de todas las instancias y niveles gubernamentales.

Otra, también preocupante: ¿será que el Presidente recibe esas orientaciones de alguna o algunas personas especializadas, pero se empecina en presentar sus informes tal como lo hace? Sería una grave deficiencia, diría mal de su capacidad de asimilar las lecciones que la vida misma pone ante sus ojos.

Otra, más grave: ¿tal vez por puro llunk’us los integrantes del entorno presidencial en vez de decirle al Primer Mandatario que esa manera de presentar los informes no es la adecuada, lo felicitan y le aplauden diciéndole que todo está de maravilla? Podría ser, lamentablemente el llunk’erio tiene una larga data en nuestra historia y todos sabemos lo dañino que es. Claro que el Presidente también debería saberlo. Con 10 años de conducción del gobierno, su dimensión de estadista ha crecido en muchos sentidos, pero en el tema de presentar sus informes, se aplazó y volvió a mostrar su falta de consideración por la gente.

En realidad no se necesita ser especialista para saber que en todo proceso informativo o comunicativo puede aparecer el fenómeno del “ruido”, que interfiere la señal del emisor, impidiendo o haciendo difícil que el mensaje llegue al receptor. Este “ruido” puede ser del contexto o del medio que transporta el mensaje, por ejemplo abucheos y silbidos o mala calidad del sistema de audio. Pero también puede originarse en el propio emisor, por ejemplo, voz poco audible, afonía, inseguridad en la lectura, duración excesiva del mensaje o poca relevancia de los datos emitidos. Es de lamentar, pero algo de eso sucede reiteradamente en los mensajes presidenciales.

El receptor, en este caso presentes-oyentes-televidentes de todo el país, podría soportar un discurso de seis horas o más si realmente hubiera necesidad y si el mensaje tuviera la capacidad de conmover y seducir (recordemos la avidez y atención con las que se siguió los alegatos bolivianos en La Haya). Pero ese no es el caso, solo una danza desordenada de números y comparaciones que agotan a cualquiera después de la primera media hora. No se prioriza ni se resume. Tampoco se subraya o remarca lo esencial, que es precisamente una manera de combatir el “ruido” comunicacional. Cuando todo es importante, al final nada lo es.

Me atrevo a pensar que solamente mis colegas periodistas asignados a la cobertura del evento, por obligación laboral, aguantaron las casi seis horas de alocución presidencial. Y el laborioso trabajo que hicieron, especialmente en los medios impresos, sirve a todos, incluidos los funcionarios gubernamentales y los analistas que ahora cuentan con la información resumida, sistematizada, priorizada y, por tanto, legible.

Algunos opositores dicen que el Presidente aprovechó su largo informe para hacer campaña por el Sí. Yo no estaría tan seguro de los resultados de tal campaña, salvo la de haber vuelto a convencer a los que ya estaban convencidos.

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Manuscrito original del Diario del Che en Bolivia al alcance de todos

Gracias a los avances de la tecnología, ahora esta a disposición de todos acceder al manuscruito haciendo un click en el sitio www.chebolivia.org. Allí encontrará además una historia completa del Diario; la conocida “Introducción Necesaria” escrita por Fidel Castro; muchas notas aclaratorias que ayudan a comprender hechos y situaciones de la época y un índice alfabético de los personajes relacionados con el tema.

/ 8 de octubre de 2012 / 23:44

¿Imaginó usted alguna vez que podría leer directamente el manuscrito del Diario del Che en Bolivia?

Pues gracias a los avances de la tecnología ahora puede hacerlo. Basta con hacer un click en el sitio www.chebolivia.org

Tendrá una imagen virtual de los documentos tal cual de puño y letra los escribió Ernesto Guevara de la Serna, más conocido como el Che.

Para facilitarse la lectura le sugerimos acudir a la transcripción del Diario que viene en ese mismo sitio (del escrito a mano a las letras de imprenta). Encontrará allí una historia completa del Diario; la conocida “Introducción Necesaria” escrita por Fidel Castro; muchas notas aclaratorias que ayudan a comprender hechos y situaciones de la época y un índice alfabético de los personajes relacionados con el tema. Además, y esto es muy importante, en esa trascripción digital se enmendaron numerosos errores y alteraciones que se habían venido arrastrando y acumulando desde la primera edición de 1968. No en vano se cotejó cuidadosamente esa trascripción con la imagen digital de los originales que ahora está disponible.

Por supuesto, ingresar tanto al facsímil como a la transcripción y descargarlos, es completamente gratuito, acorde con el pensamiento guevariano de que la cultura debe estar al alcance de todos y mucho menos pueden ser objeto de comercialización documentos históricos como éstos.

 

Trayectoria de este propósito

En octubre de 2009 el Ministerio de Culturas de Bolivia entregó una edición facsimilar impresa del Diario del Che. En realidad, hizo una bellísima réplica de los dos documentos originales: uno, el cuaderno anillado donde están los apuntes diarios desde el primer día, 7 de noviembre, hasta el 31 de diciembre de 1966, más otros documentos que van en el anverso; y dos, la agenda alemana donde están las anotaciones del 1 de enero al el 7 de octubre de 1967, día anterior a su captura en la quebrada del Churo.

Como es natural, esta edición facsimilar impresa tiene un alcance limitado, no puede llegar al gran público de todos los países. El único medio para alcanzar este objetivo es el Internet. Eso explica el por qué de este emprendimiento.

El responsable de llevarlo a la práctica es Carlos Soria Galvarro, periodista, inclinado a investigar temas históricos.

Por razones generacionales, por su cercanía a los hechos y personajes y por esa inclinación profesional, desde mediados de los años 80, Soria Galvarro empezó a difundir el resultado de sus investigaciones y el acopio de material documental.

Entre 1991 y 1994 publicó con CEDOIN la primera edición de “El Che en Bolivia” en cinco volúmenes. La segunda edición la hizo el periódico “La Razón” en septiembre-octubre de 2005 en cinco entregas semanales.

A lo largo de estos años también publicó muchos artículos, dictó conferencias e hizo diversas presentaciones sobre el tema.

Su afán investigativo llevó a Soria Galvarro en dos oportunidades, febrero y octubre de 1996, a trabajar directamente con los originales que se guardan en las bóvedas del Banco Central. Allí obtuvo gran cantidad de fotografías que le permitieron dar a conocer documentos que habían permanecido inéditos por casi tres décadas, entre otros el manuscrito original del diario de Pombo, las evaluaciones trimestrales que el Che hacía de todo su personal y una sugestiva lista de libros que se leían en la guerrilla (ver volumen 2 de la de la serie “El Che en Bolivia”, 2005). Tanto en esa ocasión como después, en 2004, estuvo a punto lograr una edición facsimilar completa del Diario del Che.

En ambos intentos y a lo largo de todo el trabajo investigativo acumuló la imagen documental que es la base para la presente publicación. La imagen del Diario del Che y otros documentos que lo acompañan están ahora a su disposición.

¡A través de la magia de su escritura disfrute de la compañía de uno de los personajes más emblemáticos del Siglo XX!

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